Foto de María Arechaga (2005)
En su número 23, correspondiente
a este mes de mayo, la revista hispanoamericana de cultura OtroLunes ha
dedicado su dossier de autor a mi obra literaria. Muchas gracias a los editores
y a todos los amigos y colegas que durante estos veintitantos años han comentado
algunos de mis libros o han dedicado su atención a algunos aspectos de mi quehacer creativo. A continuación, les comparto la entrevista exclusiva que para este número me hizo su director, Amir Valle y al final, el enlace donde podrán leer el dossier completo.
"Si
no es para cuestionarlo todo, ¿entonces para qué escribir?"
Entrevista
con Odette Alonso
Exclusiva para OtroLunes
POR AMIR VALLE
Lo más incómodo de estar entre esas
personas a las que la escritora cubana Odette Alonso llama “amigo” o “hermano”
es que uno olvida de pronto que está ante una de las voces más importantes de
la literatura cubana; mérito que se ha ganado con una de las obras poéticas más
originales y prolíficas de las últimas generaciones de poetas de su generación
y apenas con dos libros de narrativa, uno de cuentos (Con la boca abierta) y una novela (Espejo de tres cuerpos), ambos de una altísima calidad
que sorprenden más cuando uno recuerda que Cuba, a pesar de su espacio insular,
posee una de las narrativas más ricas estilística y temáticamente en la lengua
española.
Y quiero remarcar lo anterior: Odette
Alonso es ya una voz imprescindible de las letras cubanas, porque en los muchos
encuentros que he vivido con escritores cubanos de la isla o de esos tantos
exilios que vive nuestro pueblo, la que viene a sentarse entre nosotros, cuando
hablamos de literatura, de poesía, y tenemos que mencionarla, es el ser humano
y no la escritora. Y pasamos largo tiempo hablando de sus picardías, su alegría
y su optimismo, su rabiosa defensa de los amigos, sus mensajes en internet, su
fidelidad… y al final, sólo al final, algo de su literatura, aun cuando sabemos
que está ahí, en su segunda patria: México, escribiendo y que cada año nos
sorprende con un nuevo libro, siempre diferente, como debe ser, seguro haciendo
honor a un comentario que nos dijo a los entonces jovencísimos miembros del
Taller Literario “Luis Díaz Oduardo” alguien muy querido por todos aquellos
aprendices de escritores, allá en la Santiago de inicios de los 80s: “Se dice mucho
que Cuba es una isla de poetas y de cuentistas, que levantas una piedra y salen
cinco cuentistas y das una patada entre las yerbas y salen 10 poetas. Pero
nadie dice que a veces lees tres libros de un poeta y parece que estás leyendo
fotocopias del mismo libro, o lees cinco libros de cuentos y si le quitas el
nombre a la portada no sabes a qué autor estás leyendo. La literatura no es
seguir la moda, es escribir el libro como uno vive la vida, para que sea
distinto con ese sello que sólo es tuyo”.
No sé si Odette estuvo ese día en aquella
sesión del taller, porque a mi mente vienen solamente León Estrada y Mirna
Figueredo, sentados junto a otro poeta, José Manuel Poveda, pero sí me atrevo a
asegurar que escuchó esa idea del narrador Jorge Luis Hernández, porque era una
tesis que defendía en todas partes: “un escritor no tiene que escribir muchos
libros, tiene que escribir SUS libros”, decía remarcando el “sus” para
recordarnos que un libro es, en primera instancia, el alma desnuda de un
escritor y, como se sabe, cada quien tiene su alma y cada cuerpo, desnudo, es
siempre distinto.
Por esas razones, porque cada uno de sus
libros es una aportación significativa a nuestra literatura; porque ya son 25
años de prolífica carrera como poeta, escritora, ensayista, editora y promotora
cultural; porque me aterra pensar cuánto farsante va por esos mundos llamándose
“poeta” y proclamándolo con todos los ardides, trampas y enredos egocéntricos
posibles, entretanto una escritora de la talla de Odette insiste en la humildad
y la sencillez como ley de vida; me dije que ya era hora (y razones muchas
existen) de que diéramos un poco de protagonismo, merecido, a la escritora que
habita en Odette.
Una vez enviadas las preguntas vía email
desde Berlín a México D.F, cuando le dije que había descubierto (otra vez,
pasados tantos años) que nuestras carreras literarias empezaron con libros
ganadores del mismo premio, el 13 de Marzo, en 1986 (ella en Crónica y yo en
Cuento), me contestó: “Así mismo, corazón: somos hermanos por varias razones y
muchas fechas”.
Bajo ese signo, el del respeto en la
literatura y el cariño en la vida compartida, y encabezada por una frase de la
mexicana Cristina Rivera Garza que Odette hace suya, llega esta entrevista.
Odette, piensa, luego
existe
Perteneces a ese grupo de casi
tres millones de cubanos que habitan en las distintas arenas del exilio, un
exilio tan diverso que es imposible de abarcar, aunque por motivos que no
vienen al caso ahora analizar ha sido dividido mayormente en “económico” y
“político”. ¿En qué exilio habitas tú y qué razones decidieron tu salida de la
isla?
Mi salida de Cuba, en 1992, respondió a
una fusión de ambas condiciones: ya se había decretado elPeríodo Especial y
no se avizoraba mejoría alguna en las condiciones económicas, sino todo lo
contrario, y además, tenía claras mis divergencias políticas con el modelo de
gobierno de la isla. En lo personal, sin metáforas, en aquel principio de los
noventa pasé hambre: días sin comer, bolsitas de té hervidas una y otra vez,
magros platos compartidos entre varios, bistec de toronja y picadillo de
cáscara de plátano. Sin embargo, a estas alturas, veinte años después, ambos
motivos —económico y político— se han fundido paulatinamente con una tercera
opción: la humana. Porque mi actual residencia fuera de la isla no depende de
ella: no vivo a disgusto ni en la espera. No creo que un cambio, favorable o
hasta milagroso, en el actual estado de cosas de allá modificara mi lugar de
residencia. Al menos en este momento, regresar definitivamente a Cuba no es ni
un plan ni un sueño.
He dicho en alguna que otra
entrevista que hay una Cuba íntima, personal, que va conmigo a todas partes y,
precisamente por eso, nadie puede arrebatarme, aunque no pueda decir lo mismo
de la Cuba
geográfica. ¿Cómo es la Cuba
que en ti habita?
Entre amigos (o una
versión más personal de Odette)
Quienes te conocemos desde hace
ya unos cuantos años, quienes te leemos, quienes te seguimos en tu blog Parque
del Ajedrez, damos fe de que sientes un respeto casi ciego, suicida en
ocasiones, por esos otros seres humanos a quienes podemos llamar “amigos”. Pero
la amistad suele ser, también, una escuela de la vida para darte lecciones de
cuán cambiante puede ser la especie humana de cara a sus circunstancias
históricas y a sus credos, filiaciones y preferencias. Quiero entonces que
valores, desde estas dos perspectivas: la de la complicidad y la de la
traición, cuánto ha definido a la
Odette que hoy eres la experiencia de la amistad.
Es posible que peque de inocencia o de
ingenuidad al prodigar esa condición con tanta generosidad, pero cuando digo
que alguien es mi amigo —y lo hago con mucha frecuencia—, es porque así lo
siento y lo creo. Cualquiera habla mal de otro en algún momento, cualquiera repite
un mal chisme, cualquiera se enoja, o se burla, o tiene diferencias políticas
con un amigo, y no por eso se deja de serlo. Quieres me conocen, saben que no
guardo rencores, o al menos no por mucho tiempo. O al menos no por cuestiones
que me parezcan de importancia menor, o pasajera. También sé que la amistad es
dialéctica, por usar un término tan repetido en nuestra educación escolarizada
en la isla: los amigos van y vienen; unos permanecen, otros se retiran, otros
nos sorprenden apareciendo como joyas nuevas en la edad madura. Hay algunos de
los que no tenemos noticias en años; otros a los que vemos diariamente, aunque
sea en las redes sociales, ese invento maravilloso de la época tecnológica.
Para mí, son un componente fundamental de mi existencia; son mi familia
elegida, compañía y amparo, ese grupo de soporte y de aliento que siempre está
cuando le necesito. Mis otros hermanos. Partes de mí.
Si quisieras rescatar de la
memoria esas personas que han sido fundamentales para la formación de tu personalidad,
tanto de la mujer como de la escritora que eres, ¿en quiénes piensas y por qué
razones?
Tal vez los primeros serían mis tíos
Noris y Pepín, con ese carácter siempre afable y simpático que les heredé, con
esa valentía que desafió su tiempo, y mi abuelo José, el asturiano —cabezón,
necio, atrabancado—, que me crió en esos años fundamentales de la primera
infancia. Mi hermana Ludmila (Piri) ha sido la compañera perenne; creo que los
momentos de complacencia y los de disgusto, con ella y en común, moldearon
mucho del carácter de las dos, nuestras certezas e incertidumbres. De mi abuela
Cristina siempre evoco el sentido del humor, el placer por la lectura y otras
circunstancias que, por menos favorables, también marcaron lo que soy. Mi mamá,
que a algunos podría haberles parecido demasiado permisiva, me enseñó —aun
desde sus silencios y sus dolores— que uno debe seguir el camino que elige sin
prestar demasiada atención a la maledicencia de los demás.
Si bien el componente escrutador y
cuestionante forma parte de mi personalidad, en la universidad, con Lino
Verdecia, mi asesor de tesis, reforcé esa responsabilidad de decir y defender
lo que pienso aunque el resto esté en contra. En aquel entonces, a veces sin
medir consecuencias; ahora, con los años, un poco más razonada y prudentemente.
Por esa época del despertar a la vida profesional, fueron importantes la
cercanía, los consejos, la guía y el aprendizaje con Pepe Fernández Pequeño,
Jorge Luis Hernández y Marta Mosquera. También la convivencia con los poetas y
demás artistas de la llamada Generación de los Ochenta, especialmente mis
compañeros de trabajo en la Casa
del Joven Creador, ese palacete casi mítico de San Pedro y Sol, en la habanera
Avenida del Puerto.
Debo confesar que gracias a ti,
al modo natural, abierto, libre en que te proyectas como ser humano, aprendí
que el más vital de los sentimientos humanos: el amor, cuando ocurre entre dos
personas del mismo sexo no es cuestión de “desviados” o “raritos”, como nos
metieron en las venas allá, en la
Cuba machista e intolerante en la que crecimos. Verte amar
con la misma naturalidad con la que yo lo hice y lo hago ha sido a lo largo de
estos años de amistad una hermosa lección de vida que te agradeceré siempre.
Pero, ¿cuánto de trauma y de liberación te ha traído el amor?
El amor me ha traído las mismas alegrías
y sinsabores que a cualquier otra persona; lo distinto en mi caso —si pudiera
llamársele distinto— es el destinatario —es decir, la
destinataria— de mis amores. Hay modos en mí que no puedo explicar, que
acontecen naturalmente en un dejarme fluir. No te diré que los inicios fueran
fáciles, pero no recuerdo haber tenido traumas internos, dudas, inquietudes
morales, confrontaciones íntimas. Los problemas eran externos: la familia, los
amigos, los vecinos, la escuela o el trabajo, la sociedad; cómo vivir aquello
que no era permitido ni bien visto, que debía ocultarse, disimularse,
camuflarse, porque siempre implicaba un riesgo, una pérdida inminente, una
espada de Damocles. Un peligro que iba más allá de mí misma, porque a cuántas
de mis amigas no les cuestionaron su sexualidad o las miraron con sospecha por
frecuentar mi compañía o visitar mi casa; cuántas y cuántos se alejaron cuando
“lo supieron”; cuántas y cuántos se entretuvieron especulando acerca de mi vida
privada y hasta trataron de “salvarme” o de limitarme espacios para que no
propagara ese mal ejemplo…
Pero yo no tengo remedio, hijo, y para mí
ha sido una liberación eso que la moda designó con el término salir
del clóset o del
armario. Es un alivio poder ser abiertamente como soy, y escribir y
hablar sobre eso, como los otros hablan de sus hijos, de sus maridos o mujeres.
Porque realmente no es tan distinto, si es que algo de distinto tuviera. Es
simplemente una vida. Como cualquier otra. Si alguien tiene problemas con eso,
son sus problemas, no los míos.
Odette Alonso Yodú, la
que escribe
El primer poema. ¿Recuerdas
cuándo y en qué circunstancias ocurrió?
Exactamente el primero, no. Recuerdo un
manojo de poemas estructurados en cuartetas, muy bien medidos y rimados, que le
escribí a una muchacha de la que estaba enamorada en el Preuniversitario. No
recuerdo si se los enseñé alguna vez. Los tenía escondidos dentro de un libro
en la gaveta de un escritorio abandonado en un rincón de mi casa. Cuando decidí
irme a La Habana ,
me deshice de muchos papeles viejos y “comprometedores” y entre ésos, fueron
destruidos aquellos poemitas.
Define poesía
La poesía es una cosmovisión y un modus
vivendi. Algo indefinible, indescriptible, que está dentro de mí,
en mi esencia. Una manera de mirar, de organizar mentalmente lo que veo, de
sentir y ya después de digerido todo esto, sólo después, una manera de
escribir.
¿Recuerdas el momento en que
escribiste el primer cuento? ¿Qué ocurrió que decidiste saltar de tu género más
“caminado”, la poesía, hacia el riesgo de escribir, como diría Cortázar, “una
novela depurada de ripios”?
Fue una tarde del verano de 1993 en el
apartamento donde entonces vivía, en la zona de Santa Mónica, Estado de México.
El primer párrafo de “Santa Fe” describe el ambiente real de aquella tarde:
“Llueve torrencialmente. Las gotas golpean el techo y la música sube de
volumen. Me sirvo un trago largo, como triple. Un ron añejo, color miel. Lo
huelo mientras veo la lluvia a través del cristal de la ventana“. Después de
haber hecho exactamente eso, me senté ante la máquina de escribir mecánica y
redacté de un tirón la primera versión de “Santa Fe” y a continuación, como
poseída por un frenesí, escribí, también sin interrupción, “Examen final”.
Ambos cuentos forman parte del que sería años después mi primer libro de
relatos, Con la boca abierta, y marcan las dos líneas que ha
seguido hasta ahora mi narrativa: historias y personajes ubicados en Cuba,
historias y personajes ubicados en México.
Ya te había dicho que hay modos en mí que
no puedo explicar, ese dejarme fluir. Así fue también el salto a la narrativa,
sin traumas ni cuestionamientos. Después he pensado, ya más
razonadamente, que las estructuras de la poesía no me permitían decir algunas
cosas de manera menos sintética y menos metafórica, que era una necesidad
explorar nuevas formas de decir, pero no fue, entonces, una decisión consciente
ni planeada.
Para hacer justicia a quienes
dicen que yo soy muy apasionado, repetiré aquí algo que ya he dicho y escrito:
tu novela Espejo de tres cuerpos es una de las mejores obras de tema lésbico
que he leído (y ya sabes que, como dice mi mujer, leo hasta durmiendo). Quiero
que lances tu mente a ese momento en que nació la idea y me digas qué
obstáculos creíste tener entonces para lanzarte de cabeza al género.
Fue en los primeros años del siglo.
Estaba fascinada con el “descubrimiento” de la narrativa y muy divertida
contrariando ciertos cánones y paradigmas. Tú que me conoces desde hace
tantos años, sabes que siempre he tenido una premisa que resumiré con esta
frase de Cristina Rivera Garza, una de mis más admiradas narradoras actuales:
“Si no es para cuestionarlo todo, ¿entonces para qué escribir?” En la búsqueda
de anécdotas provocadoras, que subvirtieran lo “aceptado” y pusieran en un
temblor a las buenas conciencias, se me plantó en la mente la imagen
del triángulo amoroso lésbico que es el centro argumental de Espejo
de tres cuerpos. Lo que pensé inicialmente como cuento, fue
convirtiéndose en novela ante mi propio asombro. Era como si los personajes me
tomaran de la mano y me llevaran adonde ellos querían o me empujaran sin
cortesía alguna. A veces pienso que fui simplemente su escribana. Pero me
divertí a mares escribiéndola.
Llama la atención que mientras
en tu obra poética hay un amplísimo muestrario de temas, asuntos, situaciones,
impactos íntimos o sociales, en tu obra cuentística y novelística publicada
parece que tu mirada se fija en un punto específico: el conflicto existencial
que genera en los seres humanos la intolerancia de nuestras sociedades hacia la
homosexualidad. ¿Cómo lo ves tú?
Ése ha sido un azar más editorial que
creativo. Con el boom de
la “cosa gay”, casas editoras especializadas en la temática se interesaron por
mi obra y le abrieron las puertas al poemario El levísimo ruido de sus pasos (Barcelona,
Ellas, 2005), la colección de cuentos Con la boca abierta(Madrid, Odisea, 2006) y la novela Espejo
de tres cuerpos (México,
Quimera, 2009). Mientras, cuando menos otro libro de cuentos, de “temas
varios”, Hotel Pánico, y una selección de crónicas publicadas
en el Parque del Ajedrez, duermen el injusto sueño de las gavetas desde hace
unos cinco años, sin que las editoriales a las que los he propuesto hallen los
patrocinios necesarios para dejarlos existir.
México es curiosamente un país
con índices de lectura muy bajos pero con una de las más ricas literaturas en
lengua española, una verdadera fábrica de excelentes escritores. ¿Qué
experiencia has tenido en relación con esa realidad?
Es un país con muchos contrastes y uno de
ellos es ése. Aunque pareciera que no, porque a estas alturas los esfuerzos van
dando frutos y porque no dejo de trabajar ni un instante, realmente ha sido muy
difícil insertarme en los circuitos culturales mexicanos. Alguna vez le decía a
un amigo que cuando uno emigra, tarda cuando menos una década en alcanzar el
nivel de trabajo y reconocimiento que tenía en el país que dejó. Y en un ámbito
tan competido como es la creación literaria, en un país con más de 100 millones
de habitantes, las puertas y los caminos no se le abren tan fácilmente a un
extranjero. Hay que picar piedra —y
sospecho que durante toda la vida— para tratar de paliar esa condición de
advenedizo, aunque siempre ha habido y habrá personas y grupos inclusivos y
solidarios.
Por ejemplo, no hay como las ferias del
libro —de las cuales se celebran decenas anualmente en todo México— para
constatar las cantidades asombrosas de personas que se interesan por la
literatura y la creación en sus más variados géneros. Desde hace seis años he
tenido la oportunidad y el privilegio de organizar en el marco de la Feria Internacional
del Libro del Palacio de Minería, la más importante de la ciudad de México y la
más antigua del país, un ciclo que incluye lecturas, charlas, debates y
presentaciones de escritoras latinoamericanas. Resulta siempre satisfactorio
ver cuántas personas, y sobre todo jóvenes, se acercan con respeto e interés a
las actividades y a las escritoras.
Específicamente en el
plano literario, intelectual, cultural, ¿qué enriquecimientos y qué pérdidas te
ha traído el exilio?
Ya lo he dicho en otras ocasiones, para
mí la migración —no sé si seguirle llamando exilio a estas alturas, con la
carga de resentimiento y pesimismo que envuelve a ese término— ha sido una
bendición, un beneficio, una fortuna. Soy ante todo, por encima de cualquier
otra cosa, una observadora, una viajera, una persona que necesita moverse
constantemente. Y la posibilidad de insertarme en otra realidad, que es a su
vez muchas realidades, me permite una amplitud de visión y análisis y una
multiplicidad de enfoques. Trascender no sólo el espacio geográfico, sino la
condición insular: me aburren las cosas de un solo color, de un solo tipo, de
un solo tono; he tenido y tengo parejas y amigos de distintas nacionalidades
con quienes comparto una riquísima convivencia intercultural, he podido acceder
a circunstancias, lecturas, viajes, que no habría podido tener —o hubiera sido
más difícil— en los marcos reducidos —no sólo topográficos— de la isla. Sin
México, no existiría la mitad de mi literatura, no tendría la mitad de mis
amigos, no conocería la mitad de lo que sé. Sin México, sin el exilio, no sería
la persona que soy.
Voy a mencionar,
intencionalmente en total desorden, algunos (sólo algunos) lugares, momentos,
ciudades, que bien sé, parafraseando a cierto poeta romántico, “pasaron
por tu vida”, con la intención de preguntarte qué quedó en ésa, tu vida, de ese
paso y qué personas te vienen a la mente cuando piensas en ello. Espero que no
hagas trampas y escribas lo primero que te vino a la mente:
Santiago de Cuba: el inicio de todo
Los años 80: la explosión
México, D.F., específicamente 1992, tu primer
día: llovizna sobre la
Catedral iluminada
España: el mar de Alicante, las calles de Madrid,
la bellísima Barcelona, Valencia tan parecida a Santiago, mis amigos
Los talleres literarios en Santiago: Aida Bähr
El Parque del Ajedrez: café y amistad
Casa Heredia: los talleres, la oficina, el patio
adoquinado, las galerías frescas
Premio 13 de Marzo 1986: el paquete con mis primeros libros en la
oficina de la FEU
de la Universidad
de La Habana
Casa de la UNEAC de Santiago: los balances de la entrada, La Jutía Conga
Premio Internacional de Poesía “Nicolás
Guillén” 1999: Insomnios en la noche del espejo, ¡por fin quedé conforme con ese libro!
Miami: la delicia de ese mar y los amigos
México, como experiencia de vida: enorme, insustituible, mi verdadera casa.
Para leer el dossier completo: OtroLunes número 23
3 comentarios:
Me gusta, me gusta mucho esta entrevista, como fue llevada y las respuestas que fluyen, manita. ♥
Leí en dos partes, la entrevista. Anoche y ahora.
Gracias.
¡Qué buena entrevista, amiguita! Claro que la gracia de la escritura es cuestionar, ya basta la otra parte de la vida para aceptar esto y lo otro. ¡Me encantan tus definiciones!
Cariños desde Taos...
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