miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus ratas

El 161 de East Street Bedminter, en Bristol



Esta mañana, mientras los 1,200 millones de católicos reconocidos, más los arrepentidos, los renegados y los curiosos tenían los ojos puestos en la chimenea de la Capilla Sixtina, recibí un mensaje desde el correo de mi amigo Rolando Córdoba que decía, a la letra:


 Espero que esto te llegue a tiempo, hice un viaje a Bristol, Reino Unido y se me fue robado el bolso con mi Pasaporte Internacional, Tarjetas de Crédito dentro. La Embajada está deseando ayudarme con dejarme tomar un vuelo sin mi Pasaporte, solo que tengo que pagar por el billete y cubrir las cuentas del Hotel. Para mi desgracia, no puedo acceder a mis fondos sin las tarjetas de crédito, ya contacte con mi Banco pero necesitan más tiempo para los procesos y así conseguirme uno nuevo. En esa inoportuna situación he pensado en pedirte un préstamo rápido de fondo que puedo devolverte tan pronto que regrese. necesito como 1200 euros para cubrir mis gastos. Te devolveré todo a mi regreso. Realmente necesito estar en el próximo vuelo. Si puedes obtener los fondos envíalos por Western Union eso será muy bueno porque es la mejor opción que tengo, Puedes Me dieron un carnet temporal en la Embajada así que eso no será un problema si tienes los fondos envíalos a traves de la oficina local de Western Union y en 20 minutos ya lo tendría aquí. es más conveniente para mí y Siento mucho cualquiera inconveniencia que podría causarle esto. Puedo enviarte los detalles en cómo hacer.
Espero ansiosamente tu respuesta.
Saludos.

En los últimos meses a otros cuatro amigos les han hackeado sus cuentas de Yahoo del mismo modo, por lo que no me resultó desconocido ni sorprendente el mensaje. Aunque, para ser justos, éste tiene menos faltas de ortografía y de concordancia; debe ser que los estafadores ya contrataron un asesor hispanoparlante. En ocasiones anteriores, les respondí con un par de blasfemias, pero como hoy la mañana tenía ese hálito de santidad, mientras mis amigos de las redes hacían sus apuestas acerca de la nacionalidad y la etnia del futuro pontífice, respondí a los bandoleros como si lo hiciera a mi amigo: “Rolo, dime adónde tengo que mandarte el dinero”.
En menos de lo que canta un gallo —ya ni digamos los tres gallos de Pedro antes de negar a Jesús—, entró la respuesta a mi bandeja de entrada:

Muchas Gracias. 
Puedes encontrar Western Union en cualquier oficina de banco o la oficina de correos cercano a ti. todo lo que necesitas es mi nombre completo y mi dirección abajo señalada: Aquí está la información que necesitas para
Nombre: Rolando Córdoba
Dirección: 161 East Street Bedminter Bristol, BS3 4EJ
Por favor mantenme informado.
Te estoy muy agradecido por la asistencia.


Como todo cibernauta que se respete, lo primero que hice fue buscar la dirección en los mapas de Google. Parada virtualmente frente a la fachada de ese Budget Boozer de la foto, observando con detalle los negocios aledaños y las ventanas de los pisos superiores —no fuera a ser que detrás de esa cortina corrida apareciera el rostro del malevo—, les respondí: “Dame tu segundo apellido, Rolando, porque no aceptan el depósito con uno solo”.
No tardé mucho en avisarle a la familia —que ya se había percatado del molesto suceso—, mientras les echaba un ojo a las caricaturas de los cardenales jugando a las sillas y del obispo que reclama quién echó a la urna un (premonitorio) voto a favor de Lionel Messi. Cuando volví al correo, ahí estaba: “Rolando Córdoba  fernando”, decía simplemente, minúscula incluida. Al instante respondí: “¿Fernando?... Pero Fernando no es un apellido... y recuerdo que tu segundo apellido era otro. Fernando debe ser tu segundo nombre, ¿no? Rolando Fernando Córdoba. Pero ¿cuál es tu segundo apellido?”
En ese momento salió el humito blanco del ya mencionado chacuaco y anunciaron que “Habemus papam”. Las redes sociales se saturaron de reverencias, bromas y nuevas especulaciones, porque aún tardarían largos minutos en decir el nombre del próximo ocupante del trono de Pedro. Y en lo que el tuit y el post iban y venían, llegó el nuevo mensaje de los chamacos de Bristol. Era contundente: “Este es mi nombre completo: Rolando Fernando Córdoba”.
Pero como para doblegar a un cubano sólo hace falta un equipo de beisbol holandés y estos inglesitos —o nigerianos, según dicen— no lo tenían, volví a la carga: “Pero falta tu segundo apellido, Rolo. Mándame tu segundo apellido que me lo están pidiendo”. Aquéllos respondieron: “segundo apellido : Jorge”. Y yo no me hice esperar: “¡Pero cómo va a ser Jorge un apellido! Jorge es otro nombre... Mira que tú tienes nombres, compadre, abusaron contigo tus papás. Mándame tu segundo apellido”.
En eso me escribió la hija del verdadero Rolando. Mientras me contaba lo disgustado que estaba su papá —el verbo, en cubano, era otro, menos correcto— porque los intrusos borraron su lista de contactos, anunciaron, a toda campanada, que el arzobispo de Buenos Aires, cardenal José Mario Bergoglio —con ese apellido tan indicativo de hacia dónde será conducida la cristiandad en este nuevo período—, se había convertido en Francisco I.
Alharaca mundial (o, al menos, occidental). Nacionalismos y regionalismos ondeando cual estandartes. Injurias y descalificaciones a diestra y siniestra. Esperanzas, decepciones, supuestas fotos comprometedoras y malbecsitos mendocinos. Todos dejando al descubierto su esencial adscripción católica aun desde la fervorosa negación de esa fe. Un Cristo lunfardo cebaba su mate cuando la alarma del correo me advirtió de la llegada de un nuevo texto: “Este es mi nombre completo :ROLANDO CÓRDOBA CABEZA”.
Las mayúsculas bailaron como grito histérico ante mis ojos. Estallé en una carcajada. Cabeza es lo que les falta a estos tipos, me dije y escribí: “¿No era Rolando Fernando Jorge Córdoba?... ¿Entonces ahora es Rolando Fernando Jorge Córdoba Cabeza?... La verdad es que ese nombre suena muy aristocrático”. Respondieron con toda contundencia, seguros de que al fin habían dado en el clavo: “Rolando Fernando Jorge Córdoba Cabeza es el nombre correcto”.
Llegó la hora de la comida y me entretuve entre la ingestión correspondiente y los chismes de la oficina. Los centros de trabajo son como la Curia romana: siempre hay alguien dispuesto a chingarte (joderte, aplastarte, desplazarte, sobajarte, difamarte, despojarte y vaya agregando los verbos que desee), y en el mío, sobran las ofertas y los intentos. Cuando volví a mi pantalla, desde el supuesto correo de Rolando preguntaban: “¿Has Podido enviar los fondos?” Y como ya venía bastante caldeadita, les respondí: “¡Qué descarados son ustedes! ¿Nunca han oído la canción Rata de dos patas de Paquita la del Barrio? Búsquenla en YouTube”.
Al momento en que pongo punto final a esta crónica, no han respondido. Debe haberles gustado la canción de la Paca o andarán buscando quien les traduzca la letra.