El día de ayer amanecimos, sorpresivamente, con una nueva configuración en la privacidad de Facebook. Usted tal vez diga: “¡Bah, pero qué importancia tiene eso!”… Pues fíjese que sí la tiene y le explico por qué: como evidentemente el público meta de las redes sociales son los jóvenes y adolescentes de los estratos más consumistas —sólo hay que ver la edad y procedencia de sus creadores—, para mantener cautiva su de por sí dispersa atención es imprescindible hacer modificaciones constantes —aun de lo que funcione con excelencia— para que no se aburran ni migren a otras redes.
Pero a los mayorcitos —los que no queremos quedarnos al margen del “progreso” porque ya se sabe que quien no está en las redes, no existe—, a los mayorcitos, decía, necesitados de estabilidades y tranquilidad espiritual, ese cambia cambia nos viene fatal. Nos pone en un nervio tener que aprendernos de nuevo para qué sirve cada botoncito, qué debemos apretar y qué no, cómo subir ahora los enlaces que antes eran tan fáciles, quiénes ven lo que ponemos y a quiénes debemos ocultárselo. Y como la vida tecnológica va celera y a galope, todo lo nuevo tenemos que aprehenderlo a una velocidad que, a nuestra edad, resulta casi criminal y, cuando menos, nos refuerza el insomnio.
No falta quienes se despierten a las tres de la mañana dudando si habrán apretado algo incorrecto en el nuevo diseño que, al actualizar el estado, pretende que agreguemos el lugar en donde estamos y los amigos que nos acompañan. Uno, que ha vivido vigilado toda la vida —por los padres, por las parejas, por el G2—, vocifera: “Bueno, chico, y a ti qué te importa”, pero acabas levantándote a revisar mil veces la “seguridad de la cuenta” y preguntándoles si se ve tal o cual cosa a todos los contactos que, a esa misma hora, están poseídos por la misma angustia.
No señor, no señora: no cuestionen, incrédulos y desafiantes, para qué sirve todo ese tira y jala. Las redes sociales son uno de los pocos medios para estar cerca, diaria e inmediatamente, de quienes están lejos en la geografía. ¿De qué otro modo podría saber con regularidad de mi gente de La Habana o de Miami, de Lacho que está en Madrid y Margarita en Normandía, de Guedea y Miriela que viven en Nueva Zelanda, de Aleisa en el Polo Norte o Damaris y Héctor en Chile? ¿Dónde, si no, puede uno preguntar en el momento en que lo necesite, sin estar sacando la cuenta de qué hora es en Europa, "Oigan, ¿en la menopausia da comezón en la espinilla o eso será otra cosa?", u "Oigan, ¿por dónde va el ciclón? ¿Ya está lloviendo allá?"... O compartir mensajes de urgencia como: "¡Júrenme que el Tylenol envenena! ¡Entonces ha sido un milagro que no nos hayamos muerto hace veinte años!"
Las redes sociales son como una fiesta donde están (casi) todos y quién puede decir que no es real si el encuentro se produce y nos hace felices o nos pone nostálgicos de verdad. Si las noticias y los rumores, como ése tremendo que anda circulando hace un ratito, llegan en un dos por tres a los más remotos confines del globo terráqueo. Además, son de lo más propicias para realizar círculos de estudio de la Esfera Ideológica donde se debata —con todo y acto de repudio incluido— temas tan capitales como quién tiene la razón, si Edmundo García o Pablo Milanés, o si Javier Sicilia debe o no darle de besos a los legisladores.
Por eso los cambios repentinos nos desestabilizan, nos hacen sentir nuevamente al borde de la orfandad y el abandono en que vivíamos antes de que las redes se inventaran. Cada uno tirado en su esquina del mundo, sin dinero para llamadas frecuentes y esperando por meses al correo postal. Por eso es impostergable tomar acciones drásticas e inmediatas. En otros tiempos llamaría al boicot, pero como me siento incapaz de dejar de usar Facebook, convoco entonces a una gran marcha mundial en las principales plazas de todo el universo y galaxias circundantes, para hacer valer nuestro derecho a la democrática libre expresión. Dejemos sentir nuestras voces indignadas. Gritemos: ¡Basta ya de aguantar imposiciones! ¡No queremos que cambien ni un pinche botoncito más sin consultarnos!
O exijamos que sin ningún tipo de discriminación, división ni menosprecio nos diseñen una plantilla especial para adultos. Y otra para adultos mayores. Y otra para personas con capacidades diferentes. Una para revolucionarios y otra para gusanos. Una para quienes creen que Fidel Castro acaba de morir, y otra para quienes tienen duda de que eso sea cierto. Una para radicales y otra para conservadores. Y con todo respeto a las diferencias y especificidades, una para gays y otra para lesbianas, una para bisexuales y otra para intersexuales, una para travestis, otra para transexuales y otra más para transgéneros. Una para sadomasoquistas y una para zoofílicos. Una para curas pederastas y otra para los montones y montones de pederastas que no son curas. Una para feministas y otra para lesbofeministas. Una para feministas autónomas y otra para lesbofeministas autónomas. Una para académicos y otra para protestantes. Y si queda todavía alguien sin mencionar, una más para heterosexuales normalitos. ¡A ver si puedes, Mark Zuckerberg (con ese apellido tan comprometedor)! ¡A ver si de verdad eres tan chingoncito, mijo!
Mexicanas y mexicanos feisbuqueros, hermanos y hermanas solidarios de todos los estados de la República y de todas las naciones, marchemos todos esta noche del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino. Digamos al muchacho de Facebook que “¡Ya basta!”
(Habrá base de taxis para los mayorcitos que no tengamos ganas de echarnos esa caminadota.)
Pero a los mayorcitos —los que no queremos quedarnos al margen del “progreso” porque ya se sabe que quien no está en las redes, no existe—, a los mayorcitos, decía, necesitados de estabilidades y tranquilidad espiritual, ese cambia cambia nos viene fatal. Nos pone en un nervio tener que aprendernos de nuevo para qué sirve cada botoncito, qué debemos apretar y qué no, cómo subir ahora los enlaces que antes eran tan fáciles, quiénes ven lo que ponemos y a quiénes debemos ocultárselo. Y como la vida tecnológica va celera y a galope, todo lo nuevo tenemos que aprehenderlo a una velocidad que, a nuestra edad, resulta casi criminal y, cuando menos, nos refuerza el insomnio.
No falta quienes se despierten a las tres de la mañana dudando si habrán apretado algo incorrecto en el nuevo diseño que, al actualizar el estado, pretende que agreguemos el lugar en donde estamos y los amigos que nos acompañan. Uno, que ha vivido vigilado toda la vida —por los padres, por las parejas, por el G2—, vocifera: “Bueno, chico, y a ti qué te importa”, pero acabas levantándote a revisar mil veces la “seguridad de la cuenta” y preguntándoles si se ve tal o cual cosa a todos los contactos que, a esa misma hora, están poseídos por la misma angustia.
No señor, no señora: no cuestionen, incrédulos y desafiantes, para qué sirve todo ese tira y jala. Las redes sociales son uno de los pocos medios para estar cerca, diaria e inmediatamente, de quienes están lejos en la geografía. ¿De qué otro modo podría saber con regularidad de mi gente de La Habana o de Miami, de Lacho que está en Madrid y Margarita en Normandía, de Guedea y Miriela que viven en Nueva Zelanda, de Aleisa en el Polo Norte o Damaris y Héctor en Chile? ¿Dónde, si no, puede uno preguntar en el momento en que lo necesite, sin estar sacando la cuenta de qué hora es en Europa, "Oigan, ¿en la menopausia da comezón en la espinilla o eso será otra cosa?", u "Oigan, ¿por dónde va el ciclón? ¿Ya está lloviendo allá?"... O compartir mensajes de urgencia como: "¡Júrenme que el Tylenol envenena! ¡Entonces ha sido un milagro que no nos hayamos muerto hace veinte años!"
Las redes sociales son como una fiesta donde están (casi) todos y quién puede decir que no es real si el encuentro se produce y nos hace felices o nos pone nostálgicos de verdad. Si las noticias y los rumores, como ése tremendo que anda circulando hace un ratito, llegan en un dos por tres a los más remotos confines del globo terráqueo. Además, son de lo más propicias para realizar círculos de estudio de la Esfera Ideológica donde se debata —con todo y acto de repudio incluido— temas tan capitales como quién tiene la razón, si Edmundo García o Pablo Milanés, o si Javier Sicilia debe o no darle de besos a los legisladores.
Por eso los cambios repentinos nos desestabilizan, nos hacen sentir nuevamente al borde de la orfandad y el abandono en que vivíamos antes de que las redes se inventaran. Cada uno tirado en su esquina del mundo, sin dinero para llamadas frecuentes y esperando por meses al correo postal. Por eso es impostergable tomar acciones drásticas e inmediatas. En otros tiempos llamaría al boicot, pero como me siento incapaz de dejar de usar Facebook, convoco entonces a una gran marcha mundial en las principales plazas de todo el universo y galaxias circundantes, para hacer valer nuestro derecho a la democrática libre expresión. Dejemos sentir nuestras voces indignadas. Gritemos: ¡Basta ya de aguantar imposiciones! ¡No queremos que cambien ni un pinche botoncito más sin consultarnos!
O exijamos que sin ningún tipo de discriminación, división ni menosprecio nos diseñen una plantilla especial para adultos. Y otra para adultos mayores. Y otra para personas con capacidades diferentes. Una para revolucionarios y otra para gusanos. Una para quienes creen que Fidel Castro acaba de morir, y otra para quienes tienen duda de que eso sea cierto. Una para radicales y otra para conservadores. Y con todo respeto a las diferencias y especificidades, una para gays y otra para lesbianas, una para bisexuales y otra para intersexuales, una para travestis, otra para transexuales y otra más para transgéneros. Una para sadomasoquistas y una para zoofílicos. Una para curas pederastas y otra para los montones y montones de pederastas que no son curas. Una para feministas y otra para lesbofeministas. Una para feministas autónomas y otra para lesbofeministas autónomas. Una para académicos y otra para protestantes. Y si queda todavía alguien sin mencionar, una más para heterosexuales normalitos. ¡A ver si puedes, Mark Zuckerberg (con ese apellido tan comprometedor)! ¡A ver si de verdad eres tan chingoncito, mijo!
Mexicanas y mexicanos feisbuqueros, hermanos y hermanas solidarios de todos los estados de la República y de todas las naciones, marchemos todos esta noche del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino. Digamos al muchacho de Facebook que “¡Ya basta!”
(Habrá base de taxis para los mayorcitos que no tengamos ganas de echarnos esa caminadota.)
19 comentarios:
Y una para mí, que he entrado varias veces hoy y no me he dado cuenta de nada nuevo en fb.
Jajajaja...realmente deliciosa esta entrada, Odette!!, como me he divertido! Suscribo completamente y, para que no haya duda, esta noche marcharé virtualmente hacia el Zócalo... ah y disfrutando la "caminadita" para que este muchacho de tan comprometedor apellido no vaya a pensar que nuestras exigencias se deben a que estamos pa' taller. Punto y firmo &:o)
Ay, no por tu vida, que tendria que abrir muchas cuentas. Besos.
ay, ay, ayyyy... que se le apodero a la odette el espiritu inconforme de los revolucionarios subversivos, de los irreverentes, de los que van contra la normalizacion... señores, ahora que llego la goleta a reforzarnos gritemos: Por santiago!!! y huyamos, que caray!!!
Zuckeberg te va a contratar por generar posibilidades de empleo en su empresa, niña.
Me he reído tanto! Gracias por la carcajada. Y un beso.
Bueno, yo lo único que puedo hacer es ir a encuerarme en protesta al boulevard de Chetumal, frente a la Explanada de la Bandera. Quedan todos invitados al espectáculo! (YO) (Normis, obviamente)
Me he diertido tanto que me apunto pa los taxis, jajajaja.
Me has hecho reir.
Yo, la verdad, que cuando me joden mucho con los cambios, abandono y
paso a otra cosa. O sea, que, de cierta manera, hago como los
jovencitos. Jajaja. Pero tienes razon...
abrazos,
W.
Ay, amiga, me reí con tu texto. Muchas gracias. Ahora bien, yo soy de los que “no existen”. Huyo de las redes sociales cuanto puedo. Así que no sé si compadecerme o compadecerte… o seguir en este placentero no-ser (que rompo, por ejemplo cuando te leo) calladito y escondido... Decidido: sigo aquí, en la Castilla profunda, parafraseando al poeta: “en este mundo que no sabe de sí, puesto tranquilo sencillamente a no ser”. Te abrazo. Jorge
Bella:
Sabias palabras sobre el "cambia cambia" de Feis. Yo he considerado abandonarlo...
gracias por tus reflexiones,
tu lector
Comparto contigo, Odette, que el F:B. es un lugar que nos permite estra intercomunidos, y eso es grandiso...tuve noches de insomnio en que me levante y siempre alguien encuentro para un chateo, o subo material o visito a alguien. ¿cuales son los cambios q quieren hacer?
Me sumo a la movida de:NO LOS CAMBIOS EN FACE?
Quisiera subir este comentario tuyo a mi muro¿ como¿ Copie y pegue?
Abrazos,
Silvia Loustau
Estás de matar !!! Aquí la Cami y yo nos matamos de la risa. Besos.
Jajaja me mataste con lo del Tylenol, simplemente genial!
¡Muy bien dicho, amiguita! Me he reído cantidad pero también reconozco que te sobran razones. Yo soy medio brutica pa esas cosas y cada vez que hacen un cambiio nuevo (cada vez que orinan, supongo) me sacan de paso. ¡Avísame dónde está la base de taxis!
Muakisses taoseños...
Cuanta razon tienes Odette, yo no quiero cambios, no quiero mas cambios en mi vida. Basta, me gusta Facebook tal y como es, donde tiene que haber cambios es en otra parte. Y todos sabenmos donde.........
Eso, Odette, ¡todos contigo! "El solar" que lo dejen tal cual, nada de arreglos ni chuminadas varias cada dos por tres.
Ahora si, doblada de la risa pero tienes razon que esta muy mal que cambien tanto la botica...jajja besos
Muy buen artículo, Od, me encantó la escalada final jajajajajajaja...
Odette, yo debo de picar el botón de "Me gusta", pero aquí no hay. Aunque con todo y que me gusta, no comparto. Me divertí mucho leyéndote, pero la parte que no me gusta es la de pedir que haya tipos de cuentas para dividir en grupos a lo que ya de por sí cuesta mantener unido. Es como esos camiones rosas que van por la ciudad llevando señoras. Si lo sabroso de la vida es que haya variedad, ímaginate que luego todo sea seccionado y que sólo hablaramos de unos mismos temas porque sólo somos heteros, o gays, o pintores, o correctores; no no, qué flojera, eso de las etiquetas no me va. En cuanto a los cambios en el FB, yo nomás les hago caso cuando llego a la circunstancia de utilizar alguno de los chunches esos... en fin, yo me sigo divirtiendo contigo, en el FB, y en este parque que no conocía. Acá en mis choriceros pagos (Toluca) hay un lugar llamado Parque de la Senectud, es chiquito y muy avant-garde: es un parque con una cúpula, mesas de piedra con tableros de ajedrez, unos bancos hechos de fierros viejos, y un zaguán a mitad del parque, que no impide el paso a nada porque no hay paredes, pero en el que es bonito jugar a que tocan el timbre y abrirle a tus amigos. Deja tomo unas fotos y te las mando. Abrazos feisbukeros... ;)
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