Kingsley y Cruz en Elegy
No me canso de preguntarme quién le pone los títulos en español a las películas gringas, dónde ocurre ese proceso macabro y distorsionador. Con qué criterios, con qué ética, con qué compromiso, con qué respeto al arte, ese funcionario, empleado de distribuidora o comité acometen su materia de trabajo. ¿Nadie los supervisa?
El domingo fuimos a ver La elegida, nueva película de la catalana Isabel Coixet —antes, La vida secreta de las palabras (2005) y Mi vida sin mí (2003), entre otras—, con Ben Kingsley y Penélope Cruz. Lo primero que me llamó la atención mientras buscaba en internet los horarios y cines más convenientes, fue que tiene dos trailers: uno hace énfasis en la vejez; el otro, en la seducción… Y había algo con el título; nos lo advirtió un comentario amigo… Pero en fin, allí estábamos, acomodados en las lunetas de piel del Cinemark. Pasaron casi dos horas interminables, salieron los créditos, bajé los escalones en penumbra y salí a la luz atribulada, confundida. Algo se me había escapado. Qué me quisieron decir. No encontraba los mensajes o eran tantos que no podía diseccionarlos.
La mayoría del gran público no es muy dado a la percepción integradora y analítica. Esa capacidad del cerebro humano se ha ido perdiendo. La gente —no sólo en el cine— mira pero no ve; ríen o lloran pero no se cuestionan las causas. Llegan a creer que lo hacen por “los otros”, los del filme; ni siquiera relacionan esas reacciones consigo mismos. Las imágenes pasan ante sus ojos como aguacero; sin consecuencias. Hablan de los personajes en tercera persona; se quedan con las impresiones más primarias; no reflexionan en los mensajes. Muchos dicen abiertamente que al cine se va a entretenerse, no a pensar.
Así, les da lo mismo que la película se llame La elegida o Recuerdos felices de Constantinopla. No necesitan el título, les vale madres; sólo ven desfilar los planos como autómatas y se los tragan cual agua simple, sin apenas degustar. Pero algunos tenemos la desgracia —¿debería decir suerte?— de “meterle coco” a todo y yo salí de allí sin haber entendido la película. No puede llamarse La elegida, me decía, porque para lo único que ha sido elegida Penélope en los últimos tiempos es para ganarse el Oscar por aquella María Elena, divina y loca, de Vicky, Cristina, Barcelona y no por esta Consuela Castillo, cubanita a medias, empezando por el nombre en femenino.
No pude evitar, antes de dormirme, revisar los dos diccionarios de inglés que tengo en casa, a todas luces muy malos porque el término elegy no aparecía. Entonces, les mandé sendos mensajes a Mabel y Manolo preguntando el significado de esa dichosa palabra en el idioma del enemigo. Como soy obsesiva compulsiva y perfeccionista, y no puede quedarme ningún cabo suelto en esta vida, desperté enganchada en lo mismo. No puede ser La elegida, insistí mientras el agua tibia del baño mojaba mi cabeza dura. Si acaso El elegido. Tal vez El elegido. Porque a David Kepesh, el personaje de Kingsley, lo escogen su alumna y su amante ocasional, su hijo para pedirle consejos, su mejor amigo para que presente su recital de poesía, Consuela para que haga las fotos, el autor de la novela —Philip Roth, El animal moribundo— y la realizadora del filme para que cuente la historia…
De pronto, como si el agua sobre mi cuerpo despertara al fin los sentidos adormilados, resplandeció la idea. ¡Elegía, coño, se llama Elegía!... ¡Claro, elegy es elegía! Entonces todo tuvo sentido, la película se reacomodó en mi cabeza (dura) y todos los mensajes saltaron a la vista. Es eso, una elegía: el tono, el ritmo. Un canto a todas las pérdidas del ser humano: el matrimonio, la juventud, la seguridad, el amor, los amigos, la salud, la integridad del cuerpo. Corrí a la computadora: allí estaban las respuestas de Mabel y Manolo confirmándomelo. Elegía, ¡eso!
Entonces me imaginé a todo el comité traductor preguntándose qué chingados es una elegía y a quién puede interesarle una película que se llame así... “¿Cómo le hacemos, jefe?”, preguntaría el súbdito. Y el gordo, que seguramente lo es: “A ver, ¿no dicen que esa española ojona se ganó un Oscar y que está bien buena?...” Grandes asentimientos de los otros. “Entonces tiene que ser algo que la destaque a ella, que además es latina… ¿Cómo dicen que se llama la película?” “Elegy”… “Ah pendejos, La elegida, a eso suena, ¿no? ¡Vamos a ponerle La elegida! Qué importa si no es ella la protagonista”... Punto final y a echarnos unas chelas… O unas cañas allá en la Madre Patria, donde también se llama La elegida. Que mira que la Pe sí es de ellos… suyita suyita. Y podían haberla llamado Las tetas de Penélope si hubieran querido, así que ya basta de crítica advenediza.
Pues sí, queridos, los que traducen el título de las películas, los que hacen las sinopsis para las cajitas de venta o renta, ni siquiera las ven… o les vale un reverendo cacahuate. Son oficinistas mal pagados y mediocres a los que no les gusta el cine pero ésa es la chamba que les consiguieron. La elegida o Elegía, ¿qué más da? ¿Hay alguna diferencia más que la comercial? Porque, como me decía Manolo, seguramente si traducen Elegía buena parte del gran público se quedaría como pescado en tarima, tentado a no comprar la entrada aunque fuera Penélope.
¡Pues qué vivan el comercio y el valemadrismo! Así vivimos mejor. Sin preocuparnos ni pensar.
No me canso de preguntarme quién le pone los títulos en español a las películas gringas, dónde ocurre ese proceso macabro y distorsionador. Con qué criterios, con qué ética, con qué compromiso, con qué respeto al arte, ese funcionario, empleado de distribuidora o comité acometen su materia de trabajo. ¿Nadie los supervisa?
El domingo fuimos a ver La elegida, nueva película de la catalana Isabel Coixet —antes, La vida secreta de las palabras (2005) y Mi vida sin mí (2003), entre otras—, con Ben Kingsley y Penélope Cruz. Lo primero que me llamó la atención mientras buscaba en internet los horarios y cines más convenientes, fue que tiene dos trailers: uno hace énfasis en la vejez; el otro, en la seducción… Y había algo con el título; nos lo advirtió un comentario amigo… Pero en fin, allí estábamos, acomodados en las lunetas de piel del Cinemark. Pasaron casi dos horas interminables, salieron los créditos, bajé los escalones en penumbra y salí a la luz atribulada, confundida. Algo se me había escapado. Qué me quisieron decir. No encontraba los mensajes o eran tantos que no podía diseccionarlos.
La mayoría del gran público no es muy dado a la percepción integradora y analítica. Esa capacidad del cerebro humano se ha ido perdiendo. La gente —no sólo en el cine— mira pero no ve; ríen o lloran pero no se cuestionan las causas. Llegan a creer que lo hacen por “los otros”, los del filme; ni siquiera relacionan esas reacciones consigo mismos. Las imágenes pasan ante sus ojos como aguacero; sin consecuencias. Hablan de los personajes en tercera persona; se quedan con las impresiones más primarias; no reflexionan en los mensajes. Muchos dicen abiertamente que al cine se va a entretenerse, no a pensar.
Así, les da lo mismo que la película se llame La elegida o Recuerdos felices de Constantinopla. No necesitan el título, les vale madres; sólo ven desfilar los planos como autómatas y se los tragan cual agua simple, sin apenas degustar. Pero algunos tenemos la desgracia —¿debería decir suerte?— de “meterle coco” a todo y yo salí de allí sin haber entendido la película. No puede llamarse La elegida, me decía, porque para lo único que ha sido elegida Penélope en los últimos tiempos es para ganarse el Oscar por aquella María Elena, divina y loca, de Vicky, Cristina, Barcelona y no por esta Consuela Castillo, cubanita a medias, empezando por el nombre en femenino.
No pude evitar, antes de dormirme, revisar los dos diccionarios de inglés que tengo en casa, a todas luces muy malos porque el término elegy no aparecía. Entonces, les mandé sendos mensajes a Mabel y Manolo preguntando el significado de esa dichosa palabra en el idioma del enemigo. Como soy obsesiva compulsiva y perfeccionista, y no puede quedarme ningún cabo suelto en esta vida, desperté enganchada en lo mismo. No puede ser La elegida, insistí mientras el agua tibia del baño mojaba mi cabeza dura. Si acaso El elegido. Tal vez El elegido. Porque a David Kepesh, el personaje de Kingsley, lo escogen su alumna y su amante ocasional, su hijo para pedirle consejos, su mejor amigo para que presente su recital de poesía, Consuela para que haga las fotos, el autor de la novela —Philip Roth, El animal moribundo— y la realizadora del filme para que cuente la historia…
De pronto, como si el agua sobre mi cuerpo despertara al fin los sentidos adormilados, resplandeció la idea. ¡Elegía, coño, se llama Elegía!... ¡Claro, elegy es elegía! Entonces todo tuvo sentido, la película se reacomodó en mi cabeza (dura) y todos los mensajes saltaron a la vista. Es eso, una elegía: el tono, el ritmo. Un canto a todas las pérdidas del ser humano: el matrimonio, la juventud, la seguridad, el amor, los amigos, la salud, la integridad del cuerpo. Corrí a la computadora: allí estaban las respuestas de Mabel y Manolo confirmándomelo. Elegía, ¡eso!
Entonces me imaginé a todo el comité traductor preguntándose qué chingados es una elegía y a quién puede interesarle una película que se llame así... “¿Cómo le hacemos, jefe?”, preguntaría el súbdito. Y el gordo, que seguramente lo es: “A ver, ¿no dicen que esa española ojona se ganó un Oscar y que está bien buena?...” Grandes asentimientos de los otros. “Entonces tiene que ser algo que la destaque a ella, que además es latina… ¿Cómo dicen que se llama la película?” “Elegy”… “Ah pendejos, La elegida, a eso suena, ¿no? ¡Vamos a ponerle La elegida! Qué importa si no es ella la protagonista”... Punto final y a echarnos unas chelas… O unas cañas allá en la Madre Patria, donde también se llama La elegida. Que mira que la Pe sí es de ellos… suyita suyita. Y podían haberla llamado Las tetas de Penélope si hubieran querido, así que ya basta de crítica advenediza.
Pues sí, queridos, los que traducen el título de las películas, los que hacen las sinopsis para las cajitas de venta o renta, ni siquiera las ven… o les vale un reverendo cacahuate. Son oficinistas mal pagados y mediocres a los que no les gusta el cine pero ésa es la chamba que les consiguieron. La elegida o Elegía, ¿qué más da? ¿Hay alguna diferencia más que la comercial? Porque, como me decía Manolo, seguramente si traducen Elegía buena parte del gran público se quedaría como pescado en tarima, tentado a no comprar la entrada aunque fuera Penélope.
¡Pues qué vivan el comercio y el valemadrismo! Así vivimos mejor. Sin preocuparnos ni pensar.
11 comentarios:
Efectivamente, mi estimada Odette, Elegy significa elegía, que significa: "A mournful poem; a lament for the dead"
En lo personal no me extraña la bárbara costumbre de cambiarle el título a las películas en México. Más bien, me sorprendería que ya no lo hicieran. Pues eso es tan cotidiano, que por ejemplo cuando aparece la estupenda "Thelma & Louise" (Ridley Scott, 1991. Con Susan Sarandon, Geena Davis, Harvey Keitel), los cultos distribuidores mexicanos no tuvieron empacho en llamarla "Un final inesperado" quitando toda la emoción y el elemento sorpresa a la mencionada película, puesto que nos decían el final. Los muy brutos. Así podría mencionar un rosario de películas que han sufrido la desgracia de ser renombradas con títulos totalmente desafortunados. Sin embargo, para paliar de algún modo dicha situación, quisiera mencionar un cambio de nombre a una película gringa, que me parece un feliz acierto en este desierto de imaginación. "Soylent Green" (Richard Fleischer, 1973. Con Charlton Heston, Leigh Taylor-Young, Chuck Connors). Película de ciencia ficción que ahora con el calentamiento global es toda una realidad, cuyo título en inglés fue cambiado por el de "Cuando el destino nos alcance". Como decía me pareció un fabuloso acierto este nombre en español comparado con el de "soylent green", que es intraducible, o que algún despistado podría traducir como "las galletitas verdes de alto valor nutritivo hechas de algas" (si han visto la película sabrán de que hablo). Pero bien, como mencionas la cultura cinematográfica del mexicano promedio se podría reducir a ser "expertos películas que me entretengan y me hagan pasar un buen rato”. Lamentable.
Si Frank, el del comentario anterior, es mexicano, su comentario no me molesta. Pero si no lo es, le pediría que repasara también a los otros, no solo latinos sino también de todas partes. El mal del que se habla es un mal común, que va más allá de una mala traducción. Perdona que responda así, pero me molestan esos comentarios cuando estamos llenos de gente que no piensa, que no ve más allá de sus narices. Y ésos, amigo mío, no son solo los pobres mexicanos... los muy brutos, dice él.
Otra cosa, Odette, cuando esos diccionarios no tengan una palabra, búscala en wordreference.com, allí aparecen no solo palabras sueltas sino también unidades fraseológicas.
http://www.wordreference.com/es/translation.asp?tranword=elegy
Saludos,
Marlenys Villamar
Bueno, amiga mía, primero decir que me encanta Penélope, a quien, por cierto, le pusieron ese nombre por la canción de Serrat --así lo dijo ella en alguna ocasión-- seguramente sin que sus padres tuvieran ni puta idea de la ascendencia clásico-mitológica del nombre. Me encanta a pesar de que aquí en España se le mira de reojo, se le acusa de ser una astuta "trepa". Yo creo que además de ser guapísima tiene talento, aunque el papel por el que finalmente le dieron el Oscar me parece uno de los menos encomiables de su carrera. Creo que sobreactúa descaradamente en esa película. Pero bueno, ése no es el tema de hoy. Yo no vi la película a la que te refieres, pero me ha causado mucha gracia lo que cuentas. Lo de la traducción de las películas es tremendo en todos los sitios. Hay películas clásicas que no reconoces aquí en cartelera porque su nombre nada tiene que ver con el nombre con el que las vimos en Cuba. Por ejemplo: el clásico de Billy Wilder: "Algunos prefieren quemarse" en España se llama "Con faldas y a lo loco". No veas qué trabajo pasé cuando intentaba hablar de esa película con un amigo español hace ya muchos años. Las traducciones de los títulos son, cuando menos, curiosas. Y es cierto, nunca sabes quién, ni con qué motivo, se toma tales licencias. En fin, refrescante tu texto de hoy. Gracias como siempre. Te abrazo.
Jorge
OMG! que horror!
despues de todo me has hecho reir. me parecia ver al team discutiendo como le ponian.
un abrazo,
vero
mi querida odette, dime cuándo han tenido la gracia de traducir bien los títulos de las películas?
además, pocas veces el oscar es dado en el momento y actuación debida, casi siempre es porque "se lo debían".
abrazos y saludos
jetzabeth
Estimada Odette:
Mientras te leo siento como si la lluvia me empapara. Y me pregunto porqué te inquieta que a la gran mayoría de los públicos poco le preocupen los agujeros de sus respectivos paraguas de gramáticas nacionales cuando entran al cine y dejan que "las imágenes pasen ante sus ojos como aguacero".
La situación se explica por si misma y es obvia. Está frente a nuestros ojos y oídos siempre: las excelencias del lenguaje -en todas sus formas literarias, todas- poco o nada puede hacer para emular las de "el primer sistema de señales", de cuyos cinco sentidos, "el cine" -hoy por hoy plebeyizado audiovisual-, se beneficia usando, para "comunicaformarnos" los dos con los que la literatura pretenden "comunicaeducarnos".
El primero lo consumimos mediante un ilusorio "estado puro de la realidad" -parece que Penélope y Kingsley están ahí y podríamos tocarlos-. La segunda implica una dificultad: necesita que, en la "percepción integradora y analitica" del consumidor -que todos tienen a su modo y en la proporción de su experiencia propia-, posea alguna sontonía con la del "autor" -en varios niveles, comenzando por la lengua-, y demanda del receptor trabajo de "representación simbólica" en la sala de cine que es su cerebro. La elección entre ambos placeres -audiovisual y literario-, es, básicamente, asunto de economía energética humana que alguien -no precisamente agente de bolsa-, definió así: "una imagen vale más que mil palabras".
De todas maneras no hay que preocuparse porque cada día que pasa los públicos van descubriendo cada vez más que "el conocimiento" (valor real que todos anhelamos y buscamos porque nos libera, totalmente, de esa carga insostenible que son las ignorancias del poder que presentimos limitándonos en todo lo que queremos), que nos hace "ricos" a pesar de las muchísimas y variadas formas de pobreza o riqueza personal, se adquiere en cualquier de los mercado donde se distribuyen "productos de lenguaje" y que lo más importante es que ese mercado sea libre y organizado con todos y para el bien de todos.
Abro la sombrilla y voy a hacer la compra. Tendré que fijarme en los precios porque estamos a fin de mes y ya sabes, nunca alcanza.
Admiro tus inquietudes, a pesar de su obviedad. Por una razón sencilla: las expresas con sabiduría y elegancia.
LB
NO hay que maltratar el cerebro de Odette que despues escribe de forma brillante y descarnada las palabras correctas.
NO he visto la pelicula, querida mia, pero a la bella Penelope le va muy bien hacer la publicidad de las tiendas Mango en todo Madrid y soy de las que comprobaron que en su tierra, ha olvidado la copla que le dio vida...-zumba que puya, ja-
Eso si, te recomiendo ver la pelicula alemana La ola, y despues hablamos...
UN abrazo
Genial artículo, mi volcánica y reflexiva Odette... ¡Llevo AÑOS queriendo escribir sobre este tema! (Desde que estaba en Alemania, y eran los burrrócratas y mercachifles de turno --estos, teutones, aunque puede que alguna tetona teutona también...-- los que se encargaban de joder a diestra y siniestra las pelis con sus "tradicciones"). Y, efectivamente, hay al menos un caso en que colaron el NOMBRE del actor principal en el título-gancho. Así, a lo jápi. Ante lo cual sólo podemos exclamar, rendidos una vez más ante la indoblegable y globalizada estupidez humana: "De pinga el caso".
Una de mis "antifavoritas" de entonces es "Six Degrees of Separation", a la cual los degenera'os de turno rebautizaron como "Das Leben, ein Sechserpack" ("La vida, un paquete de seis") - evocadora de todo lo que NO TIENE NADA que ver con el original: comenzando con los paquete-ahorro de seis cervezas que deben haber bebido los muy.
Besos.
Odette, estoy muerta de risa letyendo tu post. Ya veo a los chicos del equipo (que pudieran ,muy bien ser cubanos igual) teniendo esa jugosa discusion. Siempre medivierto muchisimo con los subtitulos traducidos porque ponen horrores. Precisamente con otra peli donde salia Penelope Cruz, Volver, hay una parte es que ella dice" Que me toquen el fandango", (algo asi como no me jodan, supongo) y aqui la tradujeron let's dance!
Gracias Odette.
Te leo siempre
Un abrazo
imaginate lo que pueden hacer esos animales con la poesia...
tengo que ver el cine de Coixet, es un capitulo pendiente para mi...
tradutore, traditore, pero este es tradutore, bestiatore...
besos, mi amol, siempre a tu servicio,
m
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