Que cada sociedad crea a los individuos que necesita para sobrevivir, leí hace unos días en algún texto; los mismos días en que un buen amigo volvió de su viaje a Cuba y me contó, con asombro y desencanto, sus experiencias en la isla. Había ido en misión de trabajo por lo que, a su regreso, debía traer el dinero resultante de sus negocios y lo que sobraba de viáticos, así que entró a una de las principales Cadeca [casa de cambio] a convertir a pesos mexicanos sus CUC—esa moneda inventada—. Como es de suponer, allí no tenían la cantidad suficiente de dinero azteca, por lo que mi amigo decidió, después de algunas consideraciones, hacer el cambio a dólares.
Para esos asuntos hay que estar muy despierto y mi amigo, previéndolo, había anotado en un post it la cantidad de CUC que cambiaría. Pero el papelito engomado se quedó pegado en otro lado cuando sacó el dinero. La muchacha que lo atendía le preguntó la cantidad y él no sólo dudo, sino que olvidó el papelito en cuestión y la cifra allí escrita. “Hágame el favor de contarlo usted”, le pidió a la joven. Y la joven contó, volvió a contar y finalmente le dijo: “Al cambio, son tantos dólares”. A mi amigo le pareció menos de lo que esperaba, pero tomó su dinero y le pidió un comprobante. Aquélla cortó con una regla un pedazo de papel y escribió a mano: “700 y tantos CUC = 700 y tantos dólares”, firmó y le puso el sellito de la Cadeca. Mi amigo preguntó si eso era un comprobante válido y la mujer le respondió que hasta el día siguiente no tendrían sistema, por lo que no podía imprimírselo en la máquina oficial. Como en Cuba todo es más o menos así, tomó el papel, salió de la oficina y se dirigió a su hotel disfrutando el vientecillo que sube desde en Malecón en esa zona de El Vedado.
Al llegar a la habitación y vaciar la bolsita, salió, travieso e intrigoso, el post it de marras. El número anotado no era ni remotamente el que le dio la señorita. Faltaban casi 200 CUC. “No es posible”, dijo mi amigo agarrándose la cabeza con ambas manos y sintiendo una apretazón en el pecho y el estómago. “Bien que te pase, por pendejo” y arremetió con otras linduras de las que dispara uno contra sí mismo en esos casos. Entonces decidió no decirle a nadie y pagar lo que aquella muchacha le había sustraído. Pero cuando el elevador se abrió en el lobby, lo primero que le dijo al amigo que lo esperaba fue: “Me robaron” y detalló la historia. Aquél, cubanísimo, concluyó que eso no podía quedarse así y salió como un rayo fulminante para la casa de cambio.
El escándalo no se hizo esperar: que él sí vive allí y sabía perfectamente lo que estaba pasando; que no quería perjudicar a la cajera porque sabe que todos necesitamos el trabajo, pero si ese asunto no se resolvía de inmediato, tendría que presentar una denuncia a la oficina central (o como se llame la instancia superior). Que se acordaran de la reciente redada en que habían sido detenidos y encarcelados varios empleados de Cadeca acusados de ladrones. A esas alturas ya estaba allí, lívida como cómplice hoja de papel y más callada que un sepulcro, la responsable de aquella casa de cambio. Los dos policías de la puerta la habían cerrado con llave para evitar que entrara alguien más. A mi amigo le temblaban las piernas y posiblemente a la muchacha de la caja también porque, sin chistar, agarró un fajo de billetes y contó, uno a uno, los que habían faltado en el primer cambio. A continuación imprimió, en la máquina que no serviría hasta el día siguiente, un flamante comprobante con todas las de la ley.
Al salir de la oficina, aliviado y asustado en igual proporción, mi amigo oyó a un par de paisanos hablando de acera a acera, como se acostumbra allá. Quién sabe a qué se refería, pero uno le gritaba al otro: “Por eso este país está como está, mi hermano”, y aquél le respondía con los ojos mirando al cielo y ambos brazos abiertos como los del alma mater. “Compadre, ¡somos felices aquí!”
Al mediodía siguiente mi amigo bajó al lobby con todas sus pertenencias para hacer el check out. El señor maduro de la carpeta, siempre tan amable y decente, le indicó que debía pagar las llamadas telefónicas realizadas desde la habitación. Él había dejado 20 CUC como depósito; el cambio debía ser de 13.40. El hombre dio unos cuantos dedazos en la computadora, imprimió los comprobantes de sus gastos de estancia y se los entregó junto con 40 centavos de CUC. Mi amigo se quedó mirándolo con la mano extendida y el aquél, sonriente, le dijo: “¿En qué más puedo ayudarlo, señor?”. “Falta cambio”, le respondió, y el hombre tan amable de muy mala gana sacó de debajo del mostrador los 13 CUC que ya había separado y se los dio sin decir palabra, dándole la espalda.
Salió del hotel, todavía un poco perturbado, y abordó un taxi. El chofer preguntó, amistoso: “Muchachos, ¿cuánto les cobran al aeropuerto?” y el amigo cubano, conocedor de ese tipo de negociaciones, respondió de inmediato: “Siete pesos”. El taxista empezó a proferir raros sonidos, del tipo duda o protesta, que terminaron en cuanto el amigo señaló el taxímetro y le dijo: “Tú pon ahí lo que te dé la gana; nosotros te damos siete pesos”. Entonces el hombre volvió a sonreír y hacer chistes, sobre todo después que detuvo el medidor en 1.50 CUC.
Ya en la terminal aérea, se apresuraron a documentar en el mostrador de Mexicana para que les quedara tiempo de compartir un par de cervecitas. La dependienta, cubana, le advirtió que llevaba exceso de peso. Él asintió: “No hay problema”; su empresa había asignado cierta cantidad para ese caso. “Pero es un buen dinerito: 52 CUC”, le dijo ella con esa cadencia dulce de las habaneras. “Ajá, ok, no hay problema” y la muchacha insistió e insistió hasta que el amigo cubano inquirió qué hacer. Ella, con su capitalino acento, les indicó que retractilaran [envolver en plástico] los paquetes para que fueran sólo dos y entonces le cobraría 25 CUC. “¿Pero el peso no es el mismo?”, preguntó mi amigo y el suyo le dio tremendo codazo: “Cállate, coño, y dame esos pesos”.
Emplasticaron los bultos, volvieron al mostrador y el cubano le dio a la muchacha, subrepticiamente, hechos rollito, los 25 CUC que ella se embolsilló y aquí paz y en el cielo gloria. Bueno, allí paz… porque mi amigo ascendió al cielo aterrorizado, pensando que si al piloto le reportan un exceso de equipaje que no es el real, que es mucho menor, eso podría afectar los controles de la nave y hasta ocasionar un accidente. No pudo respirar tranquilo hasta que las llantas levantaron humito en la pista del Benito Juárez. Pero entonces, en medio del papeleo de Migración y la aduana, se dio cuenta de que en la factura de los negocios realizados allá —con un organismo gubernamental, como también lo son la casa de cambio, el hotel, el taxi, el aeropuerto— había un déficit de ciento y tantos CUC en comparación con la prefactura pagada a Cuba por su propia empresa.
Mientras lo oía contarme todo aquello —en retahíla, sin respiro, tal como sucedió—, me preguntaba en qué momento el mundo en el que crecimos, donde nos enseñaron que el dinero no era lo primero ni las cosas materiales lo fundamental —principios que seguimos buena parte de nosotros adondequiera que estemos como tabla de salvación contra el vacío endémico e irracional del consumismo—, pasó a ser ese cubil que padeció mi amigo. “Toda tiranía es esencialmente deshonesta y degrada la dignidad de un pueblo”, dijo Vicente Echerri la semana pasada en su columna de El Nuevo Herald. En esa Cuba que se mueve alrededor del turismo, la divisa y los extranjeros, decencia, dignidad y orgullo parecieran cosa del pasado. Cada sociedad crea a los individuos que necesita para sobrevivir… Eso ha de ser.
Para esos asuntos hay que estar muy despierto y mi amigo, previéndolo, había anotado en un post it la cantidad de CUC que cambiaría. Pero el papelito engomado se quedó pegado en otro lado cuando sacó el dinero. La muchacha que lo atendía le preguntó la cantidad y él no sólo dudo, sino que olvidó el papelito en cuestión y la cifra allí escrita. “Hágame el favor de contarlo usted”, le pidió a la joven. Y la joven contó, volvió a contar y finalmente le dijo: “Al cambio, son tantos dólares”. A mi amigo le pareció menos de lo que esperaba, pero tomó su dinero y le pidió un comprobante. Aquélla cortó con una regla un pedazo de papel y escribió a mano: “700 y tantos CUC = 700 y tantos dólares”, firmó y le puso el sellito de la Cadeca. Mi amigo preguntó si eso era un comprobante válido y la mujer le respondió que hasta el día siguiente no tendrían sistema, por lo que no podía imprimírselo en la máquina oficial. Como en Cuba todo es más o menos así, tomó el papel, salió de la oficina y se dirigió a su hotel disfrutando el vientecillo que sube desde en Malecón en esa zona de El Vedado.
Al llegar a la habitación y vaciar la bolsita, salió, travieso e intrigoso, el post it de marras. El número anotado no era ni remotamente el que le dio la señorita. Faltaban casi 200 CUC. “No es posible”, dijo mi amigo agarrándose la cabeza con ambas manos y sintiendo una apretazón en el pecho y el estómago. “Bien que te pase, por pendejo” y arremetió con otras linduras de las que dispara uno contra sí mismo en esos casos. Entonces decidió no decirle a nadie y pagar lo que aquella muchacha le había sustraído. Pero cuando el elevador se abrió en el lobby, lo primero que le dijo al amigo que lo esperaba fue: “Me robaron” y detalló la historia. Aquél, cubanísimo, concluyó que eso no podía quedarse así y salió como un rayo fulminante para la casa de cambio.
El escándalo no se hizo esperar: que él sí vive allí y sabía perfectamente lo que estaba pasando; que no quería perjudicar a la cajera porque sabe que todos necesitamos el trabajo, pero si ese asunto no se resolvía de inmediato, tendría que presentar una denuncia a la oficina central (o como se llame la instancia superior). Que se acordaran de la reciente redada en que habían sido detenidos y encarcelados varios empleados de Cadeca acusados de ladrones. A esas alturas ya estaba allí, lívida como cómplice hoja de papel y más callada que un sepulcro, la responsable de aquella casa de cambio. Los dos policías de la puerta la habían cerrado con llave para evitar que entrara alguien más. A mi amigo le temblaban las piernas y posiblemente a la muchacha de la caja también porque, sin chistar, agarró un fajo de billetes y contó, uno a uno, los que habían faltado en el primer cambio. A continuación imprimió, en la máquina que no serviría hasta el día siguiente, un flamante comprobante con todas las de la ley.
Al salir de la oficina, aliviado y asustado en igual proporción, mi amigo oyó a un par de paisanos hablando de acera a acera, como se acostumbra allá. Quién sabe a qué se refería, pero uno le gritaba al otro: “Por eso este país está como está, mi hermano”, y aquél le respondía con los ojos mirando al cielo y ambos brazos abiertos como los del alma mater. “Compadre, ¡somos felices aquí!”
Al mediodía siguiente mi amigo bajó al lobby con todas sus pertenencias para hacer el check out. El señor maduro de la carpeta, siempre tan amable y decente, le indicó que debía pagar las llamadas telefónicas realizadas desde la habitación. Él había dejado 20 CUC como depósito; el cambio debía ser de 13.40. El hombre dio unos cuantos dedazos en la computadora, imprimió los comprobantes de sus gastos de estancia y se los entregó junto con 40 centavos de CUC. Mi amigo se quedó mirándolo con la mano extendida y el aquél, sonriente, le dijo: “¿En qué más puedo ayudarlo, señor?”. “Falta cambio”, le respondió, y el hombre tan amable de muy mala gana sacó de debajo del mostrador los 13 CUC que ya había separado y se los dio sin decir palabra, dándole la espalda.
Salió del hotel, todavía un poco perturbado, y abordó un taxi. El chofer preguntó, amistoso: “Muchachos, ¿cuánto les cobran al aeropuerto?” y el amigo cubano, conocedor de ese tipo de negociaciones, respondió de inmediato: “Siete pesos”. El taxista empezó a proferir raros sonidos, del tipo duda o protesta, que terminaron en cuanto el amigo señaló el taxímetro y le dijo: “Tú pon ahí lo que te dé la gana; nosotros te damos siete pesos”. Entonces el hombre volvió a sonreír y hacer chistes, sobre todo después que detuvo el medidor en 1.50 CUC.
Ya en la terminal aérea, se apresuraron a documentar en el mostrador de Mexicana para que les quedara tiempo de compartir un par de cervecitas. La dependienta, cubana, le advirtió que llevaba exceso de peso. Él asintió: “No hay problema”; su empresa había asignado cierta cantidad para ese caso. “Pero es un buen dinerito: 52 CUC”, le dijo ella con esa cadencia dulce de las habaneras. “Ajá, ok, no hay problema” y la muchacha insistió e insistió hasta que el amigo cubano inquirió qué hacer. Ella, con su capitalino acento, les indicó que retractilaran [envolver en plástico] los paquetes para que fueran sólo dos y entonces le cobraría 25 CUC. “¿Pero el peso no es el mismo?”, preguntó mi amigo y el suyo le dio tremendo codazo: “Cállate, coño, y dame esos pesos”.
Emplasticaron los bultos, volvieron al mostrador y el cubano le dio a la muchacha, subrepticiamente, hechos rollito, los 25 CUC que ella se embolsilló y aquí paz y en el cielo gloria. Bueno, allí paz… porque mi amigo ascendió al cielo aterrorizado, pensando que si al piloto le reportan un exceso de equipaje que no es el real, que es mucho menor, eso podría afectar los controles de la nave y hasta ocasionar un accidente. No pudo respirar tranquilo hasta que las llantas levantaron humito en la pista del Benito Juárez. Pero entonces, en medio del papeleo de Migración y la aduana, se dio cuenta de que en la factura de los negocios realizados allá —con un organismo gubernamental, como también lo son la casa de cambio, el hotel, el taxi, el aeropuerto— había un déficit de ciento y tantos CUC en comparación con la prefactura pagada a Cuba por su propia empresa.
Mientras lo oía contarme todo aquello —en retahíla, sin respiro, tal como sucedió—, me preguntaba en qué momento el mundo en el que crecimos, donde nos enseñaron que el dinero no era lo primero ni las cosas materiales lo fundamental —principios que seguimos buena parte de nosotros adondequiera que estemos como tabla de salvación contra el vacío endémico e irracional del consumismo—, pasó a ser ese cubil que padeció mi amigo. “Toda tiranía es esencialmente deshonesta y degrada la dignidad de un pueblo”, dijo Vicente Echerri la semana pasada en su columna de El Nuevo Herald. En esa Cuba que se mueve alrededor del turismo, la divisa y los extranjeros, decencia, dignidad y orgullo parecieran cosa del pasado. Cada sociedad crea a los individuos que necesita para sobrevivir… Eso ha de ser.
18 comentarios:
Odette... Es complicado. Una quisiera no sentir vergüenza de que pasen esas cosas en su tierra. Pero después, una misma recuerda que tantas veces le ha pasado cuando regresa a Cuba y entonces... cunde el desconcierto. Estos son temas recurrentes y ya no sé si tienen remedio...
En fin, el "bar"...
Y tu libro? Dónde lo consigo fuera de México?
Saludos.
Pues claro amiga, eso debe ser... Fíjate cuánto han cambiado las cosas en 25 años. Tu amigo --imagino que mexicano-- salió abrumado y sorprendido por lo que vio y vivió en Cuba. Pues bien, yo estuve en el D.F en 1985, un par de meses antes del terremoto, y regresé a Cuba con historias de ese mismo pelaje, totalmente conmovido por la tremenda corrupción que vi y padecí. Que alguien visite Cuba desde México y se sorprenda con la corrupción es sencillamente alarmante. No lo digo porque quiera señalar a México como el campeón de la corrupción, no. Lo digo porque lo de Cuba está alcanzando niveles increíbles. Hace unos meses regresó de la isla una amiga española a quien recomendé algunos sitios y personas que yo consideraba a salvo de tales mañas y marañas. Me arrepentí mucho de recomendarle ambas cosas. La mujer regresó asustada y yo quedé "puesto y convidado". Allí ya nada --ni nadie-- es lo que era. Tu texto, como siempre: afinadísimo. Un abrazote. Jorge
Me leí de un tirón toda la historia del viajante. Decididamente algo ha cambiado en la isla. Producto, de seguro, del sálvese quien pueda. Darwin estaría feliz de ver su teoría confirmada, pero no con focas y
compañía, sino con cubanos. Parece que la misma circunstancia afecta a
diferentes especies.
Lo positivo de esta experiencia es, que siendo el visitante no nacido en la isla, lo que hable será apoyando a la diáspora y nuestra eterna cantaleta que nadie ha escuchado.
Odette, eres un canal extraordinario de información.
Te queremos, pluralizo porque ya eres de todos.
Odette, es muy probable que vaya a Santiago de Cuba en julio. Voy junto a otr@s representando a Honduras, y bueno, esta entrada que has hecho me da una idea de lo que pueda encontrar por allá, aunque puedo encontar por aquí, sin ir muy lejos y sin ninguna dictadura, más de mil ejemplos diarios de lo que le pasó a tu amigo, así que el espíritu degradado es mundial y parejo. Ya te cuento.
Te va mi abrazo y mi deseo de éxitos con tu novela!
Alabao, pobre hombre. Ese no vuelve a Cuba ni a buscar centenes de oro...centenes que no hay pero en fin. Ya me habian dicho de las CADECAS y el relajo que se forma en ellas, pero lo del aeropuerto y los rollos es nuevo. Cada dia se inventa un nuevo bisne alla en Juana.
Tienen razón Jorge y Fabricio: no es raro que te traten de robar adonde puedan ("adonde te dejes", dirían aquí). Aquí el taxista altera el taxímetro para cobrarte de más y si te ve muy extranjero, te lleva por el camino más largo (y no negocia contigo la manera de robarte; ésa ya va incluida en el paquete); y en las casas de cambio, si te ven muy confundido, posiblemente te den de menos (aunque siempre hay un comprobante)... y tal vez en el hotel (aunque te den la factura)... Quizás donde uno no es extranjero está más alerta al engaño para evitarlo si es posible. Y revisamos las cuentas de los restaurantes y los comprobantes todos... Y le reclamamos al que sea si encontramos una irregularidad. Y no perdermos de vista la tarjeta mientras la pasan por la máquina de cobro. Y caminamos pendientes de quien viene cerca... Y tal vez hemos asumido todas esas precauciones de forma tan natural que ya ni las notamos...
¿Qué nos llama la atención en el caso de Cuba entonces? Tal vez justo eso: que aunque el comunicado del gobierno explicando las causas por las que fueron destituidos los ministros (¿destituidos?... ¿pero no renunciaron ellos?, ¿no nos presentaron las cartas escaneadas?) diga que en Cuba "nada tiene que cambiar porque ya cambió hace 50 años" (¿adónde fue a dar el materialismo dialéctico, tú?)... aunque eso digan, sí ha cambiado de la noche al día y ya no es "el país más justo y más libre de América Latina" que proclama ese documento sino, como dice Maya, una selva despiadada donde el que sobrevive es el que aprende a robarle al gobierno (para quien trabajan todos) y a atracar al prójimo, o sea, dicho en buen mexicano: "al que se deje". Como dice Fabricio: igualito que en todos lados.
que degradacion, ya no solo se roba al estado, sino a cualquiera, sea cubano o extranjero, que mal hablan de nuestro pais estas actitudes. todo esto se corrige con propiedad privada, si bien va a ser dificil de eliminar, en la civilizada europa o en canada sucede y muy a menudo, lo digo por experiencia, ahora he podido comprobar la inclinacion mexicana a hablar mal de cuba, que si se le perdio la bolsa que si tal o mas cual, jejejeje bueno solo hay que leer un periodico cualquiera para aterrorizarse de lo que sucede en su pais... ay, el pobrecito no conto el cambio, ay pobrecito le tumbaron 20 dolares.... que no joda, y que se cuide en su pais que lo mismo lo secuestran, que se muere de un infarto en un asalto con arma de fuego, que lo coge un tirito cruzado de los carteles de droga, o se muere de contaminacion, o lo confunden y aparece con la cabeza entre las patas sin ser contorsionista. esto sin animo de justificar al sistema asesino, represor y corrupto de mi pais. pero a un mexicano no le permito que me diga que regreso asustado de cuba...no joda...
yo estoy un poco agotada del tema Cuba, y no va contigo, odette, mi amor... un cansancio que se reporta cada vez que, por ejemplo, estamos hablando de poesia y artes plasticas, como hace dos semanas en un hermosisimo evento en Manhattan y terminamos hablando de la destitucion de los ministros y demas.
Asi mismo reconozco que siempre salto, que no puedo evitarlo, que muchas veces yo misma propongo el tema.De manera que tampoco puedo callarme esta vez.
Me da verguenza ajena todo lo que ha pasado tu amigo. No voy a mencionar lo que puedo haber pasado yo en mexico, honduras o guatemala o algunos amigos en peru, eso da igual. A mi me importa lo que paso tu amigo, en CUBA.
Ahora, no puedo dejar de lanzar un cable y tratar de salvar a toda la gente honesta y limpia que vive en la isla aun cuando no tienen para la proxima comida. No puedo. No quiero. No voy.
Porque eso seria, odette, dejar de mencionar como tu madre se quita sus huevos del mes para hacer un flan cuando viene una visita, eso seria olvidar las muchas veces que acompañe a amigos extranjeros en viajes que yo no tenia ganas de hacer al interior de la isla o areas de la habana, solo para protegerlos de esa corrupcion. Y tantas historias de generosidad entre cubanos. La generosidad que solo crea la crisis.
Esos abrazos que se daba la gente en Nueva York cuando cayeron las torres gemelas, sin conocerse, cuando normalmente eran y son unos perros que te meten codazos y te tumban si es preciso.
QUE NO ESTOY NEGANDO LA CORRUPCION.
Pero no quiero esas masificaciones a la hora de caracterizar a los pueblos. Que no es justo.
Mucha gente alli es decente y mantiene vivos esos codigos, esos valores bajo los cuales nos educaron.
Otra vez, que pena, que verguenza ajena.
Otra vez, no todo lo que es oro brilla.
Otra vez, que no paguen los justos, pocos, cierto, pero vivos; ante los millones de pecadores.
los besos,
m
Recuerdo una vez fui a una CADECA en Cuba y el guardia que "cuida" la mimsa me pregunto cunaot vas a cambiar y el mismo me hizo el cambio a una proporcion mejor que la que daba la caja. Luego lelve a una vecina a la CADECA y le pregunte a que va? y me dijo a comprar dolares a una tarifa mejor, o sea, se lo venden sin ponerles el impuesto por cambio de moneda y por supuesto se quedan con la comision. La cosa esta que mete miedo y lo peor es que siguen vendiendo la imagen de un pueblo honesto y trabajador.
Queridos, en ningún lugar de ese texto dice que mi amigo es mexicano. No lo es. Así que el "compañero Anónimo" (suelen firmar así quienes, educados en la tradición revolucionaria, reaccionan violentamente, "a la cubana", echando el muerto p'alante, pero sin atreverse a dar la cara) no tendrá que preocuparse de "permitirle" o no decir lo que siente, tenga la nacionalidad que tenga.
Y sí, Mabel, estoy totalmente de acuerdo contigo y por eso no generalicé (no suelo hacerlo), sino especifiqué que "parecieran" cosa del pasado la dignidad, etc., etc. en "esa Cuba que gira alrededor del turismo".
Ay, querida Odette! me parece muuuuuuuuuuuy bien que tu amigo, haya vivido en carne propia lo que es el pan nuestro de cada dia, por llamarle de alguna manera, al viacrucis que vive todos los dias el cubano de a pie. Y a quien se le ocurre ir a hacer negocios a la Isla mil veces maldita, olvidada, y ansiada para "vivir"como se vive en parte alguna (asi dicen algunos defensores) no quiero decir con esto que tu amigo lo sea, por favor, en la divina Cuba, maravilloso paraiso para el turismo de "apeame uno" que se hace en Cuba. En fin, corazon, lo siento por tu amigo, pero esa es la realidad que muchos obvian.
Gracias querida Odette por escribir en tu blog parte de la crónica que te conté de mi viaje a Cuba.
Solo como comentario colateral al de tus amigos lectores, opino que no importa si soy mexicano, japonés o francés; los hechos son hechos, las denuncias son válidas aquí y donde sea. Le aclaro al “anónimo”: yo no regresé asustado porque me robaran y en otros casos intentaran robarme a cada paso que daba durante mis más de diez días de estancia en la isla (pues me sucedieron otras experiencias en restaurantes, agencia de renta de auto, estación de gasolina, Coopelia, etc.), algo he viajado por el mundo y sé que en cualquier lugar te puede suceder; pero sin llegar a generalizar por igual a todos los ciudadanos de un país, en este caso expreso un sentido “SOS” sobre Cuba, lamentable y no esperado (perdón por la ingenuidad): Se acabaron aquellos tiempos en que caminabas por Cuba confiado y en paz; una moneda invisible pero real asaltó las calles y las mentes de los cubanos, es necesario conseguirla cueste lo que cueste, aunque en ello vaya el que un avión no pueda levantar vuelo debido a su sobrepeso no informado.
tu reaccion de 'a ver, da la cara' y de colocar el bonito 'companero' prueba que tambien fuiste educada en esa misma tradicion, porque la pesadilla lleva 50 anos y tu naciste bastante despues (te pido disculpas por las referencias a la edad, cosa que no me gusta hacer aunque sea para decir que eres joven)
lo que si me pone malillo es ver a alguien, sea o no mexicano, pero que vive en Mexico hablar de robo o corrupcion en Cuba y que ademas le temblaban las piernas, como tampoco se lo acepto a un Venezolano o que viva alli, o a un larguisimo y muy latinoamericano etc. he vivido por suerte o desgracia en Espana, Suiza, actualmente en Canada, tuve oportunidad de ver las bandas de jovencitos violentos, los 'latin kings', los rumanos, marroquies, rusos, asaltos, el trafico de droga, en Montreal hay barrios donde no se puede entrar, los bleus, los rouges, Vancouver o Toronto igual, me han dado billetes falsos funcionarios del estado, me han tumbado el vuelto. claro que existe libertad y mucha menos pobreza en estos paises desarrollados pero en Mexico? 70 anos de un solo partido en el poder? jajaja, vamos. por cierto tu amigo tiene el derecho del mundo a contar sus cuitas en Cuba, tu como CUBANA tambien lo tienes a criticar la degradacion generalizada en tu pais y yo a ponerme bravito (mas o menos) cuando creo que alguien con techo de cristal me tira piedras. Nada, disculpa la baba.
Ay amiga, brutal "el cambio" ... y no sólo en la moneda ... sino en los especímenes!!! ... Así es, ni modo... somos felices aquí...
Chocolate por la noticia
como tú sabes siempre he tenido ganas de conocer tu tierra...
hay alguna parte del mundo en donde no sucedan esas cosas?
saludos y abrazos
jetzabeth
sin palabras@#$%^%$#@ &&^%$
LO QUE PASA ES QUE LA GENTE ESTA COMIENTO PEPITAS Y NO SE PONE PA LAS COSAS.he ido mas de 40 veces a cuba y no hay falla de nada..es mas creo que tenemos mas derechos nosostros como turistas y en todos los paises a los que he ido es lo mismo turista que se duerme se lo lleva la chi.....
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