martes, 5 de febrero de 2008

Las cosas de mi país

Las fotos que encontré del estado de la salud pública en Cuba
son tan deprimentes y vergonzosas, que he preferido poner ésta,
del exterior del Cuerpo de Guardia del Hospital de 10 de Octubre
y que de ahí, usted se imagine lo que hay dentro


Allá por los setenta había una guarachita, creo que de la Orquesta Aragón, que decía: “Las cosas de mi país asombran al mundo entero”. Llevo días tarareándola... mientras faxeaba los documentos de viaje de mi mamá para “convencer” a la aduana mexicana de que dejara pasar como “artículos personales” la ropa que mandaban las primas de Miami; mientras pagaba el alquiler mensual que bajo el nombre de "prórroga de permiso de estancia" cobra el consulado cubano por permitirle estar acá; mientras hacía sus maletas tratando de meter La Habana en Guanabacoa y que pesara 25 kilos.
Ni un milagro consigue esa capacidad de síntesis cuando hay que mandar hasta lo más inverosímil. Desde agujas e hilo hasta un DVD con todo y las películas; desde ropa y zapatos para toda la familia y pilas de todos los tamaños hasta velas y estropajos para fregar; desde productos de higiene personal, hasta los globos para el cumpleaños de Camilo y los caramelos para la piñata; desde un potecito para la mantequilla —cuando haya— hasta las bolsas plásticas de los supermercados para que ahí les echen el arroz y los frijoles de la bodega.
El tío paterno, que vive en Estados Unidos, le prometió a Camilo una laptop usada. Aprovechando el gasto, agregó al paquete otras cositas, entre ellas, medicinas. No medicina controlada, que no haya o no vendan sin receta en cualquier lugar del mundo. No: esparadrapo, curitas, tolnaftato, ranitidina. Las políticas de la aduana mexicana restringen la entrada de medicamentos y equipos médicos, sobre todo si existen en el mercado mexicano cual era el caso, por lo que el paquete tuvo que ser regresado a Chicago para que el tío sacara las medicinas y lo volviera a mandar.
Para cualquier “ojo extranjero”, esto pareciera una locura, algo fuera de dimensión, fuera de toda lógica. ¿A qué país del mundo —cuál le gusta... ¿Burkina Fasso, Timor Oriental, Haití?... ¡el que quiera!— tendría que mandar esparadrapo y curitas por un tercer país, aprovechando la visita de un familiar?, ¿a cuál enviaría una computadora por mensajería?... ¿Lo normal y lo lógico no sería que mandara el dinero y ellos lo compraran allá, sin tanta vuelta y tanto gasto?... Pues no, porque como me dijo hace unos días un buen amigo: en Cuba la supervivencia niega toda posibilidad de razón. Y para el cubano de a pie no hay un lugar donde comprar una computadora ni medicinas en las farmacias.
"¿Cómo no va a haberlas?", dirá usted incrédulo, sospechando seriamente de mi gusanería. Pues ésa es la verdadera cara de la salud pública para buena parte del pueblo cubano. Inventan la vacuna contra el sida, pero no tienen una aspirina en las farmacias. Y cuando “llega” —ese verbo que sólo en Cuba se utiliza en esa acepción—, hay hacer cola y ver si alcanza para todos… Y no se le ocurra enfermarse o accidentarse, porque si va al hospital equivocado, al que “no le toca” —“tocar”, otro verbo muy cubano—, no habrá una ambulancia que lo lleve al correcto, o tendrá que esperarla por horas muerto de dolor, como le pasó a Piri cuando se quemó. Y si es enfermo terminal, ni lo piense, que hay urgencias más importantes, en fin que usted ya va a morirse, como le pasó a mi padre en plena agonía. Y si le toca cuchilla, prepárese a ver las cucarachas subiendo las paredes del quirófano, como las vio mi hermana en Maternidad de Línea cuando tuvo a Camilo. Y si va a consulta o a urgencias, tendrá que arriesgarse al posiblemente desacertado diagnóstico de un estudiante de medicina porque los médicos graduados y los especialistas están en misión internacionalista. Y si lo internan, su familia tendrá que llevar hasta la ropa de cama. Y si van a operarlo, tendrá que ponerse en lista de espera para la anestesia. Y si se va a arreglar una muela, ahí no hay anestesia que valga, eso siempre ha sido a sangre fría, aun en los mejores tiempos.
Claro, si usted es extranjero nada de esto pasa, porque podrá ir a los hospitales habilitados para el caso, con la última tecnología, atención esmerada y cobrados en dólares, adonde los cubanos no pueden ni asomarse. Y cuando le receten sus medicinas, las podrá comprar en la farmacia de dólares donde tampoco pueden comprar los cubanos si no tienen esa moneda o la que esté de moda: CUC, euros, libras esterlinas…
Y por si esto no le pareciera suficiente, o lo considerara bastante normal en un sistema de salud pública estatal, aun tratándose de la tan cacareada potencia médica mundial, le transcribo de inmediato la anécdota que me contó hace sólo unos días, apesadumbrado —¡y cómo no!—, un muy querido amigo español:

"La historia comienza con un niño cubano al que le diagnostican leucemia linfoblástica. Ni tú ni yo somos médicos, pero seguro que coincides conmigo en que un nombre tan feo sólo puede describir algo terrible. Así era, terrible, y por eso hace un par de años su mamá escuchó la noticia sin llorar ni alterarse, como sólo una mamá puede reaccionar ante las cosas terribles y ante los monstruos.
En aquel momento, su familia de Madrid y su familia de Miami trataron de explorar las posibilidades que el niño podía tener. Los de Madrid pronto sugirieron un hospital adecuado para estos casos. Pero en aquel momento los médicos cubanos no autorizaron trasladar al niño. Dónde iba a estar mejor, le explicaron a la madre, en ningún lugar del mundo le tratarían como le iban a tratar en Cuba. Tranquila.
De momento la cosa no fue mal, y la enfermedad remitió por unos meses. Pero al cabo de ese tiempo, el niño recayó. Después de una recaída el mundo se vuelve horrible, porque las posibilidades empiezan a reducirse. El niño sólo tenía entonces dos años y medio, y nuevamente la familia se movilizó. De nuevo, los de Madrid encontraron un hospital que proponía un tratamiento que daba alguna esperanza. Sólo hacía falta un informe médico para trasladar al enfermo y adecuar el tratamiento. Durante cinco meses se pidió este informe. Ese tiempo es para esta enfermedad equivale a cinco décadas de vida para ti o para mí. Como no aparecía el maldito informe médico, le dije a mi cuñada que le diera 100 euros a un médico para que lo redactara. El informe entonces se redactó, pero al no haber papel ni computadora en el hospital, se escribió en unos pañuelos de papel que mi cuñada se había llevado a Cuba de su último viaje a España. Mi cuñada transcribió en su oficina ese informe manuscrito en el
kleenex a un papel normal, escaneó el logotipo del hospital y lo envió por email. Sin embargo, el tiempo que había transcurrido era tanto, que los médicos en Cuba se vieron obligados a administrar un tratamiento experimental sin demasiadas garantías. Como era de esperar, este tratamiento no dio resultado y el niño empeoró.
Busqué en muchos hospitales de muchas provincias de España para saber si podía hacerse algo. Todos los médicos me decían con pesar que hubiera podido hacerse, pero que a esas alturas ya parecía demasiado tarde. En tres hospitales me informaron que estaban dispuestos a hacerse cargo de todos los gastos que pudiera generar el tratamiento, y el jefe del servicio del Hospital de mi localidad me indicó que todos los médicos y profesionales que participaran en el tratamiento estaban dispuestos a hacerlo sin cobrar, a sacar el tiempo de sus horas libres. Pero que en este estado las esperanzas eran mínimas.
Cuando se lo dije a la madre, ella estaba en su casa con el niño. Les habían enviado allí desde hacía unas semanas porque los niños cubanos no pueden morir en un hospital. Si lo hicieran, la estadística de mortalidad infantil se resentiría, y una estadística es algo a lo que no se puede renunciar. A un niño sí. El niño murió el día de los Reyes Magos."

6 comentarios:

Pedro Pablo Pérez S dijo...

Odette podría decirte que estoy impresionado, pero conozco muy bien nuestras raices, y ya nada me asombra de aquel lejano camino que transitaron mis pies...
Sí me impresionó y mucho la historia del niño a quien por desdicha los reyes magos no fueron a visitar... sino a llevar...

Recuerdas aquello de ... nuestro vino es amargo....

Un abrazo.
Y si por supuesto eres la misma que conocí por mi amiga Maritina..una tarde cualquiera de un dia lejano en el Palacio del II Cabo.

BAO dijo...

El pie de foto me sobrecogió de la espalda al corazón. Un oleaje me llega a los ojos.
Cuánto desamparo. Las estadísticas. Cuánta falsedad. Qué importante dejar testimonio de cómo es realmente todo en Cuba. Ojala vengan nuevos tiempos.

Anónimo dijo...

Cariño:
Supongo como te sientes despues del regreso a Cuba de Istria. A mi me pasa cada vez que decidimos traer a mi abuela. No es la estancia en si, son los mecanismos que te hacen tan dificil el lograr traerla y para remate la despedida con la obligatoria preparacion de equipajes. Luego me quedo como quien acaba de salir de terapia intensiva. Lo mismo si es uno quien decide hacer el viaje para la isla. Que no cambia en nada el dilema.
Hace unos dias lei un articulo donde Silvio Rodriguez opinaba que debia suprimirse el tramite de permiso de entrada y salida al pais. Que este tramite se instauro por otras razones que no son funcionables o viables en estos momentos. Yo no se si el sepa que los cubanos somos las unicas personas en el mundo que teniendo residencia fuera de la isla y manteniendo la ciudadania cubana, tenemos que pedir permiso al Departamento del Tesoro por un lado y a las autoridades migratorias cubanas por otro. Claro, cada uno de los permisos con sus respectivos costos financieros. De este trozo de leña, todo el mundo esta sacando astillas. Y no quiero entrar en detalles porque tendria que hablar de otras cosas que tu conoces (como la sorpresa de la santera). En fin.
Ines

Anónimo dijo...

Odette que terrible el final de tu artículo y lo peor del caso es que es la triste realidad, dura y sin guante...
Voy a inviarlo a todo el que conozca para que lean de la verdadera Cuba y no de aquella isla ídilica que relata "la izquierda festiva".

Tesari

Anónimo dijo...

Que te voy a decir, trabajando en esta profesion y con niños, los ojos todo agua, que pena me da todo esto, hasta cuando hermana, hasta cuando. Sigues revelando verdades comola vida misma, las de alli. que triste....

Anónimo dijo...

Triste historia y triste realidad, Odette. Hoy mismo estaba viendo como en CNN, hablando de la "renuncia" de Fidel, se decía de los "logros" en salud pública y la baja tasa de mortalidad infantil. Estadísticas sin explicación alguna. Viendo el reporte, uno pensaría que ha de ser una maravilla. Nada se dijo de lo que tú mencionas, del estado de los hospitales, de la falta de higiene, medicinas etc. De la gran diferencia que existe entre los cubanos y los que pagan en dólares. Tampoco de las mañas que utilizan para mantener bajas las cifras sobre la mortalidad infantil. En fin, pura desinformación. Y se supone que sean los que nos mantengan informados.