martes, 9 de octubre de 2007

Mi gran boda cubana

Carlitos Galván en los noventa
Autorretrato pre Photoshop


Una tarde del año 91, sudando la gota gorda, Carlos Galván y yo decidimos casarnos. ¡Estoy hablando en serio! (jajajá) En una mesa del patio de la Casa del Joven Creador de San Pedro y Sol, mientras planeábamos la próxima noche de BarTolo o alguna de las actividades culturales del programa mensual, nos moríamos por una cerveza fría… ¡y decidimos casarnos! A punto estuvimos de salir corriendo para el Palacio de los Matrimonios de La Habana Vieja, si no hubiera sido porque Omar llamó a una de esas reuniones eternas que le fascinan.
¿Casarse para tomar una cerveza?, se preguntarán extrañados y confusos los no cubanos. Pues sí, por esa época del recio período especial un cubano normalito y corriente sólo podía tomarse una cerveza en las bodas. Cuando la futura pareja se anotaba en la lista de matrimonios de la que les contaba hace unos días, ganaba el derecho a comprar —que nada nos regalaron nunca, no les crean a quienes eso dicen— un cake, dos o tres cajas de cerveza, un par de panes de moldes para hacer los bocaditos, un juego de ropa interior y una muda exterior para cada novio y, si estaban de suerte y había, una caja de jabones de olor, un desodorante o un talco, tal vez un perfumito o un juego de sábanas. Y en los mejores tiempos, hasta una semanita de luna de miel en algún destino turístico nacional y para nacionales. Nada de eso podía comprarse en otra tienda que no fuera la destinada única y exclusivamente para surtir a los futuros matrimonios.
Claro, que esto podía tener algunas variantes si los enamorados tenían dólares, euros, yenes o la moneda inventada de turno, ese montón de papelitos de colores fotocopiados que antes se apodaban chavitos y ahora se llaman ceucés (CUC), a veces equivalentes con las extranjeras y a veces —como hoy—, las más fuertes de todo el universo. Porque en el país más equitativo del mundo, donde todos somos iguales, hace poco más de una década circulan, cuando menos, dos monedas de curso legal —el peso cubano y las divisas extranjeras disfrazadas de ceucés o chavitos— que marcan la primera diferencia esencial entre los cubanos: los que las tienen y los que no. Diferencia económica fundamental, rotunda, notable y definitiva… Y bien que nos enseñaron en Economía Política del Socialismo y Comunismo Científico que la economía es la base de toda sociedad; lo demás es superestructura que sobre ella se erige y por ella es condicionada.
Si uno tenía acceso a esas moneditas otras, les digo, las cosas —y las bodas— eran muy diferentes. En el verano del 94 fui invitada al enlace matrimonial de un anciano sueco (de Suecia, aunque también se hacía el sueco, como todo buen extranjero) y una negrita jinetera, retinta como el buen café cubano y con cabeza de María moñitos, que hizo tan buen trabajo que le sacó la boda al temba. La tarde en cuestión, Teresa, Silvita, Piri y yo nos subimos a una guagua que dio rueda por siglos antes de llegar a San Miguel del Padrón, o sea, casa del carajo, fin del mundo, casi monte. Allí vivía la desposada con una familia numerosísima que, por ser invitadas del novio, nos recibieron como a reinas, nos llenaron la barriga de cervezas —que no eran de la lista del Palacio de los Matrimonios sino de la diplotienda, o sea, la que vende en dólares—, nos llevaron al patio de la casa a ver cómo asaban el cerdo —comprado en dólares también— y nos dieron a degustar cueritos del porcino cadáver. Las esmeradas atenciones terminaron en cuanto se empezó a servir la cena. Ahí sí fue de sálvese quien pueda. El animalito fue devorado ipsofactamente por tanto pariente, vecino e invitado, que nosotras sólo alcanzamos una cucharada de arroz con tres frijoles encima y una tripita. Así que regresamos a La Habana medio muertas de hambre pero felizmente borrachas. Creo que hasta cantamos durante todo el trayecto de más de dos kilómetros que tuvimos que caminar desde donde nos dejó la guagua hasta la casa de Concordia.
Pero si de la casa de Concordia y si de bodas se trata, ninguna como la de Arístides y Stina (sueca también, en ambas acepciones). El apartamento estaba lleno como lata de sardinas y los novios disfrazados. Él en short de rayas rosadas y tirantes verdes sobre el pecho desnudo —algunos dicen que no tenía tirantes… ¡qué más da eso a estas alturas!—; ella con una bata como de diosa griega, hecha con la sábana percudida con la que se tapaban —si alguna madrugada soplaba un vientecito—, agarrada a la cintutra con vaya usté a saber qué pedazo de soga vieja. Él llevaba unos tenis bastante sucios —visto el asunto a esta saludable distancia—; ella iba descalza. La notaria que fue a casarlos no daba crédito de lo que veía. Creo que hasta miedo tuvo, porque cuando declaró lo que tenía que declarar, o sea, marido y mujer a aquellos locos, salió corriendo escaleras abajo como alma que lleva el diablo. Justo antes de que empezara el despelote.
¿Qué si había bodas “normales”? Todo depende de lo que se entienda por “normal”. Supongo que sí, pero quién evocaría una boda normal teniendo estos recuerdos… ¿Te imaginas, Carlos Galván, lo que hubiera sido nuestra boda si Omar no nos jode el plan?

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Eres deliciosa, querida, como para comerte a besos con esta crónica de bodas que deconstruye tan bien esa institución que se niega a morir que es el matrimonio! Aunque sea por una cerveza. La versión boricua circa años 80-90 sería el casarse con dominicana en Nueva York por unos $5,000 dolaritos y legalizar a alguien en Gringolandia con cerveza o sin ella bailando bachata a tó jendel.

abrazos,

Daniel Torres

Anónimo dijo...

Odette queridíssima.
Me he orinado de la risa con esto de tu boda y la de Galván. Te juro que si me dicen, hubiéramos ido todos para el Palacio y la reunión se hubiera pospuesto, jajajaj.
Me ha encantado recordar en tus palabras muchas cosas que, a pesar de tanta jodedera, en la distancia se vuelven maravillas. Sobre todo recordar a Arístides. ¿Qué será de su vida?
Te juro que si pudiera arrancar para allá y rehacer aquellos días lo haría gustoso. Nada, que asi somos los humanos a veces.
Un beso,
Omar

Anónimo dijo...

Querida Ode:
Siempre genial, no me puedo explicar cuántas imagenes tienes archivadas en tu cabeza, y por supuesto traducirlas al lenguaje del verbo coordinado, los cubanos siempre con iniciativas, bodas surrealistas que nunca pasaran de moda, alucino de lo que pueden llegar a hacer. Besos y abrazos
Aristico

Odette Alonso dijo...

Anoche, Orlandito y yo íbamos muertos de risa comentando las bodas cubanas, acordándonos de la tienda donde compraban los que iban a salir del país (tema para otro "parque") y miles de detalles surrealistas tropicales de aquellos y recordé que en el año 92, cuando regresé de vacaciones a Cuba por primera vez, como todavía la posesión de divisas era delito penado con cárcel para los cubanos, le pedí al sueco comprometido con la negrita que me comprara el boleto de regreso a México. Le di mis dolaritos y mientras él pagaba un pasaje a mi nombre en la oficina de Havanatour, yo lo esperaba sentadita en la primera parada de la 20 en Miramar, suficientemente alejada como para que no me relacionaran con esos dólares. ¡Gracias, amigo sueco!...
¿Recuerdan aquella canción que decía: "las cosas de mi país asombran al mundo entero"?... ¡Profético!

carlitos g. dijo...

Querida Odette,no dejas de impresionarme,o mejor, como es posible que aun tus cosas me impresionen,eso es culpa de la distancia que nos separa.
Todos los cubanos que vivimos "Fuera", o casi todos ,se empeñan en crear espacios y situaciones lo mas parecido a lo que alli dejamos, pero es imposible , las cosas de alli y lo que alli se nos ocurrio o nos paso , solo pueden pasar alli.
....Y ??? , si esa boda, se hubiese ....ademas de los invitados habituales al lado izquierdo y derecho del Bar_tolo, imagina lo mas selecto de la joven y no tan joven intelectualidad de la epoca ,me pasan por la mente algunos que seria muy divertido verlos en aquella juerga ,por ejemplo al Jorge L. Sanchez y al Zamora llendo juntos con Ricardo Acosta ( casi con categoria de honor)con algun representante oficial de aquellos que nos fastiaba todos los años en la Muestra de cine joven ,o al Kiki acompañado de Minerva ( aquella señora del Dpto de Relaciones Internacionales del Icaic ) o iria con Alfredo Guevara,Zoe , Ricardito Vega ,Zenia ,Pavel y la Piri que invite al resto de los Revuelta, no lo pongo con puchi porque esa estaria por ella misma con los Varelas y la Boan , Omar Mederos tu en que gozadera no estas, ya a los demas de la casa del Joven Creador, ...ah Marilin ,,,, no quiero llanto,,, sin celos ( y,, como repartimos las cervezas),,,, joder que no alcanzamos para tantos .... bueno llamar algun amigo con fula, invita a Fidel Sendag..??,al Ricardo Acosta que llame a sus amigos del Festival de Toronto,el Raulito que venda alajas de la abuela que Marin conoce quien las compra , en fin Odette que me esta obligando a desempolvar la memoria... aver tus invitados que ponen......por cierto que tipaso tenia en la foto, a que te gustaba

Odette Alonso dijo...

Niño, si nada más te estaba esperando... Claro que me gustabas; si no por qué crees que habría guardado esa foto por más de una década (y tengo la de Lazarito y la de Yoyi; voy a hacer una expo en estos días aquí en el blog).
Qué personajes... ¡Ricardo Acosta!, ¿dónde anda esa señora, tú? Ricardo fue el primero que yo recuerde que se casó con boda de verdad, con aquel novio canadiense... ¿sigue casado con él? Recuerdo que regresó de Canadá con unas sombras azules brillantes que deslumbraban en aquel mediodía habanero.
Nuestra boda hubiera sido en la CJC, sin duda, ¿no? y tú bajarías por esa escalera colonial con un bello vestido de cola laaaaarga. Del brazo de Suyín, ¿qué te parece? O de la mamá de Margarita Mateo que era nuestra secretaria.
Uuuy, estarían todos los poetas. Bueno, ok, sólo algunos que si no, no alcanzaba la cerveza. La Melo con Sigfredo, Damaris y María Elena, Soleida, Agustín... Y las cantantas: Anabel López y Xiomara (que ahora es Celia Cruz, di tú...)
Y Juana, la de la limpieza, y el CVP (¿cómo se llamaba chico, el que era travesti?) serían las damas de honor...

Anónimo dijo...

Querida:
Despues de leer que pensaste en casarte para poder tomar cerveza, he comprendido la intencion de los Van-Van al componer el estribillo que dice: ...que va, que va, ta' bueno ya que La Habana no aguantas mas.
Mi amiga, en Santiago no faltaba quien apareciera con una botella aunque fuera del popular "Chispa de Tren". Que a veces habia que mezclarlo con te para que alcanzara, es cierto, pero el que no se daba un trago era porque no queria o estaba en pleno proceso de rectificacion de errores.
Cierto que en Cuba habia que casarse pero por razones muy diferentes a las que llevan al resto de la humanidad a firmar este contrato:

-quedar bien con la familia, los vecinos y el barrio. Aunque luego venia el divorcio y como ya no quedaba nada que perder ni esconder, pues, a joder putas que llueve.

-por comprar un colchon. Esto en plena danza de los millones, que asi podemos llamarle a lo que nos toco despues.

-para salir -mantenerse sujeto a alguna tabla- de la dificil situacion economica. Generalmente con un viejo al que luego de par de meses de vida conyugal, le faltaba cabeza para mas tarros. Los pobres viejos y su Titimania -otro aporte de los Van-Van- aguantaban a cuanto primo quisieras colgarte.

-para limpiar el expediente. Ya sabias que tenias algun chivato pisandote los talones y decidias, aunque fuera con un recluta del Servicio Militar (el asunto era que vistiera uniforme verde olivo) casarte, exhibirte por los lugares mas publicos y peligrosos con el y luego que te dejaban en paz, patitas para que te tengo.

Pero te voy a dar una noticia que te va a dejar con la boca tan abierta como a mi cuando me entere que te paso por la cabeza casarte. Mi prima Norma, si, esa misma a la que tu le temias por lo fuerte que es, se caso vestida de blanco y todo. Nunca he visto algo tan anacronico porque ni en ese momento se vio femenina, es mas , si ella y el novio hubieran intercambiado el vestuario, la cosa hubiera quedado mejor. Lo peor vino despues, cuando mandaba a sentar al marido y a callarse delante de todo el mundo y encima le decia que era un SURURU. A la boda asistieron muchas personalidades, desde el Dr. Guach que fue el padrino, hasta el juez de la valla de gallos de Hongolosongo. Pero como la funcion de circo no pudo extenderse por mucho tiempo, y al parecer el marido queria que cumpliera con sus deberes conyugales, una noche Gilberto, que asi se llama el infeliz, salio volando ventana afuera, no precisamente por habersele olvidado el camino de la puerta. Que ni la ropa la recogio y renuncio de su puesto de veterinario en la vaqueria que estaba al costado de la casa de Dos Palmas (antes del 59 fue propiedad del papa de Norma). Nunca mas se vio por los potreros en los que mi prima cabalgaba, es mas creo se mudo de provincia. Pero como no hacerlo, el pobre al menos tenia instinto de conservacion, porque lo que se llama vista, eso si no se lo pusieron.
Por que Norma se caso? Bueno, al principio ella no tenia valor de aceptarse. En la actualidad, con mucho orgullo, se viste con calzoncillos y atuendo de hombre que yo le proporciono. Lleva anos viviendo con La Negra (su mujer) a la que le ha criado tres hijos que ven en ella al padre que nunca tuvieron. Ya tiene hasta una nieta postiza de la hija mayor de su compromiso. Mi nieta, que fue en vacaciones a Cuba y la conocio, me vino contando maravillas de lo buena que era su tio Norma. Yo trato de explicale que si me dice que es buena, debe ser tia no tio. Pero ella me dice que Norma es mitad hombre y mitad mujer, que pasa como con la sirenita, que es mitad persona y mitad pez. Por este camino, en cualquier momento me dan un seminario sobre homosexualidad pasiva y activa.
Te seguire esperando todos los martes, un beso.
Ines.

Anónimo dijo...

Ay Odette; las bodas en Cuba!!! Yo, sabes que soy un hombre divorciado y ahora felizmente casado.
Tengo un amigo que se llama Israel Villarino que para irnos una semana a la playa, a Boca Ciega en Guanabo, me casé con su prima y amiga mía, Gheisa. En esa época, si mal no recuerdo fue en el año 91, sólo daban legalmente una caja de cervezas y la famosa casa en la playa. Los gastos corrieron a cuenta de él, que era peluquero, porque yo jamás tuve dinero para sobornar al tipo que nos vendía la Cerveza en el Kiosco de “La Zona” que nos correspondía, en Playa. Cuántos recuerdos! Nunca pensé en el divorcio porque sabía que no iba a casarme de nuevo por nada ni para nada.
Y al cabo del tiempo me encuentro en los madriles con novio y una ley que hacía historia en una España que aún no está preparada políticamente para tal acontecimiento: el matrimonio homosexual. Decidimos casarnos después de muchos años de convivencia y fue cuando recordé que no me había divorciado. Seguro que imaginas todo lo que vino después: primero re-encontrar a Gheisa, que por suerte para mí todavía estaba en La Habana en el año 2006, y después los trámites para el divorcio.
En esta no tuvimos que sobornar a nadie para que nos proporcionaran nada. Los amigos y familia de Enrique aportaron cantidades que nunca creímos que íbamos a tener, por ello nos fuimos a La Habana, al Nacional a pasar la Luna de Miel y compartimos allí con los que no pudieron estar en la celebración oficial de este lado.
Esta foto de Carlos ha sido muy divertida. Estoy loco por ver esas que dices tener de Yoyi y mía.
Y hablando de Los Van Van tu amiga Inés; hoy están en Madrid en una fiesta que hay por el día de la hispanidad, en el Paseo de Recoletos, entre la Plaza de Neptuno y Cibeles. Es fiesta (feriado) en España.
Abrazos a todos, de Lázaro.

Odette Alonso dijo...

Lacho:
Aquí también es parcialmente feriado el 12 de octubre, sólo que se llama Día de la Raza. Las celebraciones consisten en movilizarse hacia la estatua del pobre Colón en el Paseo de la Reforma (como el Recoletos de allá y en una rotonda muy parecida a la de Madrid), a tirarle huevos y todo tipo de frutas y verduras al Conquistador. A mancillarlo, pues, por haberles "robado" el imperio floreciente y tiránico que avasallaba al pueblo de la Gran Tenochtitlan. Y a cagarse en la madre de todo gachupín (como les dicen a los españoles). Así que, como decían los Van Van, hace ya muuuchos años: "Nadie quiere a nadie, se acabó el querer". Un beso.

Anónimo dijo...

Socialismo cabrón hijo de su puta madre.
Mary Carmen