Extrañas luces se observaron en el cielo de la ciudad durante el temblor;
en esta foto lo captado desde las cámaras de un hotel de Polanco
Pasaba
de la medianoche. Django estaba desencadenado en la pantalla y Patty dormitaba
cuando empecé a percibir una sensación extraña, como si alguien que estuviera
sentado en el sofá tiritara. Automáticamente miré la lámpara colgante del comedor,
que es nuestro sismógrafo familiar; no había desplazamiento. Observé a Patty;
tampoco se movía y sin embargo, aquel tremor continuaba. Me revisé a mí misma, considerando
que tal vez tuviera algún tic involuntario. Nada. En una fracción de segundo pensé:
¿no es demasiada confiancita que los espíritus de esta casa se acomoden junto a
uno en el sofá?, al tiempo que volví a dirigir la vista hacia la lámpara, que
entonces ya bailaba como poseída. “Está temblando”, le dije a Patty justo en el
instante en que se sintió el primer jalón, el paso de trepidatorio a
oscilatorio. “Y muy fuerte”, agregué mientras corría hacia la mesa donde
siempre están a mano las llaves y el celular por esta misma razón, porque en
esta ciudad, en cualquier momento empieza a temblar.
Me
señaló la danza de las plantas y las antenas de la tele y corrió a buscar un
pantalón. “¿Ves por qué siempre te digo que aquí no se puede andar en calzones?”
No sé si lo pensé, si quise decirlo, si lo dije, porque en ese momento empezó a
parpadear la luz y lo que sí dije fue: “Van a cortar la electricidad” mientras
corría al baño, donde había visto la linterna de mano.
Salí
al pasillo. Las puertas de los vecinos empezaban a abrirse violentamente y se
escuchaban sus voces alteradas y sus gritos. Me pareció que ya se había
detenido, creo que incluso lo expresé, pero otro jalón me hizo reconsiderarlo. Bajé
la escalera y al llegar a la planta baja iba saliendo de su casa la vecina del
1, evidentemente arrancada de su sueño. Le dije: “Ya paró”, creo que más por
tranquilizarla. Abrí el portón y salí a la calle. No había electricidad, pero
la iluminación interior del edificio nos permitía ver el poste del semáforo
subiendo y bajando como cachumbambé. Los cables eran una cuerda de saltar, de
ésas a las que en Cuba llamamos suiza. Le marqué a Dora, pero los celulares ya
estaban bloqueados. La tierra ya no se movía pero persistía el tembleque de la
adrenalina en las piernas y el estómago. Desde abajo, a través de las ventanas,
se veía la lámpara del comedor, todavía en pleno frenesí.
Estuvimos
en silencio un par de minutos, hasta que algunos comenzaron a regresar a sus
hogares. Empezamos a reírnos con los vecinos del 10, que llevaban cargadas a
sus dos perritas, de las fachas en las que salimos cuando tiembla,
especialmente si es de madrugada. El susto había pasado. Al entrar al departamento,
salía la canción de Django desde el televisor. También se escuchaba el ulular
de las sirenas a lo lejos. “¡Qué buen festejo de la Madre Tierra por el Día de
los Padres!”, bromeé, “lo que se dice una sorpresa”.
En este video se ven las luces que captaron las cámaras
de la Torre Latinoamericana durante el sismo
7 comentarios:
Odette, bien tu narración del sismo. Acá suele pasar algo parecido.
Un abrazo
Jennie
¡Amiguis, qué miedo!
Lo de las luces está rarísimo. ¿Eran ovnis?
Uva tiene razón, la nube se da un aire a Cubita...
Cariños desde Taos,
la Te
¡El Popo está bravo!
Jajajajaja pensé que era la única que había pensado en espíritus confianzudos al inicio del mamboleo!
Me moría de risa porque al final, nosotras decidimos ir a dormir vestidas, jaja, fue bastante incómodo, pero tranquilizador, no fuera cosa que las réplicas nos hicieran salir en calzones, jeje (se puede perder la dignidad, pero nunca hay que perder la elegancia)
Abrazo.
Bien narrada la historia...y gracias por Miami no ocurren estos, pero si creo que hay que dormir con algo de ropa...es impresionante el video..Gracias por esta
Lo he leído. Qué va. Es experiencia que no tengo deseos de tener.
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