
Para/ por/ con Piri
Al fondo de mi casa de Santiago había una habitación a la que llamábamos el cuarto de la televisión porque en ella estaba el viejo aparato en blanco y negro. Allí había también un radiotocadiscos Phillips; una caja como de medio metro cúbico a la que se levantaba la tapa superior para colocar —y escuchar— las placas de acetato. También había una colección de discos de los abuelos, de la que recuerdo la exótica portada de South Pacific, una selección de canciones mexicanas, óperas y zarzuelas. Piri y yo solíamos bailar, según nuestra propia coreografía, “Por la calle de Alcalá” y el “Pichi”, cuyo talante ya traía impregnado en mi ADN.
En ese cuarto vimos —como media Cuba— las transmisiones de aquel mítico Festival de
Qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti… cantaba el catalán anticipando nuestra suerte. Porque tiempo después, con las crisis —sucesivas, interminables—, no volvió a conseguirse la aguja, al mueble lo devoró el comején, la casa se perdió en la permuta para
Pero como también predijo el Nano, el olvido sólo se llevó la mitad. Ahora mismo nos recuerdo a Piri y a mí una tarde de mediados de los ochenta cantando a todo pulmón mientras caminábamos por las calles de Miramar: Barquito de papel, sin nombre, sin patrón y sin bandera, navegando sin timón donde la corriente quiera… Porque uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, pero no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí. Y una, que ya casi junta los diez lustros del Tío Alberto, que ya es mitad juicio y mitad, mueca burlona, que está harta de preguntarle al mundo por qué y por qué, sigue cantando: Si alguna vez amé, si algún día después de amar amé, fue por tu amor… Y Lucía tiene todas las caras y todos los cuerpos porque la mujer que yo quiero no necesita deshojar cada noche una margarita y porque si alguna vez fui bello y fui bueno, fue enredado en tu cuello y tus senos…
En mi gusto musical —que siempre ha sido bastante limitado—, Serrat y su Mediterráneo —al que siguieron los discos dedicados a la poesía de Miguel Hernández y de Antonio Machado— fueron la puerta a todo lo demás: Silvio y
Y esta mañana, cuando no hallaba las fuerzas para arrancar un día que se avizoraba como Blue Tuesday, en el muro de Facebook de Cira Andrés estaba "Vencidos", el poema de León Felipe, la última canción del Mediterráneo de Serrat. Va cargado de amargura, que allá encontró sepultura su amoroso batallar… Hay días en que declararse derrotados, reconocer la propia vulnerabilidad, es lo que nos da fuerzas para levantarnos y seguir adelante; días difíciles en los que alivia tener a quien pedirle hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar. Aunque sea —¡quién mejor!— el lunático irreductible de don Alonso Quijano.