No hace mucho, después de leer una de esas crónicas en las que hablé del acoso masculino en el transporte público, un viejo conocido —profesor universitario, cinéfilo, persona culta— me replicó que estaba exagerando porque “a las mujeres les gusta que los hombres se les peguen”. Instalada en pantera le cuestioné de dónde sacaba tamaña barbaridad y me respondió, sin pensarlo un segundo, que si nosotras no decimos nada ni protestamos ni nos movemos ni les reclamamos, es porque nos gusta.
Traté de explicarle el estado de terror que enfrenta una mujer —mientras más joven, peor— en esos casos, el shock de estar siendo vejada y todavía tener que exponerse a la vergüenza pública si lo ventila abiertamente, la cauda de atavismos que arrastramos en lo referido al sexo y la intimidad, el secretismo que nos enseñan a mantener alrededor de todo lo que ocurre en ese ámbito, especialmente los abusos padecidos por casi todas durante la infancia y la juventud, la mayor parte de las veces cometidos por parientes o amigos de la familia. Ninguna de esas razones lo convenció, al contrario: refrendó que era yo una traumada y un par de calificativos más que prefiero no repetir.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos de cómo los hombres no entienden que “no es no”. No en vano éste fue el eslogan de la reciente Marcha de las Putas, que reunió a tantas mujeres cansadas de ser juzgadas, obligadas, violentadas, golpeadas y tantas que ya no están, hasta asesinadas por sus propias parejas o por aquellos que dicen quererlas, pero que se consideran con el poder de hacer lo que les plazca, sea lo que fuere, porque las mujeres siempre hemos formado parte de sus propiedades, de los objetos que les pertenecen. Esas manifestaciones han recorrido las principales ciudades del mundo diciendo, por primera vez clara y colectivamente, que “no” no significa “tal vez” ni muchísimo menos un “sí camuflajeado”, al decir de ese trovador guatemalteco de cuyo nombre no me quiero acordar.
Eso me hace pensar en costumbres y estereotipos tan afianzados en nuestras sociedades a pesar del nuevo siglo, sus modernidades y avances: el hombre como maniático sexual insaciable al que todo debe perdonársele porque —pobrecito— es incontinente, no tiene voluntad ni control sobre sus instintos animales, lo dominan las pasiones más insanas, está enfermito pues… Y la mujer como alguien que, para ser decente y apreciada por ellos, para que no la consideren una cualquiera, debe reprimir buena parte de sus impulsos y deseos, especialmente los amorosos y sexuales, o cuando menos fingir que lo hace.
Esos ambiguos y tortuosos rituales que simulan indiferencia, pureza o tontería —por aquello de darse su lugar y al mismo tiempo “motivar” a quienes supuestamente no aprecian lo fácil más que para la satisfacción inmediata y pasajera— “obligan” a los hombres a insistir y a obsesionarse con quien más “los reta”, aunque eso les provoque inseguridades, inquietud o sufrimiento, lo cual no les impide —porque a ellos (casi) todo se les permite y celebra— entretenerse con la fácil mientras la difícil les retrasa sus favores.
Ese panorama también ha sido paradigmático, repetido con el facilismo de lo que se da por sentado y absoluto. Pero ahora que las luchas por la igualdad de derechos de las mujeres han arrancado buena parte de las mordazas y telones seculares que ocultaron la violencia sistemática y los abusos públicos y domésticos en su contra, algunos hombres se han atrevido a decir que muchas veces son acosados por señoras obsesivas y manipuladoras —que abundan, cómo no—. Ser hombre es también una misión complicada, toda vez que ese atributo tremebundo que se llama virilidad —no sólo lo anatómico, sino toda la tipología de actitudes y aptitudes que lo definen por tradición— debe ser refrendado a cada paso, constante y claramente, a riesgo de caer en la burla y el señalamiento generalizado si dieran muestras de la más mínima “debilidad” o “desviación”. Hay que ser muy hombre para atreverse a no serlo.
El problema es que ese aprendizaje de los fingimientos en los juegos del amor crea una confusión de códigos que suele desvirtuar las interpretaciones. Si la costumbre es rechazar en primera instancia para que, picado su orgullo, el pretendiente o la pretendienta se “esfuercen” en la conquista, ¿cómo saber, entonces, cuándo el rechazo es verdadero y a la otra persona no le interesa —ni le interesará— una relación? ¿Cuántos boleros y baladas —por sólo mencionar un par de géneros— supuestamente romantiquísimos y devocionales no plantean un obsesivo “sé que me llegarás a querer” que se convierte en la bandera del acoso e incluso en el anuncio de cosas peores?
Miles de veces he oído decir que la diferencia entre el cortejo y el acoso radica en que al objeto del deseo, mujer u hombre, le interese o no su pretendiente. Pero ¿cómo hacerle entender al otro/a, en medio de ese galimatías de signos contradictorios, que no es no y no un “sí camuflajeado”? “Dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti,/ planeando la estrategia para un sí”, dice el referido cantautor en un tema que, visto desde la posición de alguien que no quiere al enamorado, aterroriza.
Traté de explicarle el estado de terror que enfrenta una mujer —mientras más joven, peor— en esos casos, el shock de estar siendo vejada y todavía tener que exponerse a la vergüenza pública si lo ventila abiertamente, la cauda de atavismos que arrastramos en lo referido al sexo y la intimidad, el secretismo que nos enseñan a mantener alrededor de todo lo que ocurre en ese ámbito, especialmente los abusos padecidos por casi todas durante la infancia y la juventud, la mayor parte de las veces cometidos por parientes o amigos de la familia. Ninguna de esas razones lo convenció, al contrario: refrendó que era yo una traumada y un par de calificativos más que prefiero no repetir.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos de cómo los hombres no entienden que “no es no”. No en vano éste fue el eslogan de la reciente Marcha de las Putas, que reunió a tantas mujeres cansadas de ser juzgadas, obligadas, violentadas, golpeadas y tantas que ya no están, hasta asesinadas por sus propias parejas o por aquellos que dicen quererlas, pero que se consideran con el poder de hacer lo que les plazca, sea lo que fuere, porque las mujeres siempre hemos formado parte de sus propiedades, de los objetos que les pertenecen. Esas manifestaciones han recorrido las principales ciudades del mundo diciendo, por primera vez clara y colectivamente, que “no” no significa “tal vez” ni muchísimo menos un “sí camuflajeado”, al decir de ese trovador guatemalteco de cuyo nombre no me quiero acordar.
Eso me hace pensar en costumbres y estereotipos tan afianzados en nuestras sociedades a pesar del nuevo siglo, sus modernidades y avances: el hombre como maniático sexual insaciable al que todo debe perdonársele porque —pobrecito— es incontinente, no tiene voluntad ni control sobre sus instintos animales, lo dominan las pasiones más insanas, está enfermito pues… Y la mujer como alguien que, para ser decente y apreciada por ellos, para que no la consideren una cualquiera, debe reprimir buena parte de sus impulsos y deseos, especialmente los amorosos y sexuales, o cuando menos fingir que lo hace.
Esos ambiguos y tortuosos rituales que simulan indiferencia, pureza o tontería —por aquello de darse su lugar y al mismo tiempo “motivar” a quienes supuestamente no aprecian lo fácil más que para la satisfacción inmediata y pasajera— “obligan” a los hombres a insistir y a obsesionarse con quien más “los reta”, aunque eso les provoque inseguridades, inquietud o sufrimiento, lo cual no les impide —porque a ellos (casi) todo se les permite y celebra— entretenerse con la fácil mientras la difícil les retrasa sus favores.
Ese panorama también ha sido paradigmático, repetido con el facilismo de lo que se da por sentado y absoluto. Pero ahora que las luchas por la igualdad de derechos de las mujeres han arrancado buena parte de las mordazas y telones seculares que ocultaron la violencia sistemática y los abusos públicos y domésticos en su contra, algunos hombres se han atrevido a decir que muchas veces son acosados por señoras obsesivas y manipuladoras —que abundan, cómo no—. Ser hombre es también una misión complicada, toda vez que ese atributo tremebundo que se llama virilidad —no sólo lo anatómico, sino toda la tipología de actitudes y aptitudes que lo definen por tradición— debe ser refrendado a cada paso, constante y claramente, a riesgo de caer en la burla y el señalamiento generalizado si dieran muestras de la más mínima “debilidad” o “desviación”. Hay que ser muy hombre para atreverse a no serlo.
El problema es que ese aprendizaje de los fingimientos en los juegos del amor crea una confusión de códigos que suele desvirtuar las interpretaciones. Si la costumbre es rechazar en primera instancia para que, picado su orgullo, el pretendiente o la pretendienta se “esfuercen” en la conquista, ¿cómo saber, entonces, cuándo el rechazo es verdadero y a la otra persona no le interesa —ni le interesará— una relación? ¿Cuántos boleros y baladas —por sólo mencionar un par de géneros— supuestamente romantiquísimos y devocionales no plantean un obsesivo “sé que me llegarás a querer” que se convierte en la bandera del acoso e incluso en el anuncio de cosas peores?
Miles de veces he oído decir que la diferencia entre el cortejo y el acoso radica en que al objeto del deseo, mujer u hombre, le interese o no su pretendiente. Pero ¿cómo hacerle entender al otro/a, en medio de ese galimatías de signos contradictorios, que no es no y no un “sí camuflajeado”? “Dime que no y me tendrás pensando todo el día en ti,/ planeando la estrategia para un sí”, dice el referido cantautor en un tema que, visto desde la posición de alguien que no quiere al enamorado, aterroriza.
22 comentarios:
Odette.
Leo tu escrito y sé que miles y miles y miles de mujeres pensamos, sentimos y secundamos lo mismo.
Tantas palabras desean salir.
El tema da para más.
Lo que nace son ganas indesctructibles de salir gritando, de abrirles las cabezas a esos machos y ver cómo se les mete de una vez por todas el mensaje y entiendan que NO es NO y PUNTO.
Me enoja que tal como decís nos insultan, porque no aceptan un NO.
Rabia.
Enojo.
Asco.
Podríamos decirle a tu conocido que a las punteras de nuestros zapatos (mejor aún si son de esas punteras afiladas, de botas altas) también les encanta encontrar cobijo en la entrepierna de ciertos caballeros... solo que lo suelen hacer con un poco de violencia.
¿Quién, pero quién es el desalmado que tan mal nos juzga? ¿Qué tan poca psicología femenina tiene ese hombre para decir semejante necedad sobre nosotras? ¿él no sabe que cuando una mujer dice NO es realmente NO? No tenemos que adoptar poses, no hay necesidad de decir una cosa con la boca y otra con la intención, es harto estúpido ese concepto sobre el comportamiento de la mujer. Hay que ver a qué mujeres habrá conocido él para haberse hecho ese pésimo criterio sobre las mujeres.
Sí aterroriza Odette. Después de leerte tuve que buscar la palabra tortura, que genera la figura legal del apremio ilegítimo, cuyo primer objetivo, según wikipedia, es: ...el sometimiento y el quebrantamiento de la autoestima y la resistencia moral del detenido, con el fin de que el torturado acceda más fácilmente a los deseos del torturador o verdugo, sean estos cuales sean. ¿Qué tal? Algunas personas dirán que soy una exagerada, como a vos te dijeron traumada...
¡Muy buen artículo!
El final me parece muy adecuado, justo el otro día estaba oyendo esa canción de Arjona y pensaba lo terriblemente mal entendido que está eso del amor y la coquetería.
A veces lo más triste se da en el caso de las violaciones, cuando el no, no se tiene en cuenta. Mucha gente (machista) piensa, incluso hasta los miembros de un jurado, que la mujer fue la que se lo buscó por su actitud provocadora. Es acaso una actitud provocadora querer estar atractiva? No es lo mismo querer atraer que provocar.
Recuerden la película de Jodie Foster. En muchos lugares las mujeres aún se crian con el objetivo de conquistar a un hombre en base a sus cualidades físicas, no intelectuales, son criadas para ser objetos de deseo. Esto es más triste todavía. No más hay que ver algunas telenovelas.
De acuerdo del pi al pa! Recuerdo un dia en que salia de la Escuela de Idiomas, en el Vedado, cuando fui a subir a la guagua un tipo me toco una nalga, me viré y le di un galletazo. Siempre tuve la "teoria" de que no era "tintero de nadie", lo aprendi muy temprano en mi niñez. El saldo de mi, llamemos, "Declaracion de Independencia": 3 divorcios, los amantes no los cuento :) :(
Siempre estamos en desventaja: si simpaticas, Putas; si tranquilas, "noservimospaná"; un solo marido, aburridas; mas de un marido, acabamos! y si definitivamente nos declaramos tribadas (me gusta esa definicion), que puedo comentar que no sepamos!
Un abrazote, no se si alguna vez llegaremos los humanos a entender.
Nancy
Odette, cuando llegué a "la culta Europa", pensé que había dejado atrás toda aquella historia de machismo y sometimiento femenino. Sinceramente pensaba que eso era un problema de aquellas latitudes, pero, para mi sorpresa encontré cosas aún peores. En Italia, por ejemplo, supe de casos en que el novio asesinó a la novia porque, simplemente, ella le dijo que no quería seguir con él...y no estoy hablando del sur, sino del norte, donde se precian de ser cuasi alemanes y cuasi austríacos. Historia aparte es Grecia, nadie se puede imaginar que aquella sociedad del período clásico, tan desprejuiciada, se iba a convertir en lo que es hoy...ves a las mujeres trabajando en las casas y los hombres reunidos en los "kafeneio" (cafés) hablando vaya usted a saber de qué, o jugando cartas, eso sólo por ponerte un ejemplo. En fin, que hay mucha tela por donde cortar en este tema...
Con respecto a la columna de Odette Alonso, les cuento lo que vi en el mercado hace dos lunes. En uno de los puestos -que tenía una especie de fogón un poco más alto que el de una persona promedio- vi que sobresalía la ropa de un chico, me acerqué y escuché murmullos de gritos acallados, me acerqué más y detrás del fogón había una chavita de unos 14 años que estaba siendo acorralada por dos gañanes de su misma edad que las estaban toqueteando y le tapaban la boca. Me acerqué más y dije en voz ALTA y firme: ¿Hey, qué pasa, oye necesitas ayuda? y los dos chamacos salieron corriendo. Me enojé tanto... tanto... que no puedo describirlo. Me caga que estas cosas pasen en este mundo. :(
Con respecto al "conocido", como dicen en mi tierra: ¡qué bolas las de este tipo!
Qué buen comentario Odette, por estos rumbos cae como anillo al dedo después de la Marcha de las Putas, que mucha roncha ha sacado. La naturalización del abuso físico y sexual, a pesar de tanta discusión que se ha generado en los últimos añ ...os, sigue siendo la norma en nuestras sociedades, porque hay instituciones como las religiosas y la misma familia que se encargan de seguir reproduciendo discursos tan obsoletos. El docto profesor universitario al que te referís al inicio, es igualito a unos caballeros con los que estoy compartiendo un curso para docentes universitarios, que igual se burlan del lenguaje inclusivo, como son capaces de tipificar a las mujeres con base en sus atributos físicos. Sigo soñando con un mundo más equitativo e inclusivo, posiblemente no lo veré, pero al menos tengo la certeza de estoy contribuyendo a construirlo, porque mi compromiso en el aula es muy diferente.
De pinga ese conocido. Seguramente para él eres una desconocida.
Recordé cuando era preparatoriana, a esa edad una "trasteada" te dejaba el gran dolor de creer que era tu apariencia la que provocaba tamaña falta de respeto. Por muchos años navegué con la descorazonada idea que lo que me pasaba era porque tenía la "P" pintada en la frente.
Obvio los años pasan y una aprende...
Es realmente triste que seamos juzgadas y que en éste juicio en automático se decida si una merece respeto o no.
Tal vez, lo más lamentable es que la mayoría de las veces somos mujeres las que señalamos a otra, esperando que su forma de verse sea castigada con algún tipo de abuso.
Como género necesitamos entender que UNA somos TODAS.
Aqui en España para que la mujer tuviera derecho al voto costó horrores. No podian tener ni una cuenta de banco a nombre propio y el marido era quien decidñia sobre sus bienes. El tema del machismo, de donde salió el nuestro latinoamericano, es un tema actual. Ello ha hecho que el hombre español sea menos interesante que la mujer española, que se les ha enfrentado a tantos siglos de sumisión. Y este es el motivo de que el turismo sexual a Cuba y otros destinos del hombre español sea uno de los mayores de Europa. Si fuera como dice este señor cavernícola, lo que sucede en Ciudad Juárez está justificadi. El fotógrafo César Saldivar, mexicano radicado en Madrid y Europa, hizo con actrices una recreación de la violencia masculina contra las mujeres que fue perturbadora y de gran calidad. Por suerte, no todos los hombres piensan como él. Quien opina así debería dar la cara pero discretamente omites su nombre. Este tipo de fechorias merecen llamarse directamente a quienes son responsables. Otra cosa es que una pareja pacte una relación sadomasoquista en el sexo, que las hay, de mutuo acuerdo y con consentimiento de ambas partes. En fin, un tema inabarcable que nos puede remontar a Popea y a Nerón, y mucho antes hasta Adán y Eva. Vaya tema escabroso. Alberto Lauro
Amiguita, a ese profesor universitario hay que mandarlo de nuevo a la escuela para que aprenda a leer las "señales no verbales." ¡El traumado debe ser él, cochino! Y al fin me entero de quién es Arjona, del mensaje de Face...¿Qué te puedo decir? Pues pod estos lares es muy conocido en su casa a la hora de almozar. ¡Arf!
Muakisses, la Te
Hay cada tios que estan de atar. Ese proposito esta muy intrincado en sus cerebritos y no solo tocar, he conocido de miradas fijas en el escote o las nalgas, de colegas de trabajo, que dan deseos de gritar No, que el bucaro te lo pongo en la cabeza.
besos
Estos tipos de problemas no son entre Europa y Latinoamerica, ni entre profesores universitarios y obreros, ni tan siquiera entre medioevo y modernidad, son entre hombres limitados cerebralmente que piensan que las mujeres deben aceptar su barbaridad, barbarie, barbarismo(de lengua y hecho) y todo lo que con violento, cruel e incivilizado tenga que ver.
Querida, una vez más, coincido contigo... sólo te precisaría que un individuo, por más profesor, leído, sabedor de datos y demás que sea o se diga, si es misógino, racista, homófobo o cualquier otra variante de la discriminador que generaliza y estereotipa al otro, NO ES CULTO; es un ignorante, desconoce a los que le rodean, no los sabe ver, sentir, comprender: vive en un mundo irreal porque no sabe convivir socialmente.
Alguien que no entiende que NO, ES NO, ocupa sus sinapsis en refrendar sus miedos, sus prejuicios, sus soberbias, por lo que no le quedan sinapsis para ser inteligente, culto y sensible. Y si trabaja de maestro, de profesor, sin duda no será un buen maestros, antes tendría que abrirse a aprender: aprender humildad, solidaridad, respeto y afecto.
Besos.
Estupendo texto, amiga. Pareciera que estas cosas ya son plenamente consabidas y que no hace falta abordarlas, pero si conoces a alguien, “culto”, además (permíteme las comillas) que piense de semejante manera y se atreva a decirlo abiertamente, es que todavía hay mucho espacio para estas denuncias. No estaría mal que ventilaras su nombre en la red, para que fijemos todos su identidad. Increíble… Un abrazo. Jorge
Hola, Odette, estas reflexiones me recuerdan lo que pasa en Cuba, en una guagua atestada cuando una negra culona le grita a un tipo: Oye, mijito, echa el mandao pa'lla o un radical Déjate de repello, que yo no soy pared. Pero en México nadie se atreve a gritar eso. ¿Qué pasaría, me pregunto? No lo sé, pero el día que en Tacubaya se empezó a colar la gente en la cola del pesero que va a Cuajimalpa y yo girté, centrohabaneramente engorilada: Oigan, no seand escarados, aquí hay una cola MÁS NADIE se coló, salieron con elr abo entre las patas. Y eran hombres. Todos me miraron asombrados pero también con gestos de aprobación. Vaya, que se puede ser muy educaco, chica, pero no comemierdas
Un abrazo
Yamilet
Yo trato de respetar a las mujeres, nunca inicio "nada", pero por ese "respeto" he hecho cada papelazos, que haria un libro. Una vez una mujer me dijo, mijoooo, ya no sabia que hacer para que me miraras...
Darwin dijo en su evolucion de las especies, que sobrevivian los mas aptos, quien escoge a los mas aptos para sobrevivir en la madre naturaleza: la hembra, por tanto si ella dice no, es una respuesta bien simple, incluso para los no aptos, un no es simplemente: no quiero, no voy, no fastidies, ni lo sueñes, no me cuadras, no funcionas, ni te lo laves, que no vas, etc, etc etc; el hombre propone y la mujer dispone; quien creyo en la fabula del macho conquistador esta mas perdido que el hijo de Lindbergh, y mira que ese se perdio hace rato; a proposito, me gusto la parte donde hablas del lacrimogeno de Arjona, siempre llorando con sus canciones donde si no le pegan los tarros , lo botan por mala hoja o se le muere la mujer por no cuidarla lo suficiente; nada querida que estamos rodeados y por si te pasa algo asi donde sea recuerda: un buen tortor de guevos pone en retirada al mas macho de la pelicula!!! besos!
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