Cuando llegué a Xalapa la primera vez, nadie me estaba esperando. Eran los finales de mayo del 92, hace casi veinte años, y llovía ―¿alguna vez no llueve en Xalapa?―. Entonces ―aunque ahora nos cueste creerlo― no había celulares y la amiga que debía esperarme no me pudo avisar del contratiempo que la retrasaría. Perdida en aquella terminal que me parecía enorme, sólo atiné a acercarme a un puesto de información turística atendido por un señor de apellido Farfán. Él me dio las monedas con las que marqué a casa de mi amiga, donde no respondía nadie. Prácticamente acabada de llegar de Cuba, el dinero que llevaba en los bolsillos era poquísimo. Y el miedo del alma, mucho.
Sin saber qué hacer, haciendo tiempo, conversaba a ratos con el señor Farfán, que resultó ser filatelista como había sido yo de niña. “Si no viene su amiga, le recomiendo un hotel”, me dijo. ¿Cuánto podría costar un hotel?... no tenía idea, pero sospechaba que sería carísimo. Insistí en el teléfono de mi amiga y entonces respondió la muchacha del aseo. Me dijo que los señores no estaban en casa y ni un detalle más. Temí quedarme a vivir allí, como Tom Hanks en el aeropuerto de la película.
Cuando las sombras empezaban a cernirse sobre la ciudad y habiéndole comentado de mi precariedad económica, el señor Farfán me recomendó el hotel Limón. Recuerdo un caserón viejo del centro y una habitación mínima. Creo que pagué 25 o 30 pesos, lo mismo que de taxi ―¡eran otros tiempos!―. El agua caliente nunca salió de la ducha. Sentí que se me pararía el corazón cuando el chorro heladísimo, ártico, me cayó sobre el cuerpo. Preferí conformarme con un rápido bañito vaquero ―orejas y rabo―, y salí a buscar algo de comer porque desde la tarde anterior, cuando me embarqué en Chetumal, no había probado bocado.
La calle era un Londres tropical, con la niebla hasta la altura de los tobillos. Seguramente exagero ―¿qué tendría de raro?―, pero no tanto. Bajé por una callecita empinada que me recordó las de mi Santiago natal. Ahora, con el tiempo, creo que era Xalapeños Ilustres. En la base de la loma había una tiendita; compré un pastel de queso con fresas, algo de tomar y volví a subir, un tanto angustiada, hacia el hotel, donde devoré aquel diminuto majar.
No sé cuánto demoró mi amiga en llegar. Había llamado, uno por uno, a todos los hoteles de la ciudad hasta que dio conmigo. Ya era de noche cuando salimos a la calle con todos mis matules y fuimos a comer unas tostadas al restaurán de Pepe El Negro en ese callejoncito del Centro. Así empezó mi historia en Xalapa. Todo me parecía mágico: el lago, la niebla, el verdor, la lluvia casi constante, las casitas de las Naveda en La Pitaya, el rumor del río, la simpatía de Jenny, el taller de Elsa, los grabados de Per, mis caminatas por toda la ciudad, el yogur de Chambourcí ―oh, sí― y el Chedraui de la vuelta de la catedral. No sé qué tiempo estaría allí esa primera vez, diez o quince días, no más, pero siempre me parece que he vivido en Xalapa toda una vida. Allí usé botas por primera vez, allí conocí a Joaquín Sabina. No al tipo en persona, sino al letrista y maestro del argot y del humor ―negro― ibérico. Adriana tenía las Mentiras piadosas y Física y química entre sus discos de cabecera y caí rendida a los pies de aquellas infinitas enumeraciones: Nietos de toreros disfrazados de ciclistas, ediles socialistas, putones verbeneros, peluqueros de esos que se llaman estilistas, musculitos, posturitas, cronistas carroñeros… O: Y si quieres también, puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesino… O: Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén. ¿Policía? ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez.
Ese mismo año, meses después regresé a Xalapa para impartir un curso opcional de historia de la literatura cubana a los estudiantes de la licenciatura en letras de la Universidad Veracruzana. Tenía 28 años y estaba más cerca de aquellos muchachos de lo que suele admitir uno en la tercera década. Colaboré en sus revistas, paseábamos la ciudad, compartíamos versos y licores. Esa vez me quedé, cuando mucho, un par de meses; ya la ciudad de México me había robado el corazón.
Otras veces volví. Con Elena y Abraham, con Dora y el año pasado a presentar la novela premiada de Yamilet García. Pero el próximo domingo volveré para bautizar mi antología poética personal Manuscrito hallado en alta mar, salida hace apenas unos días de las prensas de la Universidad Veracruzana; una reunión de toda mi poesía publicada en veinte años, desde “Balcón al mar” hasta “Parpadeos”, desde Enigma de la sed (Santiago de Cuba, 1989) hasta El levísimo ruido de sus pasos (Barcelona, 2005).
Este libro es un sueño largamente acariciado; dos décadas de vida y de recuerdos deambulan por sus páginas. Agradezco a Patricia Toledo el dibujo ―con tantos significados― que ha servido de ilustración para la portada; agradezco a Nina Crangle la cuidadosa ―y cariñosa― edición; agradezco a Germán Martínez la organización de la presentación y a Agustín del Moral y a la editorial de la UV la publicación de este Manuscrito que hoy, que es en México Día de la Madre, me hace sentir como si compartiera con todos mis hijos, los versos, este fantástico banquete.
La presentación de Manuscrito hallado en alta mar. Veinte años de poesía reunida (1989-2009) se realizará dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro Universitario, el domingo 15 de mayo a las 5:30 pm en la Galería de Artes Plásticas de la Unidad de Artes de la Universidad Veracruzana (Belisario Domínguez 25, Xalapa, Veracruz). Comentarios a cargo de Claudia Domínguez. Entrada libre, libros a la venta.
19 comentarios:
Felicidades, mamá. No sabes cuánto me alegro de tus "partos" porque imagino el sacrificio y a veces, supongo, que hasta duelen, como los otros. Debe de dar mucho gusto y placer parirlos. Y uno, a disfrutarlos.
Gracias, Odette. También por esta crónica de los recuerdos en los espacios que se van apoderando de uno para siempre, como los hijos.
Hola Odette, es delicioso el relato de tu "desembarco" en Xalapa, me recordó el mío en el DF, unos años después, y en circunstancias completamente distintas. Yo iba a impartir unas conferencias en el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial, pero algo había en común con tu historia, llevaba poquísimo dinero (el que me habían dado de "dieta" en mi trabajo y alguito más de mis ahorrillos). Me alojaron en un hotel (bastante lujoso, por cierto) que se encuentra cerca de algo que se llama algo así como "periférica sur". o qué sé yo...el asunto es que aquello es una zona residencial y no había ningún chiringuito donde comer (al menos al alcance de mi bolsillo). En el Instituto me ofrecieron cordialmente un café para mí "intomable" (mucho y aguadísimo)...y nada más. Para no hacerte largo el cuento, el día en que me encontré con un lugar donde vendían hamburguesas, sentí que se me habían abierto las puertas del paraíso. Pero bueno, después de estas primeras ansiedades alimentarias, todo lo demás fue muy bien y la ciudad, de manera general, me gustó mucho (estuve casi un día entero en el Museo de Antropología), así como algunos lugares cercanos que pude visitar, Teotihuacán, Tepoxtlan, etc.
Disculpa que te haya "desembarcado" estos recuerdos, pero tu narración me los movió...sobre todo esa sensación-miedo de salir por primera vez del terruño y llegar a un lugar desconocido.
Enhorabuena por tu libro...ojalá pudiera estar en la presentación, pero bueno, alguna vez será. Un abrazo,
Gracias por compartir esa desolación que hemos sentido tantos expatriados allende los mares. Y enhorabuena por la antología. Bendiciones.
Daniel Torres
Dia de las Madres, como bien sabemos, es todos los dias! Te felicito, querida Odette y que paras muuuuuuuuchos hijos mas, mi corazon!
Un beso para ti! Hermosa cronica, brindis por esos dias y todos los que vendran!
Nancy Estrada
Lindas vivencias, AHORA, esos miedos eran terribles en aquellos momentos, dimelo a mí. Besitos hermana, enhorabuena con el Manuscrito.
Un beso tu hermana, Ena
Muy buena noticia o parto, la forma de contarlo como siempre me gana, lo disfruto mucho, es muy ameno, como mirar postales que son para la otra vida, gracias.
JC Recio
Las coincidencias de la vida -que tratándose de los cubanos, no son tan casuales: así llegué yo a Mérida, cuando me vi en el aeropuerto sin que Efraín estuviera, y un matrimonio cubano me regaló cuatro dólares para poder llamar a nuestro amigo al DF y saber qué había pasado. Nuestras odiseas compartidas.
Un abrazo.
Manolo
Me ha encantado ese texto pues conmigo sucedio algo muy parecido la primera vez que fui as San paulo, una ciudad de 20 millones de habitantes, entonces te imagina lo qué pasé. También te felicito por los 20 años de poesía. Besos mi querida.
Muchas felicidades, se ve linda la edición. Supongo que no será fácil de conseguir en otros lados, por favor, cuenta de dónde podemos adquirirlo.
Abrazos siempre
Felicitaciones. Por el libro y por la nostalgia, que es la que te lleva a escribir.
Un abrazo.
Que tengas el éxito que mereces por tu trabajo, Odette. Buen título, imagino que los poemas son fantásticos y hermoso, dolidos y todo lo demás que se presiente cuando hemos leído tu poesía. No me queda sino darte un gran abrazo y todo mi afecto. Teresa
Oye, no sabía, me alegro mucho, felicidades. Lástima que no puedo ir pero ya lo conseguiré de alguna forma. Dale saludos de mi parte a toda la tropa veracruzana.
Yamilet.
Querida amiga, "veinte años de poesía reunida", madre mía, cuánto tiempo y cuánto camino... Siento mucho no poder acompañarte en estas cosas, pero créeme: lo hago desde aquí deseándote mucha suerte. Da mucho gusto ver cómo la poesía, esa indómita y eterna jovencita, atraviesa, "contra viento y marea", estos tiempos nada propicios para el libro y la literatura. Me alegra mucho verte al timón de tal empresa. Tu poesía vale la pena. Un beso muy grande. Jorge
Querida Odette, que felicidad parir un libro. Un abrazo para ti y también para Minerva por la presentación de sus libros.
Silvia Matus
Hermosa nota ésta, Odette. Te felicito porque estás publicando la antología con lo mejor de tu producción de poeta, mujer sensible y artista. Te deseo mucho éxito, Lita.
Tu relato de la llegada a Xalapa me recordò la llegada mìa a Buenos Aires en la madrugada, la soledad del inmigrante en lugares desconocidos y con solo un contacto, que por h ò b siempre llega tarde para que la opresiòn en el pecho sea mayor. Leyèndote se me ocurriò que estas situaciones, en el caso nuestro, se dan como prueba... Mira que buen premio, tu antologìa poetica, 20 años, se dice fàcil, pero cuanta agua bajo el puente.
Excelente titulo Odette "Manuscrito hallado en alta mar", lo dice todo, ¡FELICIDADES !, mis quereres para ti poeta. Queve
Amiga mia. cóo me gustaría a compañarte ese dia de nacimiento de tu nuevo libro-
Ojalá alguna vez me inviten a tu mexico por mis libros y nos podamos conocer y charlar largo.
Toda la suerte y un enorme abrazo.
Silvia Loustau
Odette, me agrada mucho tu espacio.
Tus escritos son extraordiarios, claro, eres una escritora grandiosa.
Enlace tu blog, espero este bien eso. Gracias por tus palabras.
Desde la Patris, un abrazo.
Maria del Mar
www.flordelasedades.blogspot.com
Odette que lindo relato... me transportaste a una de mis cuidades favoritas... Tus descripciones como cuadros de cine me hicieron recordar mi reciente visita y mi anhelo constante de esa neblina embrujadora... (Carmen)
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