martes, 11 de agosto de 2009

¿Muy lésbica, muy sáfica?

No sufre en la soledad, de Marta María Pérez Bravo,
fotografía usada como imagen de portada de Espejo de tres cuerpos




A todos los amigos que me lo han preguntado.



El domingo llegó un mensaje de una querida y vieja amiga de la universidad, académica en Cuba, quien me preguntaba: “¿crees que realmente es necesaria la cruzada contemporánea por el reconocimiento gay?, ¿no te parece, Odette, que haciendo grupos, asociaciones, editoriales, etc., se promueve aun más la automarginación?... ¿crees que tu Espejo de tres cuerpos no sería bien recibida por una editorial que no fuera gay?... No creo que los valores de tu excelente novela estén en el tema, sino en la maestría narrativa y los valores que propones.”
Decenas de amistades me han planteado cuestiones similares desde que salió la novela en febrero pasado. El más reciente y contundente fue mi querido amigo Félix Luis Viera en su excelente y puntual reseña publicada en Otro Lunes: “No pocas veces he dicho, y lo sostengo, que la literatura gay, lésbica, erótica, etcétera, no existe. No descubro nada al afirmar que la creación literaria tiene como basamento fundamental el ‘drama humano’; nada descubro cuando asevero que los temas eternos del hombre —del ser humano, valga aclarar en este caso específico— ya están preestablecidos desde el surgimiento de éste: el amor, la muerte, la lealtad, la traición, la bondad, la perversión… y los que faltan. Lo demás, y seguimos hablando del arte literario, son Asuntos. En cualquier narración o poema que se respete, pueden aparecer una o varias facetas de lo antes dicho, porque así de humanos, o a veces de inhumanos, somos. Ah… bueno… que el Asunto se desarrolle en un ámbito homosexual, por ejemplo, es otra cosa, pero los Temas son los Temas, y en este ámbito, como en cualquier otro, aparecerán.”
Para abordar un tema, o más bien un asunto, de tantas aristas e implicaciones emocionales, necesito hacer un poco de historia. Durante décadas, a más de una escritora cubana he oído afirmar ―yo misma lo dije miles de veces― que la marca de calidad en los textos escritos por mujeres radica en que “no se les note el sexo”. Según esto, somos mejores en tanto quien nos lea, si no viera previamente nuestra firma, no pudiera asegurar que el autor es mujer. O sea que seremos mejores mientras más nos parezcamos a los hombres, aunque muchos de ellos sean infinitamente menores, literariamente hablando.
No he leído estudios sobre literatura o arte, aun los más serios y documentados, en los que no se mencione primero ―es una regularidad absolutamente comprobable― la obra de los hombres. En Cuba, por ejemplo, nunca vi a Damaris Calderón, Teresa Melo o Sonia Díaz referidas antes del puñado de poetas varones de nuestra generación. Nunca a Albita Rodríguez, Xiomara Laugart o Luiba María Hevia antes que los trovadores con los que compartían escenarios. Nunca a Consuelo Castañeda, Magdalena Campos o Rocío García antes que los pintores coetáneos. Y así, sucesivamente, siempre hallamos primero la obra de los hombres, y la de las mujeres en los párrafos siguientes. Pero si alguno de esos artistas abordara abiertamente asuntos referidos o colindantes con la homosexualidad, fuera hombre o mujer, entonces siempre quedaría rezagado a los párrafos posteriores a los dedicados a heterosexuales.
Obviamente, no es un fenómeno específicamente revolucionario; lo mismo le pasó a Ballagas, Lidia Cabrera, Mirta Aguirre o Reinaldo Arenas, por sólo mencionar algunos. Es, además, antiquísima costumbre humana: a Helena no se le menciona entre los primeros protagonistas de La Iliada, aunque fueran ella y las diosas quienes provocaron el enredo. Sin embargo, para lo ocurrido en el último medio siglo en la mayor de las Antillas pudiera arriesgarse una sencilla explicación: el sistema político cubano, adscrito a la más reacia cultura patriarcal, buscaba la formación del “hombre nuevo”, y en ese concepto incluía, de manera indiferenciada, a las mujeres. O sea, que las mujeres también éramos “hombres nuevos”. La “liberación femenina”, la incorporación de ellas a la esfera laboral pública, incluso el destierro de viejos hábitos y escrúpulos era celebrado y se aplaudía en los informes, los discursos y la vida general en tanto las mujeres no contrariaran o trasgredieran los cánones masculinos. Se le incorporaba a los círculos de varones, se les hacía un huequito, pero para ello debían mimetizarse. (Y obsérvese cuán hondo calan esas enseñanzas, que en las oraciones anteriores hablo de las mujeres como si no fuera una de ellas.)
A cuántas cubanas y cubanos no habré escuchado decir ―cuántas veces no lo habré dicho yo misma― que no simpatizan con el feminismo ni con las militancias sectoriales de las llamadas minorías ―que en conjunto son la gran mayoría―, aun cuando no los conocieran. Cuántas veces afirmamos que nos parecían inútiles, que eran modos de dividir en vez de sumar, que no había necesidad de ponderar esas características correspondientes a la esfera íntima e individual. Cuánto nos sembraron en la cabeza que debíamos ser homogéneos, monolíticos, unívocos.
Ese proceso de “despertar” femenino a la vida pública que viví en Cuba, también ocurrió del mismo modo aparencial en todo el mundo patriarcal —o sea, en todo el mundo— y referido a todas las “minorías” (étnicas, sexogenéricas, sociales, económicas, etáreas, religiosas, lingüísticas, de capacidades diferentes, etc.). El discurso oficial proponía medidas y leyes que garantizaran su igualdad de derechos y oportunidades e, incluso, porcentajes obligatorios para que hubiera representación parlamentaria de esos sectores. Sin embargo, en la práctica, los beneficios han sido menores a los esperados o necesitados.
En Cuba, lógicamente, nadie puede fundar una editorial independiente, una asociación civil ni una ONG, pero en el resto del planeta ésas empezaron a ser vías para asociarse las personas con intereses o propósitos comunes que no encontraban eco —o no a la medida de sus demandas— en las instituciones oficiales. Así, en el caso de la llamada “comunidad gay” —restrictivo modo de abreviar LGBTTTI: lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis e intersexuales—, han surgido espacios “alternativos”, que van desde un sitio donde tomar un café o un trago sin que un puritano, un radical o un pervertido te molesten, hasta las jornadas culturales de la diversidad y las editoriales dedicadas al tema.
Y no se trata de una “cruzada por el reconocimiento gay” sino del proceso mundial de visibilización de un sector que, sin pretender aplastar o suplantar a nadie —como sí han hecho con nosotros a través de los siglos—, ha asumido públicamente su sexualidad sin hipocresía y ha decidido ganarse el lugar que por tanto tiempo le fue negado. Uno de los caminos para lograrlo ha sido llevar al arte y la literatura las especificidades, inquietudes, preocupaciones y denuncias intrínsecas de nuestra condición.
Volviendo al ámbito editorial, en la actualidad la cantidad de personas que hacen libros ―no a todos puede llamársele “escritores”― supera en gran medida no sólo la capacidad editorial, sino, sobre todo, la cantidad potencial de posibles compradores ―al mercado le da igual que sean o no lectores―, lo cual crea un inconveniente cuello de botella para quienes esperan ganancias de sus productos, punto esencial de cualquier negocio. Y en este caso, como en los estudios literarios o artísticos antes mencionados, pueden meter las manos al fuego de que los grandes emporios no priorizarán una obra de asunto homosexual, a no ser que el autor sea una vaca sagrada o miembro de sus catálogos con probada capacidad de venta.
De modo que las editoriales, revistas, páginas de internet o demás espacios definidos como homosexuales —y aledaños— no han sido un simple capricho segregacionista, ególatra o provocador, sino precisamente todo lo contrario: una necesidad de presencia y visibilidad, de salir del rincón que se nos había asignado para que no asustáramos ni pervirtiéramos al resto de la población “normal”. Claro que —y en esto tienen razón quienes señalan la aparente parcialización heterofóbica del asunto— si bien esos espacios, en particular los productores, expositores o difusores de arte, son especializados y reciben sólo material referido a su línea predeterminada, deben cuidar que el público meta no se acote exclusivamente a las “comunidades diversas”; deben tener acceso a verlas, leerlas y disfrutarlas todos los sectores de la sociedad porque, si no, de qué habría valido el esfuerzo. Si queremos que se nos acepte con naturalidad, que se nos reconozca como a ciudadanos “normales”, tenemos que dejarnos ver y comprender más allá de nosotros mismos o acabaremos siendo lo que no sirve de nada: guetos, minorías a las que se les trata con violencia, lástima o temor.
Clasificar una novela como de asunto lésbico no tiene nada de malo o de menor, como no lo tiene hablar de la novela histórica o antropológica, de la costumbrista o la picaresca. No hay que tenerle miedo ni asco al término: no se trata de catequismo ni pornografía. Como en la novela negra, de ciencia ficción, de fantasía, incluso infantil, los públicos de la narrativa de asunto homosexual son heterogéneos; la clasificación no tiene por qué ser prohibitiva o limitante. Un amigo me ha contado que volvió a leer todas las novelas de su adolescencia y consiguió encontrarle infinidad de lecturas y mensajes que a los quince años no alcanzó a interpretar. Lo mismo me ha pasado con la lectura de los cuentos de Oscar Wilde. Al buen lector no le asustan ni le detienen las clasificaciones porque son asunto mercadológico, casi extraliterario, y no un indicativo del público que debe o no leer las obras.
Que la salida masiva del clóset parezca un reforzamiento de la autosegregación es sólo aparencial. En el momento actual, el debate sobre el “asunto gay”, con todas sus ramificaciones y aristas, rebasa los límites geográficos de Castro Street, Chueca o la Zona Rosa. La prueba es, precisamente, que en este Parque estemos hablando tan tranquilamente del asunto. Y me alegro, entonces, que sea mi novela la que despierte estas inquietudes y nos permita conversar.

19 comentarios:

jtg dijo...

Hola, amiga. Es un tema complicado el que propones hoy. Te entiendo, pero también lo hago a quienes cuestionan la necesidad de "rotular" el término lésbico o gay sobre una novela o un poemario. De hecho yo, desde España, lo encuentro ocioso e innecesario. Pero claro, otra cosa muy distinta sucede si el lector está en Cuba o en cualquier otro sitio donde tales reivindicaciones sean "justas y necesarias". Tu discurso de hoy está sujeto a aquella realidad que viviste en Cuba, y que todavía hoy, se vive en tantos otros sitios en los que la homosexualidad es rechazada y hasta perseguida... Sin embargo, visto a mediano o largo plazo, ninguna etiqueta añade o quita algo a una obra. Si se necesita la etiqueta es porque sobra la obra. Si molesta la etiqueta es también porque sobra la obra. La etiqueta en este caso puede reflejar el precio --entiéndase lo circunstancial y coyuntural-- pero nunca el valor: lo que queda después de la higiénica faena del decantador de la memoria, que como he escrito por ahí en algún verso, siempre justiprecia el linaje de lo registrado. No leí todavía tu novela, pero seguramente cuando lo haga olvidaré su etiqueta, su portada, incluso su autora... Me quedaré con lo que importa: su poder para inquietarme con el poderío de lo contado en cuanto a fondo y forma. Te espero --te acuestes con quien te acuestes-- ahí: útil, sacando literatura de aquel óbolo genitor que extraviaron los dioses en tu asexuada inteligencia. El abrazo de siempre
Jorge

Antoine Rodríguez dijo...

Es un gran debate. Yo creo que primero es literatura y luego viene el tema o la clasificacion. Sí tiene que ver con asunto lésbico. Lo de iteratura "lesbica" creo que depende de la intencion de la autora (si es lesbiana con intenciones "militantes" o sea hacer visible relaciones lésbicas para legitimarlas). Se puede clasificar la novela de Eve Gil "Requiem por una muñeca rota" como literatura lésbica? Creo que no. Es mas bien literatura que aborda el tema de relaciones lesbicas. Por otra parte, aunque pareczca contradictorio, no creo en una vision esencialista de la literatura. No creo que haya literatura esencialmente femenina o masculina o gay o lesbica aunque admito que la produccion literaria lleva huellas de la construccion sexo-ideologica del autor. Gran debate.

Juan Antonio Molina dijo...

Un tema apasionante. me hace pensar en que la construcción de una identidad suele ser un proceso siempre doloroso. Y que las identidades también se construyen (o al menos, se relatan) desde la literatura. Tal vez el punto conflictivo venga cuando aceptamos que no siempre la literatura se construye desde las identidades.

Escombros Hablaneros dijo...

Toda literatura es conflicto, y no importa la opción sexual del escritor(a) o de los lectores cuando la obra supera la expectativa que la creó. Abrazos

LA REDACCIÓN dijo...

Odettica querida,
con frecuencia hallo en charlas entre académicos la machacona frase aquella: la literatura no tiene sexo. Lo dicen con gran convicción los mismos que organizan sin rubor una mesa sobre literatura española o argentina o mexicana; por ello me pregunto ¿la literatura no tiene sexo pero sí nacionalidad?, ¿por qué una característica tan circunstancial como la tierra donde se ve la luz primera sí crea sentido en la mente de ciertos lectores a manera de impronta interpretativa, pero todo aquello vivido con el tamiz del cuerpo no?
Curioso: no veo en este parque algún quejoso del tipo "mira a la Odé, organizando mesas sobre escritura cubana, cree que la cubanidad debe exhibirse impunemente a través de una vía tan incorrupta como la LITERATURA (así, con mayúsculas respetuosas); tendremos que decirle con firmeza que amén de asexuado, un escritor (y aquí deben caber también las escritoras) es ciudadano del universo, sin etiquetitas visibles en ningún rincón de su ascética, asexuada, atemporal y seria novela. Porque si alguna marca asoma por ahí, entonces está prostituyendo a esa virginal musa que es la LITERATURA. Nada de reivindicaciones, ni siquiera si esos brutos de Cervantes y Shakespeare usaron sus letras para conseguir favores monetarios o para denunciar reyezuelos o para criticar paradigmas económicos. La literatura es pureza, es blancura ingrávida e inodora (en ambas acepciones)". Amén.

Leticia Vaninna

Quevedo dijo...

Lo que dice usted, amiga mía, tiene mucho sentido, entendimiento y razón... como se dice por acá.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Leticia. ¿Por qué tanto miedo a que se adjetive la literatura, sobre todo si tiene que ver con mujeres u homosexuales? Bien dice Leticia que nadie se queja porque la literatura tenga nacionalidad, corresponda a alguna corriente o a un momento en la historia (literatura del siglo XIX, por ejemplo). Lo que parece estar detrás de esto muchas veces es un prejuicio. Pero la calidad humana no se relaciona necesariamente con la orientación sexual, como plantean algunas narraciones de la literatura tradicional cuando han denostado la homosexualidad, ni la cualidad literaria está dada por la falta de especificidades sexogenéricas, sociales, locales, nacionales, entre otras.

Ma. Elena

el goty dijo...

yo querida , estoy de completo acuerdo con tu amigo felix, para mi solo es literatura y la clasifico como buena o mala, el tema es cosa del genio del creador y no creo que se deba catalogar por la orientacion sexual o por el contenido de la obra, por ejemplo: la compañera (partner se les llaman aqui)de una persona muy crce de mi a la quiero con la vida, siempre esta hablando del orgullo gay y de los derechos gay y de lo de mas aca y mas alla, mi unica respuesta es , que yo veo nada de diferencia, ertre gays o heterosexuales, o bisexuales, o asexuales; para mi son personas como yo , que trabajan , sufren , aman , y tambien desechan las inpurezas del cuerpo el mismo modo que cuarquier hijo de dios, el hecho que un monton de mongolicos no piense asi y ademas sea una mayoria, no significa nada mas que son eso, una mayoria, en la generalidad segun mi experiencia, rondando en retardados mentales, asi tu a lo tuyo y que vengan mas que estamos ganando un beso goty.

Anónimo dijo...

Querida Odette:

Muy enjundioso te texto,muy matemáticas muchas de tus observaciones. Coincido con las analogías qeu haces entre los cantantes versos catant(as) y los pintores versus pintoras. Ha habido discriminación con la mujer desde antaño.
Creo que la "orientación" sexual de una obra literaria no debe ubicarla bajo un rótulo determinado. Con que diga en la contraportada de qué se trata, basta, aunque quizás para eso falte mucho tiempo puesto que no está mal por el momento, creo, rotular la literatura gay, pues cuestiones de índole comercial, las menos, y objetivos revindicatorios pegan una especie de grito al respecto. Pero en realidad es cuestión de "estrategias", de ninguna manera este tipo de literatua merece género aparte, no es justo.

Gracias.
Félix Luis Viera
Basta con la novela "negra", la de ciencia ficción y otas.

Antoine Rodriguez Lille 3 dijo...

varias reacciones en caliente.
1.Retomo la ultima frase de "la redaccion" : La literatura es pureza, es blancura ingrávida e inodora (en ambas acepciones)". Supongo que es una broma, "une boutade" como se dice en francés. Habria que definir los terminos de pureza, blancura, etc. De la misma manera se puede afirmar que si la literatura fuera pureza no existiria la literatura o no habria buena literatura o solo serîa literatura de un sistema oficial que quiere imponer la idea de pureza, decencia, norma, etc.
2. Soy académico y sî pienso que la literatura tiene sexo, como no la va a tener? lo de literatura gay o lesbica (o literatura con tematica gay/lesbica) es, retomando lo que dice Butler sobre la identidad gay y lesbiana, una falsa etiqueta circunstancialmente muy practica, sobre todo para los lectores en busca de referentes positivos en cuanto a legitimacion de una identidad negada (cada vez menos) por un sistema dominante heteronormado. Con el tiempo, cuando lo que importe sea la circulacion del deseo y ya no el sexo de las personas que lo hagan circular, la etiqueta de literatura gay o lesbica desaparecerâ y se convertirâ en un aspecto pasado de la historia de la critica literaria. Pero de momento estamos lejos de ese tiempo "utopico" y si creo necesario que se hagan visibles, con etiquetas, por qué no? las obras que obordan la tematica gay/lesbica/trans para resistir a la imposicion de la heteroxexualidad como unica norma sexual. Lo de la calidad literaria depende mucho de la moda cultural, de la critica academica y periodistica, de los premios literarios, de la capacidad de la obra a servir de intertexto y del campo literario en general.
(antoine rodriguez)

Anónimo dijo...

La literaturan se la clasifica de muchas maneras y una de ellas puede ser la opción "queer" o maricona, así como casi toda la otra literatura es buga o hetero y no se trata de estos o aquellos sino de la naturaleza de las cosas. Como hay literatura romántica o barroca, también hay literatura "queer" o maricona. No hay que tenerle miedo a las palabras. Y enhorabuena, Odette, por tu novela, por agregar a un corpus postmoderno y postcolonial de literatura alternativa.

Daniel Torres

gloria careaga dijo...

Y claro, cómo se te ocurre! Que las lesbianas también van a seguir irrumpiendo en esta sociedad? No ven acaso el desorden que ha causado el movimiento feminista en el mundo? No es suficiente? Habiamos vivido tan tranquilos -si en masculino, porque así se vivía- sin esas irrupciones que han dado la vuelta a las relaciones... y no solo, sino a las concepciones mismas del mundo. Qué es eso de visibilizar ahora a las lesbianas, destacar su producción, cuando el mandato para que ser aceptadas, o mas bien no molestadas, ha sido el silencio y la invisibilidad. Qué quieren con destacar cada una de las particularidades en la sociedad, si el desafío que se ha planteado es la homogenización?
Mientras más nos asumamos en consonancia con la hegemonía, ya sea imitándola o aceptándola mediante la sumisión, más tranquilos estaremos(?).
Será que de verdad a través de la irrupción en todos los espacios lograremos por fin ser vistas? felicidades Odette!!!

Odette Alonso dijo...

¿No les parece que pretender que la literatura sea una es algo así como aquella afirmación, largamente desmentida por la historia humana, de que todos somos iguales?, ¿no les parecería una estandarización un tanto heterocentrada que sólo fuera válida una posible clasificación de la literatura, en buena o mala... como si hubiera un consejo superior inasible e irrevocable que determinara qué es bueno y qué es malo: la buena es la "nuestra", “la que nos gusta a nosotros”, y la mala la de los demás, la que “no nos gusta a nosotros”?, ¿no les parece que si la literatura tiene un valor intrínseco más allá y por encima de cualquier clasificación, clasificarla no tendría por qué afectarla ni restarle ese valor que le es esencial?... Para su estudio ¿no ha estado siempre la literatura dividida en la mar de clasificaciones sin que eso moleste sino que auxilie a su enseñanza?, ¿por qué molesta ahora esta clasificación "contemporánea"?, ¿no habrá un fuerte componente moral en esa molestia, tratándose de una literatura que da cuenta de una sexualidad "diferente"?
¿No notan, además, un tono paternalista en la insistencia de decir algo que pudiera interpretarse como: "Odette, mijita, no dejes que te confundan con esa gentuza... vuelve pronto a nuestro lado, que nosotros te hemos 'aceptado' siempre porque tu literatura tiene calidad"?

Antoine Rodriguez Lille 3 dijo...

a odette:
me da gusto que entrecomilles el adjectivo "diferente" cuando a sexualidad te refieres. Las visiones diferencialistas conducen muchas veces a una jerarquizacion en una escala de valores sociales y politicos. Considerar que la homosexualidad es diferente no deja de ser una vision que refuerza la heteronorma : "aceptamos que los homosexuales (o queers) sean diferentes, que tengan lugares diferentes, gustos diferentes y por consiguiente derechos diferentes (en negativo) : no pueden adoptar, no pueden legalizar union y su sexualidad no tiene acceso a la exposicion publica (que lo hagan en privado)". Lo subversivo para ganar los mismos derechos que cualquier ciudadadano no es la reivindicacion de la diferenecia sino lo contrario. Valga como ejemplo las campañas despiadadamente homofobicas cuando se discutiô en Francia la legalizacion de las uniones entre personas de mismo sexo. Se llegô a calificarlas de bârbaras (es lo que dijo Christine Boutin, ministra de derechas). La reivindicacion de los mismos derechos que los heterosexuales resultô ser mucho mas subversiva que la reivindicacion de la diferencia. Que luego estemos a favor o en contra del matrimonio, eso es cuestion personal pero que se nos dé la oportunidad, como a los heterosexuales, de casarnos o de rechazar el matrimonio por cualquier motivo.
Ahora bien, no creo que tengamos una sexualidad diferente, tenemos una sexualidad compleja como cualquier ser humano, compleja y, en mi caso, y creo que en tu caso también, super gozosa.
Salud!
antoine rodriguez

Jorge Bousoño dijo...

Odetsita, y ¿no sé por qué leyendo tu post y los comentarios me viene a la mente este estribillo?:



all the lonely people...........---ah, look at all the lonely people---
where do they all come from?
all the lonely people...........---ah, look at all the lonely people---
where do they all belong?


Siempre tuyo, JB

Lázaro del Toro. dijo...

Enhorabuena Odette por estos dos años de Parque. La mayoría de las veces que paso por aquí te disfruto muchísimo, a veces también me lo paso bien leyendo las opiniones de los demás. Hoy, me ha dado especial alegría leer a Molina. Y sobre todo, me gusta descubrirte una vez más muy sensata y directa en tus opiniones.
Casi todo lo que "consumimos" lleva etiquetas y a veces cuando no la tiene sencillamente seguimos de largo. Vamos a lo seguro siempre y eso nos hace feliz. Para bien o para mal. Por cierto, la portada del libro me encanta.
Feliz verano.

Lamimita Loynaz dijo...

excelente debate. Le he mencionado en mi pequeño blog.
Con admiracion,

Anónimo dijo...

Sólo quiero dejar constancia de mi visita. Muchos argumentos. No digo nada porque sería llover sobre mojado, pero estoy de acuerdo contigo, sobre todo porque la cuestión,más que de sexualidad o géneros, es de orden práctico a los efectos de conseguir lo que TODOS los escritores(oras) quieren: vender y que los lean, porque uno no pasa horas con la nalga pegada a la silla ideando modos de contar o expresar así no más de a gratis. Tu sigue en lo tuyo, que vas bien. Normy

Dedalus dijo...

Magnífico blog, muy lúcida en cada entrada. Felicitaciones.