martes, 13 de enero de 2009

Echarse a la jaula del tigre




Quiero ser el verbo puedo...
Pendejita canción de Amaia Montero



El miércoles pasado un muchacho de 23 años cayó a la jaula de los tigres en el zoológico de Chapultepec. Los familiares se apuraron a aclarar que el joven no estaba drogado ni borracho ni mucho menos quería suicidarse; los periódicos abundaron al día siguiente que, tratando de tomar una foto desde mejor ángulo, traspasó la zona de seguridad, perdió el equilibrio y cayó a las fauces del bengalés que allí habita.
Me dio envidia. Quise ser ese chamaco. Echarme a la jaula del tigre con el susto de la insolencia y el desafío. En un texto que mandó Marithelma como saludo de año nuevo, Manuel Vicent decía: “Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas te abrías camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo. En forma de miedo o de aventura estrenabas el mundo cada mañana al levantarte de la cama.”
A los 23 años yo también saltaba al foso de las bestias. Desandaba los caminos de la isla contrariando cualquier designio oficial, escribía poemas y artículos incendiarios, criticaba a los cuarentones que no se arriesgaban a seguirnos el paso por “cuidar lo ganado”, porque tenían “qué perder”. ¿Acaso soy ahora una de ellos?
“¡Dios mío, qué viejos estamos!”, me dije cuando terminé de ver Mamma mia!, rajada en llanto a pesar de que la película es una delicia para quienes gustan de los musicales, de los paisajes hermosos y de Meryl Streep, y para quienes oíamos a ABBA a finales de los setenta. La de ABBA siempre tuvo una resonancia diferente dentro del concierto de la música disco. Ese piano tan especial, esa armonía extraña. A mí, debo confesarlo, nunca me gustaron. A no ser la pelirroja bailando “Dancing queen”, dando giros y giros bajo el reflector con su cabellera al viento.
Yo también en aquel entonces contaba más o menos seventeen y podría tener ahora una hija de veintitantos y no saber quién era el padre. Como esos personajes, antiguos rebeldes y aventureros que temían envejecer por considerarlo una “muerte lenta”, estoy iniciando la segunda mitad de los cuarenta, ese punto en que es preciso, sino replantearse la vida, al menos hacer recuento de los “objetivos y misiones”, como se estila ahora definir los perfiles de las empresas y proyectos.
Que hay que disfrutar lo bello de la vida, he oído muchas veces cuando las dudas ontológicas me arrastran por este callejón de los descreimientos. ¿Qué es lo bello de la vida?, me pregunto en medio de esta crisis de identidad que me tiene al borde del naufragio. Intento una contestación: Viajar, conocer otros lugares y otra gente… ok, de acuerdo; amar y que te amen… de acuerdísimo; leer un par de buenos libros, ver una buena película, el arte pues… all right; abandonarse al abrazo y el amparo de un amigo… ajá; no dejar de tener razones para reír a carcajadas… ok again; ver crecer a los hijos, nacer a los nietos… placeres que no conoceré, pero ok; un atardecer a la orilla del mar…
Serrat respondería: “Son aquellas pequeñas cosas/ que nos dejó el tiempo de rosas…” ¿Y las grandes?, me pregunto. Nos han machacado, por los siglos de los siglos, que todo tiene un porqué… Un “para qué”, me corrige siempre Maya. ¿Cuál es el para qué, la gran misión de nuestras humanas vidas? Vuelvo a intentar algunas respuestas: La perpetuidad de la especie y de su obra… ajá, pero para qué. Para la salvación del planeta… ajá, pero para qué. Para mantener nuestro lugar en el universo… sí, pero para qué… ¿Acaso no hay un fin superior, pragmático, creíble, más claro?
Mmm, tal vez éste no es el nivel más correcto de búsqueda. Hagámoslo más personal: ¿Para qué estoy en esta vida?, ¿cuál es mi propio fin? ¿Para escribir, para trasmitir ciertos mensajes?… Pero de qué sirven esas claves, qué trascendencia tienen, a quién podrían salvarle la vida… Y si a alguien se la salvaran, para qué lo habrían hecho, cuál sería la misión de ese otro alguien o la mía propia.
¿Hay para qué trascendentes o el sentido de la vida es esta existencia de hormigas resignadas? Esto me pregunto mientras me viene a la mente aquel campo de pilas humanas de The Matrix. Daban energía para que “los malos”, los Mr. Smith, mantuvieran ante nuestros ojos, plantada en el cerebro, una programación falsa que nos entretuviera mientras ellos depredaban. ¿Seremos simples baterías del universo? Y si lo fuéramos, si no hubiera otra existencia reencarnada donde recibir las recompensas de nuestra buena conducta en ésta, para qué pasárnosla reprimiéndonos, complaciendo a los demás antes que a nosotros mismos, contrariándonos los instintos y pasándolos constantemente por el tamiz de la moral. Para qué, por ejemplo, racionar el alcohol o comer verduras. A veces me siento simplemente “esperando la muerte”, como decía mi abuela Cristina cuando le preguntaban cómo estaba.
A lo lejos oigo a Sabina:


Y ponte gomina, que no te despeine
el vientecillo de la libertad;
funda un hogar en el que nunca reine
más rey que la seguridad.
Evita el humo de los clubs,
reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años,
vacúnate contra el azar.


Hace unos días me dijo un amigo, a propósito de sus estrategias para el nuevo año: “Se acabó la recondenaçao con las causas justas. He decidido ir a lo mío: o sea, a la amistad, la diversión y el bienestar mío y de los que quiero. Punto. […] porque no me amargarán la existencia ni FC, ni RC, ni la Franja de Gaza, ni la crisis de Mr. Bush, ni las diatribas y pataletas de Fulana de Tal.” Qué sano, pensé; lo envidio. Es como ese principio superacionista de “primero yo, luego yo y después yo”. Tal vez debería imitarlo en vez de refocilarme en el lodazal de la depre y de las inconformidades. Ocuparme de mí misma y no andarle echando la culpa a los demás, a lo demás. Que la vida es una sola: ésta. Y no hay para qué trascendentes ni una pinga… (Perdón, Marlenys, pero estoy hasta la ídem que no tengo.)
Manuel Vicent termina diciendo en el artículo de año nuevo: “No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño.”
“Esto de madurar es una trampa. ¡Qué libre es quien no tiene nada!”, me digo y escucho resonar, como un eco en el fondo de mis oídos, las palabras de Félix Luis: “Cada minuto que uno pasa en la oficina es tiempo perdido”. Y entonces, volviendo a las chiquiteces, llego a la misma conclusión: no hay fin alguno que se consiga con las nalgas aplastadas todo el día en medio de este pasillo de la editorial universitaria. No es que la UNAM esté mal en su desorden, su insensibilidad y su inopia. El resto está feliz… o, al menos, resignado. Soy yo la que no encajo. Tengo que echarme a la jaula de los tigres, saltar al vacío con fe, como me recomendaron Maya y Soleida hace unos días. Esperar a que en la pantalla de la computadora —o en la de mi conciencia— brille el mensaje de “Follow the white rabbit” o en cierto libro comprado al azar aparezca una clave inesperada. Tal vez entonces tome la píldora roja y sepa, al fin, mi para qué.

14 comentarios:

Lbellop dijo...

Wow, excelente Post, creo que ese tipo de reflexiones las hacemos todos en algun momento de la vida, aunque no las publiquemos, creo que es importante, encontrar un fin en la vida, encontrarse a uno mismo, en fin ser Feliz. Hace unos dias en el vuelo que iba, el avion atravezo un tormenta, me entro tremenda pengustia, esta frase se la copie a un santiaguero, pues bueno, eso me hizo volver a pensar again, y revisar todo lo que habia hecho y lo que queria hacer a partir de ahora. Suerte en el 2009.

Margarita Garcia Alonso dijo...

Tirate, Odette, por ahí esta la clave. La rutina resume la vida a un solo día, largo, lluvioso y a un despertar frente al espejo con las luces apagadas.
Un abrazo

Anónimo dijo...

¿Eso es naturalidad desafiante de la juventud o borracho pelotudo?... Me inclino por lo segundo.

Anónimo dijo...

¡Ay, Odette querida!... Veo que andas en la huella del "tigre de Saroyan"... Es el "síndrome del fin de año", época de suicidios en masa... pero recuerda que está "prohibido suicidarse en primavera", e incluso en estas mañanas maravillosas que parecen londinenses... La vida es simple, somos nosotros quienes la complicamos que da gusto. ¿Te has fijado que somos el único bicho
capaz de padecer neurosis? Es el precio de ser humanos...
Me da vergüenza confesar a veces que soy un gozador de la vida. Como venga. Y nunca he padecido una depresión (o quizá las he tenido tan fuertes que ni cuenta me he dado, todo puede ser). Mis amigos psicólogos y psiquiatras vienen a conversar conmigo sus problemas: ¿te imaginas qué absurdo? Y lo mejor, no les cobro.
Cuando quieras atardeceres en el mar, te invito a Acapulco, donde no sólo "los amaneceres son apacibles" sino que los atardeceres son memorables... ¡Qué gran pintor es Dios que nunca se repite!
Ahora, volviendo al principio de tu texto: ¿qué habrá pensado el tigre en la jaula con el mocoso que le cayó de jamón? ¿Habrá sido el cumplimiento de su deseo de fin de año?
Besos,
Alesso

Anónimo dijo...

Odette, amiga mía, sin dioses, sin dios, para qué. A nosotros no nos espera nadie en ningún sitio... Pues bien, pasemos por aquí, caminemos, amemos. Y qué más. Pues de nuevo pasemos por aquí, caminemos, amemos, seamos curiosos. Y para qué. Pues para que los que vienen detrás aprendan a pasar por aquí, a caminar, a amar, a ser curiosos. Y a qué precio. Al de no saber para qué... Es así. No hay más. Pero no debe parecernos poco... Ni mucho. Así es y ya está. Somos una incubadora de memoria, un vehículo de la memoria heredada hacia la memoria testada. La memoria necesita un soporte biológico -¿felizmente mortal?- y nosotros lo tenemos, lo somos. Memoria proyectada hacia la nada, aprovechable mientras dure el soporte que la incuba. Ya sabemos que el sol se extinguirá, que nos espera un agujero negro. Somos dueños de un instante prodigioso...Éste.
Ay, amiga, todos atravesamos estas fases. Yo tengo tu edad. Una edad maravillosa. Tenemos que aprovecharla. Yo la aprovecho más, mejor, cuando te leo. Y para qué te leo, para qué te escribo. No tengo ni puta idea pero me hace feliz. Qué más. Pues el beso de cada martes. Sigue ahí.

Anónimo dijo...

No, y deja que llegues a los 52, como yo, y te empieces a contar los pelos blancos en las cejas (y en otras partes inconfesables).Mira, parece que es epidemia porque en estos días ando yo en las mismas, pero peor, porque estoy tratando de decidirme a saltar a la jaula del tigre con la certeza de que si aterrizo mal, me come.El culipandeo del "quiero pero no me atrevo" y la planeadera en la mente y el repaso constante ( casualmente de madrugada) de los pro y los contra del tal "atigresaje", y estar hasta los c......(que tampoco tengo) de todo lo que me rodea es casi tan provocador como el saltico en el estómago que le entra a una cuando está haciendo algo peligroso, arriesgado. Al final como que todo se confunde y se revuelve y ya no se sabe nada, sólo que una está hasta la m.... Miji yo estoy casi decidida a lanzarme ¿nos vemos en el estómago del tigre? Normy (en el c...del mundo)

Anónimo dijo...

Magnifico post, amiga. Yo nunca me atreveria a tirarme en la jaula del leon, por pendejita. Pero como aga, nunca he tenido depresion, o me ha pasado por encima de la cabeza. Ah, y no dejo que las noticias me amarguen la vida. No las veo! Por eso siempre estoy atras del palo en asuntos internacionales...y hasta nacionales, de aqui , de alla y de aculla, pero sin pedo, cuatita. A disfrutar de este anno que dicen que en 2012 se acaba el mundo! Digo, no lo creo en lo absoluto pero por si las moscas, mas vale aprovechar.
Carinnos desde Taos...

Anónimo dijo...

Una vez escuché en la radio que la felicidad (y hablaba un niño) era: reir, cantar y besar. Y de todas las definiciones que dan los filosofos yo me quedo con esta.
Cuando una se hace tantas preguntas como tú, termina en el filo de la navaja a punto de...
Te mando un besote.

María José Mures

Anónimo dijo...

Quizás a mí también me gustaría ser ese chamaco, felicidades por los binoculares.
un abrazo y salud.

el goty dijo...

te acuerdas de la boca del morro ? todas aquellas mierdas de los tiburones?; como que yo por joder como el curro me tiraba de alli encantado de la cabrona vida. Dime que lo haga ahora con todas las licencias de buzo internacional para salvamento y rescate; me tienen que dar candela como el macao, y no tiene que ver con estar envejeciendo, no, (que viejos ni cojones!!!)tiene que ver con el complejo de juana la lista, te acuerdas!!, con 20 años el que pasaria es mierda de perro en el zapato, se limpia y ya!!; a los 40 es otra historia, como que pasaria si:etc, etc, etc, etc. Conclusion, que si te rompes un cabron hueso a los 20 te cagas en eso; pero si es a los 40 eso te caga. Tu te crees que el espiritu de aventura se murio?; mierda , lo mato la hipoteca, el pago del credito, y otras mierdas por el estilo; aparte de las cosas comunes , como, hijos que se pegan como remoras,( y esposas tambien)trabajos que te pagan bien , pero sin que veas un cabron final , etc. Asi que no te cabrees hermana, y embullate a subir el Everest, que con eso yo si sueño,( aunque no lleguemos ni a la mitad, para los criticones , por lo menos lo intentamos). Un besote , El Goty.

Anónimo dijo...

A mis hijos les decia que crecer, duele, mi Dios! y envejecer tambien!!!
La "eternidad" nos espera, silenciosa, tranquila, en paz descanse, repetimos ante la muerte que es un regalo de la Vida.
No queda otro remedio, querida Odette, o sí, como diria un viejo amigo que debe andar muerto de la risa alla por el Infierno, brindemos, saludablemente riamos, que es la unica manera de burlarnos un tanto ante tanta infamia.
Y no es pesimismo, no, la risa me la regalo mi madre desde su vientre Jesus, pero este mundo en que vivimos va directo a la mediocridad, !Dios nos salve!!!
Te abrazo,
Nancy

Anónimo dijo...

Complicado darte una receta o una opinión sobre este número filosófico existencial que es el # 66 de parque del ajedrez, pero si hay algo que agregar es como tú te contestas, tomar algo de la osadía de este chico, lanzarte a la calle limpía, contenta de ti, ofreciéndote en lo que sabes tomando lo que quieras; la quinta esencia está en este segundo, en el que viene, en la escalera que se vas subiendo con la mirada del niño, del adulto-joven descubridor-a, lleno de preguntas que te mantiene en forma con erizamientos, con sorpresas, menos, pero por lo selectiva más abarcadoras, en la soledad, en la maravilla de tus parques del ajedrez, de tus poemas, de tu amistad, en el amor que despiertas en los que te queremos y si no lo encuentras, entonces tómate la píldora, te rendiremos seguro un buen homenaje, lástima que no te enteres a pesar de nuestro esfuerzo, ¡ah , ah, ah ! para el epitafio: te garantizo que convocaremos un congreso para debatir el adecuado.
Besos
Queve

Odette Alonso dijo...

Aaaaaah! Ahora que veo el comentario de Quevedo, comprendo por qué otra persona también me habló de suicidio y no entendí... Noooo, no me voy a suicidar sino todo lo contrario!!!... La píldora roja (como la azul que mencioné alguna otra vez) es una referencia a "The Matrix", esa película que me gusta tanto. Cuando a Neo (que entonces no era Neo, sino simplemente Mr. Anderson) le llega el mensaje de "Follow the white rabbit" (como a Alicia antes de atravesar el espejo) y a su puerta toca Trinity, una flaquita muy graciosa, con el tatuaje de un conejo en el omóplato, es llevado ante Morpheus, que es el jefe del clan de "los que saben la verdad"; éste le muestra un video de "la realidad", de lo jodido que está el mundo, hecho una ruina; le explica un poquito lo de la matriz (que es el programa que tenemos plantado en la cabeza para ver el mundo del modo en que lo vemos y no como es realmente), de las pilas humanas y de la necesidad de luchar por salvar lo que queda del final irremisible que se les abalanza. Después, le pone ante los ojos dos píldoras. Si Neo toma la azul, regresará a su casa, despertará en su cama como si hubiera tenido un sueño raro y su cotidianidad seguirá igual de aburrida y confortable que todos los días; si toma la roja, su vida de oficinista cambiará radicalmente porque iniciará un camino de aprendizaje que lo llevará a conocer su verdadera razón de ser en esta existencia. A esa píldora roja y a la metáfora que sugiere es a lo que me refiero al final del artículo.

Anónimo dijo...

HOLA MI QUERIDA ODETTE...SIEMPRE CADA DETERMINADO TIEMPO NOS LLEGAN LOS POR QUES Y LOS PARA QUES, SON MOMENTOS DE INEXPLICABLE DESGANO Y TAMBIEN DE INCONFORMIDAD A LO QUE SOMOS,PERO CREO QUE TAMBIEN LLEGAN LOS MOMENTOS EN QUE LA VIDA NOS SONRIE Y NOS GUIÑA EL OJO, Y ES CUANDO RECORDAMOS LO QUE NOS GUSTA DE LA VIDA, DE NUESTRA VIDA Y QUE NOS HACE REDESCUBRIR ESA CLAVE INESPERADA, COMO TU LA LLAMAS...NO TOMES LA PILDORA ROJA, YA QUE TU REALIDAD, TU POR QUE Y TU PARA QUE YA LO SABES, MEJOR TOMA PASTILLAS PARA VOLVER A SOÑAR, ABRIENDOTE NUEVOS CAMINOS E INTENSIDADES!!!!
UN ABRAZO GRANDE
PD. CREO QUE QUIEN NO ENTENDIO LO DE LAS PASTILLAS, ES PORQUE NO VIO LA PELICULA JIJI
JETZABETH FONSECA