La anuencia
Llegan de Cuba noticias de las que nos dejan, como dirían los mexicanos, con el ojo cuadrado: que en breve se autorizarán las cirugías para cambiar de sexo y que serán costeadas por el Estado.
La jerarquía cubana se enoja con quienes señalan que sus recientes medidas han sido cosméticas. Y lo son, porque la compra de celulares y electrodomésticos, el alojamiento en hoteles y las operaciones de cambio de sexo no constituyen los problemas fundamentales de la nación. Dónde están el cambio del modelo económico, la revaluación del peso cubano, la apertura democrática, la incursión en la vida política de fuerzas y partidos diferentes del PCC, la amnistía para los presos políticos, el respeto al derecho de huelga y manifestación, la libertad de expresión y de prensa, el derecho al libre tránsito que permitiría a un oriental vivir en La Habana sin salvoconducto o a cualquiera de los habitantes de la isla salir de ella sin tener que pedirle permiso al gobierno y desfalcar a sus familiares en el extranjero, que somos quienes pagamos a precio de oro esos viajes y, sobre todo, los engorrosísimos e interminables trámites que conllevan. Dinero con el que ahora el magnánimo Estado socialista se para el cuello y hace caravana con sombrero ajeno al prometer pagar los cambios de sexo con ésos, que son los ingresos reales del país: turismo, prostitución y residentes en el extranjero.
Tan cosméticas han sido sus medidas, que es retórico preguntarse cuántos cubanos se benefician con ellas. ¿Qué ciudadano normal, que no sea traficante, puta o no tenga parientes fuera, puede activar una línea telefónica móvil y sostener el costo sistemático de las tarjetas de prepago?, ¿cuál tiene para comprar un horno o un estéreo?, ¿cuántos caballeros quieren convertirse en señoritas y viceversa? Porque el revuelo mediático de esta última nueva hace parecer que todos los cubanos van a cambiar de sexo en los próximos meses.
No me malinterpreten —que siempre hay quien está dispuesto a tergiversarlo todo—: no me parece mal que a quienes así lo necesiten les sean practicadas esas intervenciones; ése también es un derecho humano. Me parecería genial que la seguridad social cubriera el costo de operaciones tan caras (si no fuera, además, una demagógica artimaña publicitaria). Me parece magnífica la civilizada convocatoria de respeto a las diferencias y a la diversidad, especialmente hacia el homosexualismo, el travestismo y la transgeneridad. Pero repito: ésos no son los problemas esenciales hacia los que deberían enfocarse los cambios verdaderos. Más bien parecieran una alharaca que desvirtúa, que levanta mucha hojarasca para cubrir la otra parte de las cosas: lo que no se ha hecho y posiblemente no se vaya a hacer en los próximos tiempos.
Estas noticias de las operaciones transgenéricas llegan después de la celebración apoteósica, sin precedentes en la isla (a excepción hecha de las Jornadas de Arte Homoerótico organizadas por Norge Espinosa en La Madriguera, entre 1998 y 2000), del Día Mundial contra la Homofobia el pasado 17 de mayo en La Habana, con simposio, lecturas poéticas, exposiciones y show de travestis. Sin pretender demeritar su trabajo, que es verdaderamente loable, las acciones propiciatorias de Mariela Castro Espín, hija del actual presidente cubano, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y organizadora de la gran jornada cultural, llegan cuando ya el terreno está bastante llanito. Digamos, marxistamente, cuando ya estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas para dar el salto de los pasos cuantitativos a los cualitativos. Porque hace al menos veinte años que reprimir homosexuales no ha sido prioridad del gobierno cubano. Y no podría serlo, en tanto que la práctica del sexo, en todas sus variantes, se convirtió en la primera industria nacional y la primera fuente de ingresos para muchas familias con la avalancha de un turismo especialmente interesado en ello. La anuencia gubernamental favoreció, a su vez, su aceptación en una población de mente cada vez más abierta y desprejuiciada.
Con Mariela, lo que era tácito se transforma en oficial. Porque la aprobación viene, entonces, no sólo del organismo que dirige, sino de una integrante de la familia Castro que, nos guste o no, han sido durante medio siglo los dueños de la finca y de sus animalitos. En uno de los videos de YouTube que da cuenta del gran festejo realizado en el Pabellón Cuba, un gay, con lágrimas en los ojos e intensidad histriónica, agradecía a la hija de Raúl como si fuera Santa Juana de América o Evita Castro. Y es que de pronto pareciera que Mariela es la madre de la patria, la vocera del nuevo régimen, el emblema de la transición, la estratega de los cambios, la reina del carnaval.
Nadie como ella —ninguna mujer cubana en la segunda mitad del siglo XX y lo que va de éste— encarna ese espíritu familiar que combina dulzura, comprensión e inteligencia. Los cubanos, acostumbrados a la rígida tiranía encabezada durante medio siglo por un hombre tan recio, encuentran en Mariela una suerte de amable remanso. Pareciera que es ella quien les ha enseñado qué pasa en la pubertad o por qué respetar y tratar como iguales a los homosexuales. Y no habla en representación del gobierno —porque no pertenece a él— y muchas veces tampoco a nombre del Cenesex sino, lo quiera ella o no, a título familiar. Con la fuerza que le da su apellido y el hecho de ser la asesora personal de su padre.
Los isleños la llaman por su nombre de pila. Dicen Mariela y todos saben quién es, como si Mariela hubiera una sola —y única— en toda Cuba. Como quien dijera El Fifo o Raúl que son, en definitiva, parientes con los que hemos convivido por décadas. Como los tíos y los primos, Silvio y Pablo, Pinelli y Consuelito, Juantorena y Capiró. Así somos los cubanos: familiares, confianzudos, sin empaques, protocolos ni solemnidades. Niños de alma tierna y dulce como el azúcar de caña. Y muy ingenuos, aunque nos hagamos los duros y los cabrones.
Y esa inocencia se me revolvió como tocada por un aguijón cuando vi en el noticiero de López Dóriga, el líder de la televisión mexicana, a Fidelito Castro Díaz Balart, aterradoramente exacto a su padre, entre la comitiva que recibió en La Habana a la canciller mexicana Patricia Espinosa, cuya visita, dicho sea de paso, poco encubrió las intenciones del gobierno de México de “ocuparse” de los yacimientos petrolíferos localizados en la costa noroccidental de la isla. A pesar de haber sido por años el responsable del desarrollo nuclear y energético cubano —por eso estuvo tan cerca de la Espinosa en esa ocasión—, Fidelito no ha sido nunca una figura pública. Como no lo fueron jamás Dalia Soto del Valle, la esposa del comandante, ni sus otros hijos. Mucho menos Alina, que es la bastarda. Ni los de Raúl —aunque su vida familiar fuera un poco más abierta y visible— hasta que Mariela se volvió como el arroz blanco (que está en todas partes).
En Cuba se sabe que Fidel tiene mujer e hijos, pero (casi) nadie los vio nunca. Eran un secreto de Estado, sólo un rumor, un chisme que corría de boca en boca pero oculto. A su mujer, madre de sus cinco vástagos menores, la vi por primera vez en unas fotografías que sacó el semanario mexicano Proceso hace un par de años. Ahí mismo la conoció mi mamá, que afirmaba boquiabierta, como ya les he contado otras veces: “Hay que salir de Cuba para saber lo que pasa en Cuba”. Por eso me extrañó, de pronto, ver a Fidelito en televisión. Es cierto que su presencia no es tan abrumadora como la de su prima Mariela —que es la más constante de un funcionario cubano en la prensa internacional—, pero ahí estaba, muy dueño de la situación; Pérez Roque y la Espinosa rindiéndole pleitesía. Vean esta foto de Reuters. “Algo pretenden los herederos”, le dije al día siguiente a uno de mis amigos que de inmediato respondió: “Ay Ode, pero claro, cómo crees que esa gente va a dejarse quitar el poder así como así…"
Que Mariela es la nueva fantasía sexual del exilio cubano decía alguien hace unos días en la Finca de Sosa. A mí Mariela no me para ni un pelo y, al mismo tiempo, me pone todos los pelos de punta. Por más que trato de ser flexible y persuadirme de lo contrario; por más que reconozco que es listísima, simpática, buena gente; por más que sé el valor de su trabajo educativo y de su apoyo, no confío en ella. Siento que detrás de lo que hace hay segundos propósitos, más políticos. Me parece lo que los mexicanos llamarían mustia; o sea, mosquita muerta. Mi abuela Cristina diría: “es de las que hablan blandito pero cagan duro”. Tal vez sea injusto, irracional y paranoico —lo confieso—, pero es el precio de llevar ese apellido. Y de pronto pienso que Evita Castro debiera ser no sólo un mote individual, sino una advertencia que los cubanos tuviéramos muy presente antes que se nos venga encima la nueva castríada.
Llegan de Cuba noticias de las que nos dejan, como dirían los mexicanos, con el ojo cuadrado: que en breve se autorizarán las cirugías para cambiar de sexo y que serán costeadas por el Estado.
La jerarquía cubana se enoja con quienes señalan que sus recientes medidas han sido cosméticas. Y lo son, porque la compra de celulares y electrodomésticos, el alojamiento en hoteles y las operaciones de cambio de sexo no constituyen los problemas fundamentales de la nación. Dónde están el cambio del modelo económico, la revaluación del peso cubano, la apertura democrática, la incursión en la vida política de fuerzas y partidos diferentes del PCC, la amnistía para los presos políticos, el respeto al derecho de huelga y manifestación, la libertad de expresión y de prensa, el derecho al libre tránsito que permitiría a un oriental vivir en La Habana sin salvoconducto o a cualquiera de los habitantes de la isla salir de ella sin tener que pedirle permiso al gobierno y desfalcar a sus familiares en el extranjero, que somos quienes pagamos a precio de oro esos viajes y, sobre todo, los engorrosísimos e interminables trámites que conllevan. Dinero con el que ahora el magnánimo Estado socialista se para el cuello y hace caravana con sombrero ajeno al prometer pagar los cambios de sexo con ésos, que son los ingresos reales del país: turismo, prostitución y residentes en el extranjero.
Tan cosméticas han sido sus medidas, que es retórico preguntarse cuántos cubanos se benefician con ellas. ¿Qué ciudadano normal, que no sea traficante, puta o no tenga parientes fuera, puede activar una línea telefónica móvil y sostener el costo sistemático de las tarjetas de prepago?, ¿cuál tiene para comprar un horno o un estéreo?, ¿cuántos caballeros quieren convertirse en señoritas y viceversa? Porque el revuelo mediático de esta última nueva hace parecer que todos los cubanos van a cambiar de sexo en los próximos meses.
No me malinterpreten —que siempre hay quien está dispuesto a tergiversarlo todo—: no me parece mal que a quienes así lo necesiten les sean practicadas esas intervenciones; ése también es un derecho humano. Me parecería genial que la seguridad social cubriera el costo de operaciones tan caras (si no fuera, además, una demagógica artimaña publicitaria). Me parece magnífica la civilizada convocatoria de respeto a las diferencias y a la diversidad, especialmente hacia el homosexualismo, el travestismo y la transgeneridad. Pero repito: ésos no son los problemas esenciales hacia los que deberían enfocarse los cambios verdaderos. Más bien parecieran una alharaca que desvirtúa, que levanta mucha hojarasca para cubrir la otra parte de las cosas: lo que no se ha hecho y posiblemente no se vaya a hacer en los próximos tiempos.
Estas noticias de las operaciones transgenéricas llegan después de la celebración apoteósica, sin precedentes en la isla (a excepción hecha de las Jornadas de Arte Homoerótico organizadas por Norge Espinosa en La Madriguera, entre 1998 y 2000), del Día Mundial contra la Homofobia el pasado 17 de mayo en La Habana, con simposio, lecturas poéticas, exposiciones y show de travestis. Sin pretender demeritar su trabajo, que es verdaderamente loable, las acciones propiciatorias de Mariela Castro Espín, hija del actual presidente cubano, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y organizadora de la gran jornada cultural, llegan cuando ya el terreno está bastante llanito. Digamos, marxistamente, cuando ya estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas para dar el salto de los pasos cuantitativos a los cualitativos. Porque hace al menos veinte años que reprimir homosexuales no ha sido prioridad del gobierno cubano. Y no podría serlo, en tanto que la práctica del sexo, en todas sus variantes, se convirtió en la primera industria nacional y la primera fuente de ingresos para muchas familias con la avalancha de un turismo especialmente interesado en ello. La anuencia gubernamental favoreció, a su vez, su aceptación en una población de mente cada vez más abierta y desprejuiciada.
Con Mariela, lo que era tácito se transforma en oficial. Porque la aprobación viene, entonces, no sólo del organismo que dirige, sino de una integrante de la familia Castro que, nos guste o no, han sido durante medio siglo los dueños de la finca y de sus animalitos. En uno de los videos de YouTube que da cuenta del gran festejo realizado en el Pabellón Cuba, un gay, con lágrimas en los ojos e intensidad histriónica, agradecía a la hija de Raúl como si fuera Santa Juana de América o Evita Castro. Y es que de pronto pareciera que Mariela es la madre de la patria, la vocera del nuevo régimen, el emblema de la transición, la estratega de los cambios, la reina del carnaval.
Nadie como ella —ninguna mujer cubana en la segunda mitad del siglo XX y lo que va de éste— encarna ese espíritu familiar que combina dulzura, comprensión e inteligencia. Los cubanos, acostumbrados a la rígida tiranía encabezada durante medio siglo por un hombre tan recio, encuentran en Mariela una suerte de amable remanso. Pareciera que es ella quien les ha enseñado qué pasa en la pubertad o por qué respetar y tratar como iguales a los homosexuales. Y no habla en representación del gobierno —porque no pertenece a él— y muchas veces tampoco a nombre del Cenesex sino, lo quiera ella o no, a título familiar. Con la fuerza que le da su apellido y el hecho de ser la asesora personal de su padre.
Los isleños la llaman por su nombre de pila. Dicen Mariela y todos saben quién es, como si Mariela hubiera una sola —y única— en toda Cuba. Como quien dijera El Fifo o Raúl que son, en definitiva, parientes con los que hemos convivido por décadas. Como los tíos y los primos, Silvio y Pablo, Pinelli y Consuelito, Juantorena y Capiró. Así somos los cubanos: familiares, confianzudos, sin empaques, protocolos ni solemnidades. Niños de alma tierna y dulce como el azúcar de caña. Y muy ingenuos, aunque nos hagamos los duros y los cabrones.
Y esa inocencia se me revolvió como tocada por un aguijón cuando vi en el noticiero de López Dóriga, el líder de la televisión mexicana, a Fidelito Castro Díaz Balart, aterradoramente exacto a su padre, entre la comitiva que recibió en La Habana a la canciller mexicana Patricia Espinosa, cuya visita, dicho sea de paso, poco encubrió las intenciones del gobierno de México de “ocuparse” de los yacimientos petrolíferos localizados en la costa noroccidental de la isla. A pesar de haber sido por años el responsable del desarrollo nuclear y energético cubano —por eso estuvo tan cerca de la Espinosa en esa ocasión—, Fidelito no ha sido nunca una figura pública. Como no lo fueron jamás Dalia Soto del Valle, la esposa del comandante, ni sus otros hijos. Mucho menos Alina, que es la bastarda. Ni los de Raúl —aunque su vida familiar fuera un poco más abierta y visible— hasta que Mariela se volvió como el arroz blanco (que está en todas partes).
En Cuba se sabe que Fidel tiene mujer e hijos, pero (casi) nadie los vio nunca. Eran un secreto de Estado, sólo un rumor, un chisme que corría de boca en boca pero oculto. A su mujer, madre de sus cinco vástagos menores, la vi por primera vez en unas fotografías que sacó el semanario mexicano Proceso hace un par de años. Ahí mismo la conoció mi mamá, que afirmaba boquiabierta, como ya les he contado otras veces: “Hay que salir de Cuba para saber lo que pasa en Cuba”. Por eso me extrañó, de pronto, ver a Fidelito en televisión. Es cierto que su presencia no es tan abrumadora como la de su prima Mariela —que es la más constante de un funcionario cubano en la prensa internacional—, pero ahí estaba, muy dueño de la situación; Pérez Roque y la Espinosa rindiéndole pleitesía. Vean esta foto de Reuters. “Algo pretenden los herederos”, le dije al día siguiente a uno de mis amigos que de inmediato respondió: “Ay Ode, pero claro, cómo crees que esa gente va a dejarse quitar el poder así como así…"
Que Mariela es la nueva fantasía sexual del exilio cubano decía alguien hace unos días en la Finca de Sosa. A mí Mariela no me para ni un pelo y, al mismo tiempo, me pone todos los pelos de punta. Por más que trato de ser flexible y persuadirme de lo contrario; por más que reconozco que es listísima, simpática, buena gente; por más que sé el valor de su trabajo educativo y de su apoyo, no confío en ella. Siento que detrás de lo que hace hay segundos propósitos, más políticos. Me parece lo que los mexicanos llamarían mustia; o sea, mosquita muerta. Mi abuela Cristina diría: “es de las que hablan blandito pero cagan duro”. Tal vez sea injusto, irracional y paranoico —lo confieso—, pero es el precio de llevar ese apellido. Y de pronto pienso que Evita Castro debiera ser no sólo un mote individual, sino una advertencia que los cubanos tuviéramos muy presente antes que se nos venga encima la nueva castríada.
11 comentarios:
Magnífico derechazo! (Bueno, cambia el símil pugilístico por otro que te guste más...) :-))
De acuerdo 200% - están preparando la ceremonia de entronación de la Castra III (Evita Castro - adotaré tu apodo...) Y no me asusto menos que tú...
Un abrazo.
Ode queridísima.
Excelente. Magnífico. Muy buenas tus reflexiones. Inteligentes y sosegadas sin dejar de lado la pasión que ilumina los buenos análisis. Te suscribo.
Un beso
Odette, saludos, aprovecho para decirte que me gusta tu blog, lo sigo desde hace ya un tiempo, tambien tengo recuerdos del Parque del Ajedrez, de mis tiempos quinterianos,
buen post, aca puse un fragmento del discurso de fidel del 63 donde el da su opnion sobre los "jovenes elvispreslianos"
saludos
Gaspar, El Lugareno
http://joaquinestradamontalvan.blogspot.com/2008/06/cambio-o-rectificacin-divina.html
Así como en Francia todo mundo se iba durante décadas a Inglaterra pues el servicio médico era gratuito, ya veo la invasión de gente en busca de operaciones para Cuba! Y con aquello de que "Uy, la medicina en Cuba es taaaaaaan buena!"
Saludos
Odette: acabo de leerme el #44 del Parque. Muy amena y directa
información. Por algunos momentos me hiciste reir con tu saber decir
las cosas. La verdad que tu página del martes se ha convertido en un
momento de reflexión y disfrute. Cuidate y recibe mi abrazo.
Odette, enhorabuena!!! A tu texto de hoy no le sobra ni le falta nada: preciso, muy reflexivo, pero anatémico y lapidario cuando lo debe ser. Lo firmaría de punta a cabo sin ninguna cautela. Yo tiendo a creer que estas cosas no hay que decirlas, que todo el mundo las sabe, pero no es así. Hay mucha gente que podría desnortarse con semejante gata, qué digo, semejantes gatos, maullando tonterías y señuelos. Todo el mundo debía saberlo, pero no está de más hacerlo tinta para que seque indeleble, tanto en la mirada alelada de los inocentes, como en las aleves conciencias de los que nos creen imbéciles... Mira, hace unos días, cuando salió la noticia de lo del cambio de sexo, una gran amiga me llamó rápidamente para comentarla. Yo le pregunté: "¿No suele ocurrir primero el derecho a cambiar de gobierno que el derecho a cambiar de sexo?" Y acto seguido le dije: "Bueno, hablamos de Cuba, que entre cosas, aportó al mundo conceptos tan vastos y loables como el 'Punto de leche', el 'Plan Jaba' y la 'Oficoda'. Allí, como en una novela de Carpentier o de Gabo, todo puede y debe pasar"... En cualquier caso, amiga, gracias como siempre.
Un fuerte abrazo,
Jorge
En Agosto 4, 2007, Mariela Castro concedió una entrevista a la agencia EFE donde plantea que Cuba está preparada para el cambio pero rechaza la transición ridícula que están planteando los norteamericanos oportunistas y la gusanera. En ese momento, quizás por lo mucho que me incomodó el personaje o el todo en sí, escribí esto que hoy comparto contigo y los amigos del Parque. Lo hago anónimo, porque mi comentario pudiera ser perjudicial para los que aún me quedan en la isla.
Para Mariela Castro, hija de Raúl Castro y Vilma Espín, de profesión psicóloga y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, donde dicen impulsar iniciativas a favor de los derechos de los homosexuales en Cuba, es muy fácil concederle una entrevista a EFE o a cualquier agencia noticiosa y hacer alguna que otra declaración respecto de la situación de Cuba en un abierto afán de ponerle otros tintes a la cruel realidad de nuestro pueblo. Cierto que sus comentarios son más atrevidos e ilustrativos (por llamarlos de algún modo) que los que pueda dar un dirigente político e incluso su padre ante la prensa extranjera, pero no deja de ser un personajillo escalando posiciones políticas y adiestrado para dar una imagen de cambio y flexibilidad dentro de la sociedad, muy favorable en el proceso de sucesión que se avecina. Mariela es el primer globo de la nueva nomenclatura, al igual que la institución que dirige. Por tal razón, me tomo el derecho de hacerle algunas acotaciones a sus declaraciones.
Primeramente Marielita, los homosexuales son también seres humanos y por ende, no deben ser tratados como un grupo alienígeno segregado. Homosexual se nace, en cualquier época, siglo, parte del mundo o familia y homosexual se muere. Ahora bien, que existan instituciones que velen porque sus derechos sociales sean respetados lo único que demuestra es que a semejante altura del desarrollo de la humanidad hay quienes se envisten de un falso traje moralista y no los soportan; o lo que es peor, los persiguen, los acosan y marcan con hierro caliente como en los tiempos de la también Santa Inquisición. Tengo unas preguntas muy simples que pueden ayudar a despejar el panorama tras las supuestas buenas intenciones:
- Por qué esta institución no es dirigida por un homosexual, por una víctima del UMAP, por un intelectual homosexual, por algún miembro de las FAR que haya sido separado del ejercito por su manera de disfrutar y concebir el sexo?
- Por qué ningún “pajarito” (como se le dice allá) de los que merodean por Coppelia, por el Teatro Nacional o por la Casa del Te de 23 y G forma parte del Consejo Directivo de dicha institución?
- Por qué no hay ningún travesti de La Güinera o del Malecón, jefe de despacho?
Para hablar de cambios y transformaciones, primero hay que interiorizarlos; comenzar a ponerlos en práctica desde el punto más negro de nuestras propias conciencias. Hay que reconocer que el caos comenzó justamente en el año 1959 y que éste no es más que el día a día de los cubanos, la historia de cada familia dentro y fuera de la isla; es el esfuerzo que realizan las amas de casa para poner un plato caliente en la mesa; es el dilema entre comprar un jabón o un litro de aceite; son las cárceles repletas: el caos es vivir en Cuba o ser cubanos y éste solo va a terminar con la desaparición del clan al que perteneces, cuyos miembros nacen con una necesidad imperiosa de poder. Las transformaciones no se producen por un cambio de nombre. Lo mismo va a seguir pasando con tu tío o con tu padre. El pueblo no espera la noticia, pues a estas nadie tiene dudas de cómo se manejan; el pueblo anhela un cambio, es el sueño de muchos, incluidos los que ya no están, a quienes se les fue la vida sin ver sus sueños convertidos en realidad. Es cierto que los principales cabecillas han envejecido, pero qué significan unos cuantos en comparación a 11 millones de personas que aparentan tener más edad que la real debido al hambre, las necesidades, las precarias condiciones de vida, la inconformidad y la impotencia de no poder expresarse libremente o elegir lo que quieran para sus vidas. Entonces, qué derechos cuidas Marielita con esa institución que diriges? A menos que dentro de poco comiencen a cobrar membresía a los homosexuales como hace la FMC con las mujeres. En todo caso, cuidan sus bolsillos, planean una nueva forma de volvernos a exprimir luego de habernos aniquilado y convertir a la mayor de Las Antillas en una inmensa cárcel.
Excelente texto, Odette. Gracias.
Un abrazo,
B.
Querida Odette, de acuerdo: sin dudas se están yendo por la hojarasca; más que efectos reales, son efectismos los que están llevando a cabo para dar una imagen (creo que sobre todo a la Unión Europea) de “apertura”. Ya lo sabemos: mientras no haya cambios verdaderos, como la libertad de expresión (la prensa libre) y la empresa privada (lo cual, claro, significaría la desaparición del estalinismo), lo demás son “tonás”, como diría un guajiro socio mío de allá de Las Villas.
Muchacha, y con la información tan vasta que hay en Cuba, ¿cuántas personas sabrán lo que son operaciones transgénicas? Todo esto, como hemos dicho y escrito antes, entretenimientos de vocación de la psicóloga Castro, que, gracia a que es quien es, puede “ejercer” sus pasiones(cosa que no hallo mal, que cada cual haga lo que ama), una persona, psicóloga digo, de a pie, no podría hacerlo.
Oh, Capiró, qué recuerdos me traes al mencionar este nombre.
“La viuda del Comandante”, oh, oh…
Bueno, algún poeta dijo: “Todo lo que tiene fin es breve”, pero creo que hay “breves” un poquito largos, según la enjundia de éstos digo.
Ok, con eso de “Sáficas”.
Cariño y buena suerte: Félix Luis Viera
Estimada Odette, esto de coincidir contigo ya está llegando al escalón del hábito, en este caso me refiero a la primera parte de tu blog. En la segunda y más extensa, tratada con amplio respeto, aguzo la mirada pues desconocía que hay que pedir salvoconducto para viajar de una provincia a la otra, así también como del protagonismo de la nueva generación C.
Gracias por la mirada y sus reflexiones
Besos entrañables.
Bueno, me parece bien cualquier tipo de medidas que den una impresión de cambio, pero, no sé, últimamente me parece muy sospechoso que ciertos gobiernos se aferran a temas sexuales(léase homosexuales) para ejercer demagogias y entretener al personal, es decir, como un modo de no preocuparse de lo verdaderamente importante. Antes, se perseguían a los homosexuales y transexuales. Hoy se les utiliza como recurso electoral para ganar votos.
Un día, Castro y lo suyos se dieron cuenta de que los homosexuales también podían ser buenos "patriotas" y que podían aportar dólares,etc...
Quién sabe si el futuro de Cuba deparará esa magnífica ironía de que el sucesor de Castro sea un gay. Bueno, a fin de cuentas, el presidente de la UNEAC es un gay que idolatra al Che Guevara, un anti-gay.
Así es Cuba de incongruente, de imprevisible.
Saludos.
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