Damas de Blanco, reprimidas ayer en La Habana
Allá por los finales de la década de los años veinte del siglo pasado, Ignacio Piñeiro y su Septeto Nacional cantaban el son que lleva el mismo título que este texto (sin los signos de interrogación) y que, presuponiendo que la cubana es la perla del Edén, afirma contundente:
Allá por los finales de la década de los años veinte del siglo pasado, Ignacio Piñeiro y su Septeto Nacional cantaban el son que lleva el mismo título que este texto (sin los signos de interrogación) y que, presuponiendo que la cubana es la perla del Edén, afirma contundente:
Las que no sean de talle gracioso
de andar zalamero
con gracia sin par;
ésas no son cubanas.
Si no subyugan sus ojos divinos
y con amor le borran
todo su pesar;
ésas no son cubanas.
de andar zalamero
con gracia sin par;
ésas no son cubanas.
Si no subyugan sus ojos divinos
y con amor le borran
todo su pesar;
ésas no son cubanas.
El sábado pasado pensaba en las gorditas desabridas o las flacas desgarbadas, despojadas de su dosis de cubanía sólo por no tener andar zalamero ni gracia sin par. Y pensaba en ellas, porque un amigo que vive en la isla, inmerso en la jubilosa euforia que han dejado por allá los debates del reciente Congreso de la UNEAC, me mandó un mensaje donde afirmaba, tan rotundo como Ignacio Piñeiro, que los emigrados que no comparten sus presupuestos ideológicos no son cubanos. O son “falsos cubanos” que niegan la existencia y las penurias de los once millones —ésos sí muy cubanos— que habitan en la isla.
Ser cubano no es una condición opcional. Quien nace en la isla lo es, le guste a quien le guste; no puede ser dominicano ni puertorriqueño ni ruso. Otra cosa son la ideología y la política. Esos cubanos pueden no ser “revolucionarios”, ni fidelistas ni socialistas ni marxista-leninistas, ni algún otro “ismo” que se cultive en uno u otro lado, pero son absolutamente cubanos. ¿Qué habrían de ser si no?... ¿acaso turcos, acaso filipinos, acaso panameños?
Decir que un cubano no es cubano —le respondí a mi amigo como nos enseñaron que se debe responder a las “provocaciones”: de inmediato— porque no comparte con varios o con miles o con millones de compatriotas las mismas ideas es una de las barbaridades más imperdonables que cometió por décadas la dirigencia de la revolución, basada en la eterna y conveniente confusión entre Cuba, la revolución y Fidel, que se fundieron en una sola entidad, en una santísima trinidad revolucionaria. Quien no congeniara con el titular de todos los poderes o con su programa político no sólo era un mal cubano, sino que ya no era cubano, como si por decreto pudiera excluírseles de esa condición esencial que va más allá del acta de nacimiento o las clasificaciones burocráticas.
A los múltiples y variados tipos de cubanos que conozco fuera de Cuba, adscritos a las más diversas corrientes de pensamiento y acción, sólo hay una cosa que los une y los identifica sin lugar a dudas o a contradicciones: Cuba. Todos quieren “salvar” a Cuba, “rescatarla”, “dignificarla”, cada uno a su manera, cada uno tan cubano, tan lleno de pertenencia y raigambre, tan entregado al servicio de la patria como quienes viven en la isla. Porque criticar a un gobierno, e incluso luchar activamente contra él, no es desamar a la patria sino a veces justamente lo contrario.
Hoy, este mundo globalizado adonde cada vez es más difícil que la injusticia o la represión queden en el oscuro pozo del silencio y la ignorancia, amaneció con la noticia de que ayer en la mañana fuerzas femeninas del Ministerio del Interior y “pueblo en general” desalojaron —“de inmediato y espontáneamente”, según Granma—, en medio de las ya consabidas injurias —Pin pon fuera, abajo la gusanera, etc.—, a diez integrantes de las Damas de Blanco que se manifestaban pacíficamente en las inmediaciones de la Plaza de la Revolución de La Habana. A la fuerza, arrastradas por las policías y la muchedumbre (ver fotos), fueron subidas a un autobús y, según los despachos de prensa internacionales, hasta el momento en que esto publico no se conoce su paradero.
Las Damas de Blanco, único grupo opositor que se manifiesta públicamente en las calles de La Habana, son esposas y madres que piden la liberación de los presos políticos de la primavera negra de 2003, cuando 75 cubanos fueron puestos tras las rejas, después de someterlos a juicios sumarios, acusados de disentir. Por primera vez la prensa local —el Noticiero Nacional de Televisión y el periódico Granma, que incluyó una edición especial con “críticas de la población” a la “provocación burda y descarada” de las manifestantes— dio cuenta del hecho porque, hasta ahora, el cubano “común y corriente” no las conocía. Cuando mi madre, aquí, supo de ellas, abría los ojos desmesuradamente y repetía: “¡Hay que estar fuera de Cuba para saber qué pasa en Cuba!”
La persona humana, como se dice ahora —¡mucho más la inhumana!—, suele tener muy poca capacidad para tolerar las diferencias. Tolerar, diría mi amigo Sergio Villarreal, tampoco es el verbo correcto; aceptar debiéramos decir —y hacer— con más frecuencia. “Ya no eres mi hijo”, dicen los padres cuando el vástago los decepciona; “ya no serás mi amiga”, te rompe el corazón una muchacha por cualquier bobería; “tú no eres hombre”, acusan los otros al niño que no dice malas palabras ni tira piedras y que, además, llora. Cuando siente competencia y diferencia, la persona humana —animal al fin y al cabo— siempre ataca por las partes más vulnerables, por las esencias que nos sostienen. Porque desde criaturas, en cualquier parte del mundo, nos enseñan que “estás conmigo o estás en mi contra”.
“Ellos no son cubanos”, repitió e hizo repetir por décadas el gobierno de la isla para referirse a quienes habían abandonado su tierra natal. “Ellos no son cubanos”, repetía con furibunda alegría mi amigo isleño el sábado al mediodía. Ahora pienso en las Damas de Blanco, sin andar zalamero ni gracia sin par… Ésas, ¿tampoco son cubanas?
Más información y fotografías:
AFP
BBC Mundo
Ser cubano no es una condición opcional. Quien nace en la isla lo es, le guste a quien le guste; no puede ser dominicano ni puertorriqueño ni ruso. Otra cosa son la ideología y la política. Esos cubanos pueden no ser “revolucionarios”, ni fidelistas ni socialistas ni marxista-leninistas, ni algún otro “ismo” que se cultive en uno u otro lado, pero son absolutamente cubanos. ¿Qué habrían de ser si no?... ¿acaso turcos, acaso filipinos, acaso panameños?
Decir que un cubano no es cubano —le respondí a mi amigo como nos enseñaron que se debe responder a las “provocaciones”: de inmediato— porque no comparte con varios o con miles o con millones de compatriotas las mismas ideas es una de las barbaridades más imperdonables que cometió por décadas la dirigencia de la revolución, basada en la eterna y conveniente confusión entre Cuba, la revolución y Fidel, que se fundieron en una sola entidad, en una santísima trinidad revolucionaria. Quien no congeniara con el titular de todos los poderes o con su programa político no sólo era un mal cubano, sino que ya no era cubano, como si por decreto pudiera excluírseles de esa condición esencial que va más allá del acta de nacimiento o las clasificaciones burocráticas.
A los múltiples y variados tipos de cubanos que conozco fuera de Cuba, adscritos a las más diversas corrientes de pensamiento y acción, sólo hay una cosa que los une y los identifica sin lugar a dudas o a contradicciones: Cuba. Todos quieren “salvar” a Cuba, “rescatarla”, “dignificarla”, cada uno a su manera, cada uno tan cubano, tan lleno de pertenencia y raigambre, tan entregado al servicio de la patria como quienes viven en la isla. Porque criticar a un gobierno, e incluso luchar activamente contra él, no es desamar a la patria sino a veces justamente lo contrario.
Hoy, este mundo globalizado adonde cada vez es más difícil que la injusticia o la represión queden en el oscuro pozo del silencio y la ignorancia, amaneció con la noticia de que ayer en la mañana fuerzas femeninas del Ministerio del Interior y “pueblo en general” desalojaron —“de inmediato y espontáneamente”, según Granma—, en medio de las ya consabidas injurias —Pin pon fuera, abajo la gusanera, etc.—, a diez integrantes de las Damas de Blanco que se manifestaban pacíficamente en las inmediaciones de la Plaza de la Revolución de La Habana. A la fuerza, arrastradas por las policías y la muchedumbre (ver fotos), fueron subidas a un autobús y, según los despachos de prensa internacionales, hasta el momento en que esto publico no se conoce su paradero.
Las Damas de Blanco, único grupo opositor que se manifiesta públicamente en las calles de La Habana, son esposas y madres que piden la liberación de los presos políticos de la primavera negra de 2003, cuando 75 cubanos fueron puestos tras las rejas, después de someterlos a juicios sumarios, acusados de disentir. Por primera vez la prensa local —el Noticiero Nacional de Televisión y el periódico Granma, que incluyó una edición especial con “críticas de la población” a la “provocación burda y descarada” de las manifestantes— dio cuenta del hecho porque, hasta ahora, el cubano “común y corriente” no las conocía. Cuando mi madre, aquí, supo de ellas, abría los ojos desmesuradamente y repetía: “¡Hay que estar fuera de Cuba para saber qué pasa en Cuba!”
La persona humana, como se dice ahora —¡mucho más la inhumana!—, suele tener muy poca capacidad para tolerar las diferencias. Tolerar, diría mi amigo Sergio Villarreal, tampoco es el verbo correcto; aceptar debiéramos decir —y hacer— con más frecuencia. “Ya no eres mi hijo”, dicen los padres cuando el vástago los decepciona; “ya no serás mi amiga”, te rompe el corazón una muchacha por cualquier bobería; “tú no eres hombre”, acusan los otros al niño que no dice malas palabras ni tira piedras y que, además, llora. Cuando siente competencia y diferencia, la persona humana —animal al fin y al cabo— siempre ataca por las partes más vulnerables, por las esencias que nos sostienen. Porque desde criaturas, en cualquier parte del mundo, nos enseñan que “estás conmigo o estás en mi contra”.
“Ellos no son cubanos”, repitió e hizo repetir por décadas el gobierno de la isla para referirse a quienes habían abandonado su tierra natal. “Ellos no son cubanos”, repetía con furibunda alegría mi amigo isleño el sábado al mediodía. Ahora pienso en las Damas de Blanco, sin andar zalamero ni gracia sin par… Ésas, ¿tampoco son cubanas?
Más información y fotografías:
AFP
BBC Mundo
15 comentarios:
Solidaridad con las Damas de Blanco. No al atropello. Libertad para todos los prisioneros de conciencia en Cuba.
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Para escuchar la "Canción del preso", entrar a: www.myspace.com/josnicols
Muy bien.
¿Soy o no soy? That is the question!
Se puede comprar computadoras y teléfonos celulares, pero lo demás
sigue lo mismo: cubanos contra cubanos.
Tus comentarios, como siempre, informativos y brillantes. Gracias por mantenernos al día en tu juego semanal del ajedrez.
un abrazo, maya
Sin palabras...
Conozco el valor de las Damas de Blanco,conozco a muchas de ellas antes de la "primavera negra",y lo que más duele es el sentimiento del que está en cautiverio viendo como detienen a su madre,a su esposa,a su hermana,a todo aquel que es capaz de levantar su voz contra la injusticia.
Yo, que sufrí las mismas vejaciones,alzo mi puño una vez más,reclamando una amnistía general
para todos los prisioneros de conciencia y la democratización del país.
Higinio B-C
Que barbaridad! Odette, me has confundido. ¿Podrías preguntarle a tu amigo cual es mi nacionalidad ahora? Estoy tan preocupada... :)
Mi respeto a las Damas de Blanco,
L.
Querida Odette una vez mas gracias por esos escritos que nos conmueven, por suerte o por desgracia seguiremos siendo cubanos hasta despues del fin de nuestros dias, pese a quien le pese y le duela....
y mas despues de conguear en la placita quien no se siente cubano, yo siiiii jajaja..te queiro y me quedo corto.
Todo mi apoyo a las damas de blanco.
Felicitaciones Odette, !que tema tocaste! y en que momento, te corresponde el calificativo de Magistral. Tambien felicito al amigo José Nicolás, del cual le he enviado su página con su canción y las fotos a varias amistades, pidiendoles que las hagan llegar a oidos y ojos receptores; como un homenaje A Las Damas de Blanco.
Felicidades mil.
¡Excelente, Odette! Te leo con creciente admiración e interés.
Le pusiste los puntos a las íes, aunque, para proseguir sanchescamente con una manía refranera, no hay que pedirles peras al olmo. ¿Y quién es ese "amigo" que a estas alturas todavía tiene tanta espuma de rabia en sus fauces?
Besos,
Ale
Las cosas de mi pais asombran al mundo entero.
En Cuba los poderes legislativo, ejecutivo y judicial no tienen libertad e independencia, existen pero como funciones del totalitarismo de Estado.
El Ministro de Justicia, de la Armada o el Jefe del Parlamento no pueden pronunciarse contrario a una postura de Estado.
Las Damas en Blanco no tienen dentro de Cuba mecanismos de reclamacion efectiva por lo cual estan obligadas a llamar la atencion internacional de periodistas, politicos y personalidades inluyentes que la apoyen en sus demandas y a su vez protejan su integridad.
Muy bien, Odette, qué cierto y qué bien escrito. Cualquier no cubano -no cubano de verdad, quiero decir- podría pensar que tu texto incurre en algunas obviedades, pero amiga mía, cuánta razón tienes. Y no sólo cuando explicas cómo el régimen intenta quitar la nacionalidad a quién lo contesta, sino cuando enumeras algunas de las sentencias lapidarias y anatémicas entre las que hemos crecido. La canción que citas es un claro ejemplo de ello, y aunque pueda parecer inocuo ir soltando en canciones y máximas cotidianas esas sentencias absurdas, lo cierto es que en ellas se reflejan algunos de los mayores defectos que tenemos los cubanos. Demasiado ego colectivo, demasiada prepotencia, demasiado chovinismo... Es por eso que un régimen como el cubano puede utilizar con cierto éxito tan burdos resortes. Creo que Fidel es el más cubano de todos los dictadores que hemos tenido. Es un producto nacional, vamos, "100% cubano". La canción que citas, muy bonita por cierto, pero que debía ser, cuando mucho, para consumo interno, la tuve que escuchar en un espectáculo que ofreció en Valladolid el Ballet de Camagüey lleno de un público entregado que pagaba bien caro sus entradas. Y claro, yo pensé: cómo se puede venir aquí a cantar esto, madre mía, cómo lo podrán encajar todos estas mujeres que "no tienen la suerte" de ser cubanas. Algo parecido me pasó en un concierto de Albita con una canción también muy bonita y muy chovinista que se llama, creo, Cuba y que tiene un estribillo que viene a decir algo así cómo: "qué culpa tengo yo de haber nacido en Cuba". Bueno, dicho esto, qué decir sobre los hechos que denuncias. Es conocido por todos los "no cubanos" -como tú y como yo-, que el cubanísimo régimen de Castro tiene tolerancia cero para sus contestatarios y nunca tuvo sentido de la justicia. Estarán preparados para aceptar la disidencia cuando sean ellos los disidentes, nunca antes. Su cubanísimo ADN no les permitirá dejar que las cosas ocurran de otra manera.
Un fuerte abrazo,
Jorge
querida, he leido tu texto, de prisa y corriendo como cada martes, ya sabia lo de las damas de blanco, lo que paso ayer, e indignada estoy... hirviendo... pero mas ahora viendo que alguno de tus amigos ha dicho semejante estupidez a esta altura y encima en el contexto del congreso, donde se supone que se hablo de inclusion, de regreso, de levantamiento de fronteras, de reformas migratorias... yo ya tenia la ilusion de ver a mi familia en esta navidad y con esta nota tuya, se ha ido la ilusion a la mierda... donde siempre estuvo...
abrazo
decia descartes: pienso luego existo", yo diria: pienso luego, estoy deprimido, cada vez que veo, oigo y/o leo en tus comentarios, las anormalidades (o submentalidades)de las cosas que pasan y aun se dicen en nuestra isla, dile a tu amigo que la coprofagia es una enfermedad terrible y en algunos casos incurable, que por favor visite un buen especialista. me gusto mucho la cancion de jose nicolas(que si lee este comentario que sepa que aun tengo mi guitarra en riste y que extraño la escalera)un abrazo grande de este santiaguero.
Las cosas de mi pais.
Los hechos demuestran la falta de derecho de expresion en Cuba, lo normal hubiera sido que Las Damas de Blancos solicitaran un permiso de manifestacion y luego de otorgado la policia cuidara de esa manifestacion como un ejecicio del derecho de expresion.
En Cuba no existe la posibilidad juridica de solitar permiso de manifestacion para discrepar.
Historicamente el Estado ha promovido y apoyado la violencia sobre los grupos discrepantes.
No creo la version que miembros de la policia hayan acudido en omnibus para auxiliar a las manifestantes.
Querida Odette:
Qué buena noticia! Roxi intentó dejar de ser cubana y viajar a Cuba como española, pero no le dejaron: para entrar en la isla le cobraron dinero por su condición innegable de cubana. Trató de ver cómo se podía "apostatar" de cubanerío, pero según le explicaron en el Consulado (tal vez era un Obispado), es como una bendición que adquieres cuando naces, y no puedes renegar de la misma. Se parece a ser judío, creo. Ahora, según confirma tu amigo, por fin puede dejar de ser cubana, porque lo que tiene claro es que, como dice ella, si esa chusmilla es cubana, yo no lo soy.
Odette: Excelente respuesta que sólo la puede dar quien realmente conoce a fondo lo que sucede en Cuba; yo quizás extranjera, pero solidaria con quienes ¿viven?, el exilio, puedo decirte sin lugar a dudas que ese país me duele como me puede doler el mío; quizás si buscas o rebuscas en mi blog: www.teresaeneltiempo.blogspot.com puedas encontrar muchos pasajes y poemas sobre tu Isla. Tiempo sin saber de ti, pero recién PPPSantiesteban me preguntó si te conocía y le respondí que por supuesto; no es fácil olvidar una poesía como la tuya. Y creo, pasando a la respuesta a tu amigo de la Isla, que es una respuesta para ponerlo a reflexionar. Lo otro: magnífico tu blog, es un placer y un honor visitarlo. Como siempre en esta orilla de sueños, Teresa.
PD: Recibí el comentario al que aludes...
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