martes, 8 de enero de 2008

Los Reyes… ¡a Belén!

Los reyes del Oriente vistos por una niña latina


Cuando tenía apenas cinco años, la maestra de preescolar le dijo a mi sobrino Camilo y a todos sus compañeritos que no creyeran en los Reyes Magos ni en Santa Claus porque “na’ de eso exijjjte”. Que, como revelara Sabina, “los reyes son los padres”. Bueno, eso no lo dijo; ella no sabe quién es Sabina porque no canta reggaeton. Así ha sido siempre y así será: nunca falta el hijo de puta que con sumo regocijo, más temprano o más tarde, nos descubre que sueños, fantasías e ilusiones no son la realidad. Y así, una y otra vez perdemos la inocencia.
“La patria es la infancia”, dicen que dijo Baudelaire. Patria e infancia, juntas o no, son de los conceptos con mayor cantidad y variedad de definiciones, posiblemente por ese fuerte vínculo con la raigambre esencial de cada individuo, por ser los lugares adonde se llega, de donde se es, donde ocurren casi todas las primeras cosas —las buenas y las malas—, donde se forja el carácter, donde se inicia el futuro. Para mí ambas, patria e infancia, son una deriva aterradora.
Sin embargo, es imposible no hablar de ellas, hasta con un halo de nostalgia, cuando las fechas son propicias a esos recuerdos y mi madre rememora que aun después de triunfada la revolución, cada 6 de enero una cabalgata recorría las principales calles de Santiago de Cuba, pasaba frente a mi casa de Aguilera y terminaba en la Beneficencia, adonde Melchor, Gaspar y Baltasar, bajando de los caballos en los que se habían paseado por la ciudad, repartían regalos a los niños allí alojados. Cuando el gobierno revolucionario decidió mandarlos al… Belén, por idólatras religiosos, burgueses extranjerizantes y diversionistas ideológicos, todos fuimos niños de beneficencia: sólo tuvimos derecho a tres juguetes al año: uno básico, uno dirigido y uno adicional. Es decir, uno mejorcito, uno regular tirando malo y el otro, chiquitico y espantoso.
Persistió por algunos años la tradición de que semanas antes del Día de Reyes exhibían en las vidrieras de las tiendas los juguetes disponibles. Era un paseo imprescindible de fin de año bajar y subir Enramadas, la calle principal, deteniéndonos a babear y hacernos ilusiones ante cada escaparate, aunque supiéramos que como en cada establecimiento había una cantidad bastante limitada, llegar a tenerlos dependía del número que tocara a nuestro núcleo familiar en el sorteo que a tal efecto se celebraba. Sí, un sorteo, una rifa… al menos así era en Santiago.
Antes de que se implantara el método del sorteo —supongo que para hacer más justa la repartición… ¡la justicia del azar!—, los padres tenían que anotarse en una lista —como la de las reservaciones de hoteles, exactamente—, rectificar y hacer guardias por días y noches delante de la puerta de las tiendas, para evitar que llegara un vivo con otra lista y los desplazara. Y el día de la venta, estaban dispuestos a dar hasta golpes para evitar que alguien se colara y les quitara su lugar y, por ende, los juguetes de sus hijos.
Yo jamás pude tener lo que más deseaba: un juego de detective, con placa, pistola, esposas y polvitos para echarle a las huellas del criminal. En primera, porque era para varón —¡y mira tú ahora!—; en segunda, porque nunca tuvimos suerte en esos sorteos ni en ninguno. Lo más hermoso que recuerdo era un disfraz de vikingo —que como también era de varón, mi madre tuvo que comprar clandestinamente gracias a una que otra triquiñuela y dinero de por medio—, con espada, escudo y casco de cuernos con el que saltaba de mueble en mueble de la sala de mi casa cantando: “Vikingo, vikingo, mi abuela no se baña los domingos…” Antes, o cuando ya no existió ése, el palo de hervir la ropa en casa de mi abuela Lola era el machete de Nacho Verdecia, o sea yo, o sea el general mambí que interpretaba Mario Limonta en las aventuras de las siete y media. Después, más grande, jugaba pelota, tenis, badminton, voleibol, yo sola en el garage de la casa de Aguilera. Era, a la vez, mi equipo y el equipo contrario… ¡cuántas cosas me explico ahora que lo digo!
Por esa época, Piri se ponía una toalla en la cabeza y era Mirta Medina —supongo que yo sería Raúl Gómez—, moviendo el pelo —entiéndase, la toalla— de un lado para otro y cantando con un micrófono imaginario sobre la cama camera de mi abuela Cristina. Y después hubo un zoológico de plástico socialista, con animales de patas tan delgadas que no podían sostenerse en pie, y un juego de té con el que remedábamos en nuestro comedor, en aquella mesa de playwood que ya no había cómo arreglar, la cafetería Las Novedades, cuando todavía vendían bocaditos, refrescos y helados, o La Fontana di Trevi, que entonces era una pizzería limpia, con menú bastante variadito, hasta donde quepa esa expresión tratándose de Cuba, aun en los mejores tiempos.
¡Y nos quejamos!... Con tantos niños en el mundo que no tienen ni básico ni dirigido ni adicional… Por ejemplo mi sobrino Camilo y su generación. Porque hace muchos años en Cuba los juguetes sólo se venden en las tiendas de dólares (CUC o como se llame la moneda de moda). O sea que el niño que no tiene FE —es decir, Familia en el Extranjero que le mande dinero— o parientes dedicados a los negocios ilícitos o la prostitución, no tendrá juguetes. Piri, que es actriz de telenovelas y cine y gana —a veces, sólo a veces— un poquito más que la media, sólo puede comprarlos en las tiendas de todo por un peso, mientras ve salir de las shoppings a las jineteras con tremendos carros y juguetes caros. “Es el fruto de su trabajo”, le digo con mi maldito sarcasmo, y ya sabrán con qué frase me responde y con qué hermoso adjetivo me califica.
Que la patria es la infancia dijo Baudelaire, tan francés y pervertido él. En esa tierra, yo no quiero ser el hijo pródigo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que pasa, Odette, como ya sabemos, es que llegó el comandante y mandó a parar. No sólo con la magia de los Reyes Magos, acabó con todas las magias, y así se convirtió en el único mago: el mago de un futuro que no está en ningún sombrero de mago.

Lili

Unknown dijo...

Imagínate, Odette, que el día 6 de enero cumplí 41 años y ahora leo tu artículo y recuerdo cómo mi abuela (católica apostólica y romana) intentó, hasta su muerte a mis 11 años, mantener la magia de ese día. En fin, que otra vez tus escritos son un regalo a la memoria.
Un beso grande de

Amir

Anónimo dijo...

Mi querida Odette, hay tantos recuerdos que tu texto me remueve... el anhelo de tener juguetes que decían, eran de varones (ahora me entero que la guitarra era considerada un instrumento para hombres). Me enteré también en la prmaria que no había reyes magos, pero les mantuve la ilusión a mis padres hasta que lo supe por ellos. Felicidades amiga.

Anónimo dijo...

Querida Odette, despues de unos cuarenta anos, el recuerdo de los muy Queridos Reyes Magos, me pone la piel de gallina; por muchas razones: Mi Papa Militar de Academia, y como hobby carpintero de Rivera, que con orgullo te digo que del extra que ganaba con su entretenimiento (hacerle a los ricos de Santiago yates), nos pago colegio privado a mi hermano Lasalle y a mi Bautista Cespedes, mi hermano termino todos sus estudios en tan prestigioso colegio y luego se traslado a La Habana para continuar estudios de piloto algo que no existia en Santiago y yo continue hasta que Fidel extermino los colegios privados, bueno la historia sigue, mi pobre viejo se tuvo que convertir en una marioneta haciendole trabajos (gratis) de carpinteria y otros arreglos a las que trabajaban en tiendas de ropa, para que de esa forma pudieramos estar enterados en que tienda podiamos conseguir los juguetes que Ines Maria mi hija habia escogido pedirle a los Reyes Magos y todavia ahi no terminaba la cosa, como los mismos de la tienda controlaban las muy famosas listas, entonces nosotros estabamos apuntados, casi siempre el numero era el mismo, recuerdo # 3, ahi empezaba la guerra mambisa teniamos que mantenernos a la hora del conteo del numero, que regularmente se chequeaba tres o cuatro veces entre el dia y la noche, todo eso lo haciamos mi papa y yo turnandonos; en la ultima semana antes de la venta, la cosa se ponia sabrosa, era de amanezca yo de dia hasta las once o doce de la noche y mi papa terminaba la noche, el dia de la venta para evitarle disgustos a mi padre yo le decia que fuera para la casa a prepar condiciones para esconder los juguetes e Ines no se diera cuenta de mi llegada con los juguetes. La realidad era otra, yo tenia que ponerme todos mis modales de educacion debajo del brazo y tirarme para la calle del medio pues la turba era tremenda y tenia por necesidades del medio ambiente que ponerme a la altura , pues de lo contrario me quitaban los juguetes al salir de la tienda o me daban una golpiza, pues siempre la turba la cogia con los primeros que entrabamos. En realidad despues de pasar los anos, me siento muy feliz con Santa y el 25 de Diciembre. El 6 de Enero solo me trae malos recuerdos.
Carinos,
Maria Elena

Anónimo dijo...

Jodetica:
Ayer leí tu entrega del Parque, estuvo fenomenal,fantástico..., que lindo!!, tantas memorias... Me hiciste recordar todos esos momentos y perfectamente me acordé de tu juego plástico grís y dorado de vikingo y mi abuela diciendo: "tengan cuidado que se pueden sacar un ojo!!! y tendremos que ir para la Colonia",... ella siempre con su obsesión de cuidar los ojos, me pregunto: ¿en vidas pasadas sería nuestra abuela Cristina, ciega?.
Te quiere,
Tu prima Astrid

Anónimo dijo...

Querida:
Ya mi mama se ocupo de darte detalles de mis Reyes, pero no te dijo que ese dia siempre yo amanecia con mi clasico dolor de cabeza. Y ahora pienso: tanto trabajo para pasarme el dia jodida y a base de Leche de Magnesia porque Tete todo lo cura con un purgante. Menos mal que no es amiga del otro, porque te imaginas en lo que hubieran convertido la isla. Nada, pero el tema son los Reyes. Yo recuerdo la cabalgata como un dia de mucha actividad. Primero ibamos a pasear en el trencito del INIT para asi tener un puesto (que el viaje garantizaba) en una tribuna que no recuerdo donde ponian. Luego, el dia como tal, ademas de los juguetes que me compraban, tenia una coleccion de otros muchos que mi papa Pedraza (mi abuelo) me construia con madera. Gracias a sus destrezas en la carpinteria llegue a tener sables, espadas, panderetas fabricadas con chapitas de botella de refresco y pino, tambores con la piel de conejo invertida, claves, guitarras a la que le ponian cordel de pescar por cuerdas, casitas con asientos, mesas y camas para las munecas, tirapiedras, cajitas para mariposas y el jardin de frente de la casa preparado para que jugara a mis antojos. Te recuerdas del columpio? Bueno, años mas tarde tuve la mala idea de hacer a un costado de este una piscina para mi hija, pero con el mismo embullo que la mande a construir, la tuve que desbaratar porque me converti en piscinera full time. Toda la manada de muchachos del barrio se iban a bañar y como era imposible conseguir cloro, tenia que botar el agua a diario y lavarla para comenzar la tragedia del llenado en la noche. Pero sin temor a equivocarme, lo que mas apreciaba de los juguetes, era la caja de bolas (balas por nuestros lares) que no me podia faltar. Tenia una funda de almohadita repleta sin contar las que le ganaba a los muchachos del barrio. En una ocasion una vecinita pretendio tumbarme un bolazo y como no me lo queria devolver le fui encima y le pegue tal mordida justamente sobre la aureola del seno, que la infeliz gritaba como loca, pero yo alli, prendida hasta que solto lo mio. La mordida fue tan profunda que cuando la solte, me corria la sangre por la boca y la pobrecita cuando la vi hace poco, me enseno la cicatriz que conserva y me dijo que desde ese dia aprendio que lo ajeno no se toca. Ese dia por primera y unica vez vi a Tete y Pedraza discutir, porque la primera me dio en la boca y este se puso como fiera, hazta le dijo que la proxima vez que me diera, se las tendria que ver con el. Aquello fue lo suficiente para que yo le cogiera la baja y me refugiara en la carpinteria con el por horas y horas.
Ahora que leo tu articulo, pienso que fue una lastima que nos conocieramos despues de adultas, porque imagino los combates que hubieramos sostenido, si hubieramos podido compartir infancia. Tambien te hubieran encantado las excursiones a la loma que Pedraza preparaba a cazar aranas, o por Aguadores detras de los cangrejitos rojos. Otra cosa que hubieras disfrutado eran los sabados de cuento que me organizaba y me contaba de personas que utilizaban animales con joroba para cruzar una enorme extension de arena y llegar a un lugarcito con algunas palmeras a colectar agua que unas ancianitas con la cara tapada por un velo, necesitaban. Mi abuelo fue la persona mas importante y la que estuvo mas cerca de mi siempre. Cuando murio se me unio el cielo y la tierra. El reto tu lo conoces, como la historia de la nina enlazada y la volanta. El fue mi verdadero rey y yo su princesita mimada. No tienes idea de cuanta falta me hace aun.
Un beso,
Inés

Anónimo dijo...

Odettica:
gracias, como siempre, por las palabras.

Leticia Vaninna.