martes, 11 de diciembre de 2007

8 de diciembre de 1988

Puente sobre el río San Juan, Matanzas, Cuba


Mis recuerdos, a 19 años


El 8 de diciembre de 1988, en un recital en la librería “El Pensamiento” de la ciudad de Matanzas, Teresa Melo leía “Otros les afilan las navajas”. El poema, icónico de la lírica cubana de finales de los ochenta, era su catarsis después de que un delincuente la asaltara una madrugada frente a la emisora CMKC, en pleno centro de Santiago de Cuba, y para tratar de quitarle lo poco que llevaba, le asestara una cuchillada en la cabeza.
Con Teresa estaban León Estrada y algún otro compañero de generación. Entre los asistentes, Carilda Oliver Labra, poeta matancera de reconocido prestigio internacional. En el público también, en primera fila, un poeta mediocre cuyo nombre no quiero recordar, que acto seguido de escuchar a Teresa pidió la palabra y cuestionó el poema, señalándolo como contrarrevolucionario. No era normal que en un recital —que no un taller— se sometieran a debate las piezas leídas, sin embargo, ponentes e inquisidor se enfrascaron en abierta polémica, cada uno defendiendo sus respectivas posiciones.
La estética de la llamada generación de los ochenta llevaba años provocando reticencias. Su discurso revisionista, irreverente y criticista, y su comportamiento arrogante y exhibicionista habían molestado a más de uno. A esas alturas de la década, esos muchachos se habían convertido en una verdadera preocupación, mucho más porque su ímpetu alcanzaba ya a todas las manifestaciones del arte, la literatura y la difusión cultural.
Tal calor tomó la discusión —bizantina, por supuesto— aquella tarde en “El Pensamiento”, que Teresa se retiró del salón y emprendió el regreso hacia La Habana, sólo segundos antes de que en la librería irrumpiera un comando de boinas rojas (tropas de ataque) que apagaron las luces y, amparados por la oscuridad, la emprendieron a golpes y patadas contra quienes allí permanecían. Hubo varios detenidos y lesionados, entre ellos Carilda, quien siendo ya una persona de más de 60 años, tuvo que recibir un severo tratamiento médico por el fuerte golpe que le propinaron en el tórax.
Los detenidos permanecieron encerrados e incomunicados durante tres días, mal alimentados y sometidos a frecuentes interrogatorios en los que, con lujo de intimidación y chantaje, se les trataba de hacer confesar que eran contrarrevolucionarios —entonces no se usaba el término disidentes— y se insistía en que acusaran a los organizadores de la lectura como sus cabecillas. Sin cargos fueron liberados porque no había delito que imputarles. Y porque un escarmiento no requiere cargo alguno, se basta por sí mismo.
Cuando llegó a Santiago, presa de un terror indescriptible y en el pecho estampada la huella de una bota militar, León me hizo acompañarlo sigilosamente hasta un parque en un barrio alejado del centro de la ciudad. Parque es un decir; era un solar yermo —o al menos así lo recuerdo— con un banco pintado de azul chillón. Sólo entonces pudo relatarme lo que he resumido en los párrafos anteriores.
Lo que siguió fue el miedo, la incertidumbre y el desamparo más atroces. La posibilidad de nuevas represalias o la concreción de las amenazas, incluso las no dichas, flotaban silenciosamente por doquier. Si sentía acercarse un jeep del ejército, mi amigo se encogía como si quisiera desaparecer y se ponía pálido, sudoroso y helado como un témpano.
Días después, se celebraba en Santiago el encuentro nacional de narradores. Había actividades en varias sedes, entre ellas la sala del Teatro Guiñol Santiago, en donde se realizaban sesiones de lectura y debate de cuentos. Allí estábamos León y yo una mañana, sentados en la última fila de butacas, cuando Jorge Luis Hernández y José Manuel Fernández Pequeño leyeron el comunicado oficial de la UNEAC nacional (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) acerca del hecho, que trascendió porque Teresa presentó una queja a Abel Prieto, por entonces presidente de ese organismo artístico, y se había abierto una investigación.
Haciendo acopio de valor, León dijo públicamente que la referencia que en el comunicado se hacía del suceso era inexacta e incompleta. Lo hicieron subir de inmediato al escenario y en el proscenio, bajo la luz del seguidor, como un trovador sin guitarra contó los detalles que me había relatado a mí en aquel parque perdido. La indignación fue inmediata y generalizada. Esa noche firmábamos, en la sede provincial de la UNEAC, un pronunciamiento que, en un acto de coraje y dignidad inédito —pocos se atreven en Cuba a meterse en camisa de once varas—, habían preparado los organizadores del encuentro de narradores. En el documento se repudiaba la agresión y se exigía que la investigación fuera llevada hasta las últimas consecuencias.
Entonces, ya puesto en la palestra de tal forma, no pudo ocultarse, distorsionarse ni camuflarse el hecho aunque, lógicamente, nunca tuviera espacio en la prensa ni se hablara de él con carácter oficial. Como consecuencia de la solicitud de la UNEAC, fueron sancionados y despedidos —eso nos dijeron— los directores del Ministerio del Interior en varias provincias, entre ellas, por supuesto, Matanzas. Esto, que en medio de la beligerancia de aquellos tiempos podía parecer una victoria de los jóvenes artistas, fue, como ya lo he dicho otras veces, la marca de fuego de la generación, el momento en que terminaron la inocencia y la confianza. La misma Teresa lo dijo entonces: “Hemos tenido uniformes escolares/ una casa en una calle de un barrio en un país del mundo [...]/ inocencia ya no/ la inocencia es para los ángeles/ Los ángeles no existen.”
Nunca antes me atreví a contar esta historia por no hacerle daño a León, a Teresa, a los amigos que siguen en Cuba. Ahora lo hago, quizás, porque la semana pasada un grupo de muchachos que pedía la libertad de un disidente preso se refugió en la iglesia de Santa Teresita en Santiago de Cuba; los agentes policiales que los perseguían no tuvieron el menor reparo en irrumpir con gases lacrimógenos en el templo, donde se estaba oficiando misa, y sacarlos a patadas. Ahora lo cuento porque antier el pueblo enardecido agredió a las Damas de Blanco —grupo de madres y esposas de presos políticos— y otras mujeres extranjeras que las acompañaban frente a la iglesia de Santa Rita de Casia en Miramar, y ayer fue reprimido un grupo de disidentes frente a la Oficina Regional de la UNESCO en La Habana, mientras el Granma afirmaba que se había celebrado el Día Mundial de los Derechos Humanos “con la frente en alto”.
Estas patadas me recuerdan las otras; tal vez por eso lo cuento hoy.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Odette; aunque espero ancioso cada martes tu nueva entrada, pocas veces he enviado comentarios a este blog y hoy lo hago para agradecerte que hayas recordado ese incidente en la librería "El Pensamiento" de Matanzas.
Cuántas historias tristes y desesperadas se han vivido en aquella Isla. Son terribles, pero lo que nos va a salvar de alguna manera es la memoria, y este espacio, entre otros, para que no se queden guardadas y cubiertas de polvo.
Gracias.
Lázaro.

Anónimo dijo...

Mi querida Odette: No puedo más que emocionarme otra vez contigo. Es sordo ese recuerdo que has traido de vuelta ahora. Al ir leyendo cada párrafo de tu artículo se me iba poniendo la carne de gallina. No estuve allí ese 8 de diciembre de 1988 en matanzas, no físicamente, pero todos los poetas de mi ciudad, nuestra hospitalaria hoy y heroica siempre lo supimos, lo sentimos muy de cerca dejándonos a todos su huella y esas secuelas que padecieron los de nuestra generación. Un abrazo muy fuerte. Saskia

Anónimo dijo...

Alguna vez fue censurado el silencio de Teresa sobre estos hechos pero el terror que imponen las circinstancias la justifican.
Desde afuera (sino pretendes volver de visita) se pueden denunciar los atropellos e imposicion del TODO sobre las PARTES.
En Cuba la oficialidad no respalda, cuida o custodia las manifestaciones como actos de libre expresion contrario a ello organiza y estimula enfrentamientos violentos para sembrar el terror.
Hace creer a los cubanos que el gobierno es mama y papa dador de "TODO LO BUENO" y victima de las manos expertas del enemigo, que toda critica esta encaminada a la destruccion de su benefactor.

Anónimo dijo...

Hola Odette! Tiene razón Lázaro. Al contar situaciones espeluznantes como ésa, se les guarda para la memoria futura. Buena idea, porque la historia de la isla parece que la tiene cortita.
Gracias, chica!
Teresita
www.dovalpage.com

Heriberto Hernández Medina: dijo...

Querida Odette, tu sabes que este es un tema que tendrá que escribirse. De hecho creo que ya esta en algunas novelas aun inéditas de amigos de nuestra generación.
El caso es que no se puede hablar de "el pensamiento" sin mencionar la valentía, la lucidez y la responsabilidad en un momento tan difícil, demostrada por nuestro entrañable amigo Arístides Vega.
No se puede hablar de esto sin agradecer por supuesto a Bladimir Zamora (nunca he tenido la oportunidad de hacerlo)que como tantas veces “metió la mano en la candela” por nosotros e hizo que los hechos se conocieran en La Habana.
Y claro, a "el pintorcito"; un chico que creo se llamaba Ricardo, estudiaba arte en la ENA, y se prestó sin pensarlo para llevar un relato escrito y firmado por todos los que estuvimos allí (salvo algunos, muy pocos, que se negaron a firmar) de los acontecimientos y lo entregó sin falta a "nuestro hombre en la habana".
Este documento fue fundamental y de hecho sirvió de base para los interrogatorios durante la investigación.
Tengo la esperanza de que alguien haya guardado una copia.
Amiga, acaso esto es un ejercicio de dolor, pero para mi es una prueba de lo que puede la amistad, la inocencia, la razón y algo que es todo eso por encima del tiempo, de los palos, de las distancias, de las ausencia, de las traiciones y de los olvidos: la poesía.
Un abrazo,
Heriberto Hernández

Odette Alonso dijo...

Efectivamente, Heriberto. La unidad como grupo, la solidaridad y la valentía de tantas personas es fundamental en la historia de "El Pensamiento". Mi texto de ayer y estos comentarios son un homenaje y, a la vez, la expresión de una responsabilidad con la verdad. Quienes creyeron que el "caso Matanzas" estaba cerrado y sepultado en el olvido para siempre, deben saber que hay cosas que no se olvidan. Que no pueden olvidarse. Un abrazo, hermano. Un abrazo a todos.

BAO dijo...

Leo tu texto y no dejo de vibrar. Los boinas rojas. La brutalidad. El miedo sembrando el miedo. Soy venezolana, en mi país dividido una sombra parecida prentende avivar su color.
Gracias Odette por tus textos quisiera que fueran leídos por todos.

Anónimo dijo...

Querida Odette:
Tu artículo me ha hecho recordar ese día, allá, en mi Santiago, en aquel teatro, adonde yo asistía como "joven promesa" junto a Garrido, Torralbas y Marcos. Fue duro, todos tienen razón, pero más duro fue saber (ya de regreso en La Habana)cómo muchos de esos que se dijeron "conmocionados" por los hechos se prestaron no al silencio por miedo (pues como dijo el Anónimo tienen razón y derecho) sino que se metieron de lleno en una campaña para echar tierra sobre el escándalo. Son historias que algún día, también, habrán de contarse, y por suerte algunos las vivimos de muy cerca.
Por eso, yo que estoy acá en Berlín y que he visto como se van publicando los pedazos del otro muro que se alzó en torno a la poderosa cultura alemana en los días del comunismo, me uno a todos esos (Lázaro, Heriberto, Saskia y mi querida Teresita Dovalpage) en el empeño que nos corresponde para salvar la memoria de esos años que (aunque quisimos creerlo alguna vez) como se ve, no fueron tan dulces como creíamos en nuestra inocencia.
Un beso, como siempre,

Amir

Anónimo dijo...

He leído tu columna sobre lo ocurrido en Matanzas en 1988 y la reacción que provocó en el Encuentro de Narrativa Cubana de Santiago de Cuba. Quiero solo hacer un par de precisiones. La UNEAC nacional no se manifestó respecto al asunto. Supimos de lo ocurrido en Matanzas por un rumor durante el segundo día de trabajos del encuentro. Ya sabes, ese mensajero fundamental que en Cuba es "Se dice..." Llamamos a la UNEAC en La Habana y nos respondieron con evasivas. Fue entonces que León me apartó (creo recordar que fue en la Casa del Queso) y contó que él había estado presente y que las cosas no había ocurrido como decían en la UNEAC. A partir de ese momento todo se desencadenó: me puse de acuerdo con Jorge Luis, hicimos que León subiera al escenario del guiñol, elegimos a Jesús Díaz, Joel James y Ambrosio Fornet para que escribieran una declaración de repudio y salimos a recoger firmas. Luego enviamos el documento a todas partes. Precisada por los acontecimientos, la UNEAC nacional tuvo que manifestarse y lo hizo asumiendo nuestro documento como propio. Siempre he creído que lo ocurrido entonces tuvo un valor fundamental. Desde mediados de los ochenta, el MININT se había hecho centro del poder político y estatal en las provincias: eran quienes dirigían la cultura, la agricultura, la construcción, etc. Recordarás el poder que tenía en Santiago de Cuba Robertico Valdez, delegado del MININT, a quien había que consultar para cualquier proyecto, sea en el área que fuera. Ante los aires de cuestionamiento que se vivían, los de Matanzas se precipitaron, quisieron ganar la emulación, y perpetraron los golpes que cuentas. El asunto tuvo su repercusión: Sergio Ramírez, a la sazón vice en Nicaragua, llamó a Raúl Castro para preguntar sobre él. Nunca sabremos cuánto influyó el asalto y su repercusión en la decisión, casi inmediata, de desarticular las estructuras del MININT que se adentraban en el resto de la vida social en provincias. Tampoco sabremos jamás lo que habría ocurrido si los tiempos de derrumbes y contracciones que comenzaron casi enseguida hubieran encontrado esas estructuras policiales vivas. De cualquier modo, me alegro de que ya no estuvieran. Si pienso en aquel encuentro de narrativa, no puedo dejar de recordar que cuando terminó de hablar León tomé la palabra para decir no sé qué vaina y quedé sorprendido por las muy variadas personas que abandonaban la sala del guiñol para no verse complicados con lo que estábamos haciendo allí, entre ellos aquel mismo crítico y profesor de la Universidad de Oriente que tan acremente se opuso a tu tesis sobre el Chino Heras. La balada de los cobardes, siempre tan oportunos. Un beso,

Pepe

Unknown dijo...

Fuerte el relato como fuertes y horribles son las historias que han vivido nuestros pueblos en América Latina, es una lástima que algunos lo sigan viviendo. Sabes me hiciste recordar la época del conflicto armado en mi país y cómo a los 4 años descubrí lo que era el "toque de queda". Pero el pensamiento es la mayor expresión de libertad que tenemos y no hay que dejarla morir.

Un abrazo y un gusto pasar de visita por acá.

Marisol, bueno, Sandra Marisol.

Anónimo dijo...

Me gustaria saber quien es pepe pues me resultan curiosos sus comentarios. Hay en ellos detalles que yo no conocia porque es la otra parte de la historia. El como lo vieron los otros y la a forma en que se alinearon frente la los hechos. El caso es que me gustaria que todos los que puedan aportar luz sobre estos hechos lo hagan.
Heriberto Hernandez

Margarita Garcia Alonso dijo...

Querida Odette, gracias por el racontar de ese 8 de diciembre, que ha quedado silenciado por las razones ya expuestas.
Estaba viviendo en La Habana y recuerdo las llamadas de esa misma noche, el pánico- casi terror- vivido por los participantes. Y recuerdo a Carilda, muy afectada con lo sucedido- primera y única vez que la he visto sin maquillaje-tirada en un silloncito y doblada de dolor.

Un abrazo.
Lamarga

Anónimo dijo...

Ya lo agregue a la bibliografia:

N. Blog “Parque del Ajedrez”, de la escritora cubana Odette Alonso, 8 de diciembre del 2008.

Santiago Martin.

Anónimo dijo...

Odette, usted no publico mi anterior comentario, donde usaba parte de tu texto en mi novela, para pedite autorizacion. Entiendo que no lo pusieras, porque esto es algo que debemos tratar entre nosotros. Yo pudiera haber cambaido las palabras y la redaccion, porque Carilda me lo conto incluso el 25 de septiembre del 2008 en su casa de Tirry 81, peor me gusto tanto como lo scibiste que preferi tomarlo casi textualmente, pedirte permiso , y citarte en la bibliografia como ya lo he hecho.Llamame, por favor.

Santiago Martin.

Odette Alonso dijo...

Santiago, yo vivo en México. Escríbeme a mi correo parquedelajedrez@gmail.com

Escombros Hablaneros dijo...

Me recuerdo que en la azotea de Reina María firmamos una carta y que no conseguimos entregársela a Abel Prieto que era en aquella época presidente de la UNEAC y la dejamos con López Sancha que era el presidente de la sección de literatura y hasta hoy estamos esperando la respuesta.

Unknown dijo...

Querida Odette:

Describes muy bien lo de Matanzas y lo de Santiago; el buen León, que con cariño recuerdo y guardo una foto de él y mía de par de años después.
Yo estaba en el Encuentro de Narradores de Santiago, recuerdo perfectamente cómo se fraguó la carta que, sin duda, era atrevida para aquellos tiempos, y la cual tuve el honor de firmar. Ojalá no haya desaparecido (Heriberto Hernández tiene una copia y también ha tocado este asunto en su blog).Puedo decir, sin nombrar, que algunos de los presentes en el Encuentro tenían un poco de miedo de firmar esa carta de protesta, pero la firmaron al fin.
Carilda... Bueno, actualmente la han resarcido con premios.
Doy fe que sí sacaron a los delegados provinciales del Minint, al menos sé de uno que fue defenestrado por loe hechos de Matanzas.
Muy bueno que hayas recordado esta fecha.

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En cuanto a la poesía y los editores, no nos preocupemos: la poesía es la dama de la pureza, no se prostituye y por eso tiene pocos lectores, pero es positivo que tenga pocos, pero buenos. Por lo demás, el proverbio ruso: "No des margaritas a los cerdos".

Cristina dijo...

A mí me llamó la atención entonces, y ahora de nuevo, que la librería se llamara "El Pensamiento", y que fuera profanada de manera salvaje, sembrando el pánico entre quienes solo tenían la palabra como instrumento para decir sus impresiones, su visión del mundo. ¿Piensan, pensaron, los asaltantes?
¿Qué pensamiento asomará en sus mentes cuando golpean, humillan, desconocen...?