
Fumar es un acto de poder. Poco tiene que alegar alguien que no fume, porque las costumbres y la vida están estructuradas según la prepotente manera de ellos, los fumadores. El mundo todo es su imperio: los restaurantes, las cafeterías, los bares y discotecas, los salones de juntas, las oficinas donde está prohibido, las aulas de las escuelas, los consultorios médicos, la casa de los amigos, la cama conyugal. Y ellos, los dueños de todos los espacios, les hacen una concesión especial a esos pesados que nos la pasamos molestándolos con nuestra aséptica manía y nos regalan un pedacito de sus dominios: las áreas de no fumar.
El fumador es un ser feliz e irresponsable. Sobran los dedos de una mano para contar aquellos que preguntan si molestan al encender un cigarrillo; el otro 99% lo encienden sin consideración alguna, te echa en la cara la primera bocanada y las siguientes, como si se tratara del mismísimo aliento de la divinidad, el cual tendríamos que agradecer conmovidos.
Ah, el humo… Ese también es feliz e irresponsable. Y provocador. Vean como jamás —¡jamás!— el humo de un cigarrillo acomodado en el cenicero o sostenido en una mano se dirige a la nariz del fumador. Con una intencionalidad que pasma, la sinuosa voluta se alarga, coquetona, justo hacia la nariz del que no fuma.
El fumador es un ser feliz e irresponsable. Sobran los dedos de una mano para contar aquellos que preguntan si molestan al encender un cigarrillo; el otro 99% lo encienden sin consideración alguna, te echa en la cara la primera bocanada y las siguientes, como si se tratara del mismísimo aliento de la divinidad, el cual tendríamos que agradecer conmovidos.
Ah, el humo… Ese también es feliz e irresponsable. Y provocador. Vean como jamás —¡jamás!— el humo de un cigarrillo acomodado en el cenicero o sostenido en una mano se dirige a la nariz del fumador. Con una intencionalidad que pasma, la sinuosa voluta se alarga, coquetona, justo hacia la nariz del que no fuma.
En los restaurantes, por ejemplo, el área para fumadores suele ser la más cómoda, aireada, iluminada y elegante, mientras se reserva para los otros el rincón pegado a los baños y la cocina. Pero cuando ellos fuman como alegres chimeneas en sus amplias terrazas y balcones con vista privilegiada, las volutas se desplazan por todo el salón hacia su lugar favorito: el apéndice nasal y el paladar del que no fuma.
Los no fumadores nos hemos pasado la vida besando sus bocas pastosas, impregnándonos con sus olores, haciendo de tripas corazón mientras ellos, alegres como siempre, platicadores, sin prejuicios, apagan sus colillas en la taza donde tomas o el plato en el que comes. Y si les reclamas, te atacarán en manada o te tratarán como a bicho raro que tiene el mal hábito de no fumar.
En cierta ocasión una amiga se indignó cuando un médico le dijo que fumar es una adicción como las drogas o el alcohol. Y el médico, efectivamente, se equivocaba: es peor, porque ningún cocainómano echa sus polvitos en tu nariz y ningún borrachín te clava un embudo en la garganta para llenarte la panza de licor. Y aunque así sea, los fumadores seguirán sintiéndose agredidos con la más mínima restricción porque, a su lógico entender, el respeto al cigarro ajeno es la paz. Y ya se sabe que la paz se fuma en pipa.
Los no fumadores nos hemos pasado la vida besando sus bocas pastosas, impregnándonos con sus olores, haciendo de tripas corazón mientras ellos, alegres como siempre, platicadores, sin prejuicios, apagan sus colillas en la taza donde tomas o el plato en el que comes. Y si les reclamas, te atacarán en manada o te tratarán como a bicho raro que tiene el mal hábito de no fumar.
En cierta ocasión una amiga se indignó cuando un médico le dijo que fumar es una adicción como las drogas o el alcohol. Y el médico, efectivamente, se equivocaba: es peor, porque ningún cocainómano echa sus polvitos en tu nariz y ningún borrachín te clava un embudo en la garganta para llenarte la panza de licor. Y aunque así sea, los fumadores seguirán sintiéndose agredidos con la más mínima restricción porque, a su lógico entender, el respeto al cigarro ajeno es la paz. Y ya se sabe que la paz se fuma en pipa.