La mañana del domingo era espléndida. El sol relumbraba y un vientecillo fresco nos mantenía enfundados en los suéteres y chamarritas ligeras de esta época. Mientras lavaba los trastes del desayuno, escuché el anuncio de mensajes de mi celular y pensé que Movistar había empezado demasiado temprano la jodienda de sus “promociones”. Sonó la alarma una segunda vez y minutos después el timbre del teléfono. En ese instante, antes de levantar el auricular, supe que no se trataba de las boberías cotidianas de mi empresa de telecomunicaciones.
La infausta noticia punzó al mismo tiempo la oreja y la mirada. Fernando lo decía en la pantalla del móvil y Margarita me lo estaba confirmando con su voz rajada: Lichi se había ido. El resto del domingo fue una cascada de cristales rotos. No dejé de acordarme, una y otra vez, del apartamento de la avenida Pacífico donde lo conocí en el 92, de María José chiquita y de las dos ollas, una de frijoles negros y otra de arroz blanco, que cocinaba —yo las vi, no es sólo un mito— para que comieran “algo” quienes lo visitaban cada día, mientras caían fascinados por su locuacidad e ingenio, como moscas en la telaraña.
Todas mis memorias de Lichi tienen que ver con su verbo enjundioso, su honda cubanía, esa manera de ser tremendamente amigo, y con los chistes y ocurrencias que soltaba a manojos. Ahora mismo lo recuerdo, por ejemplo, en una de las salas del Centro Cultural Bella Época, entre los presentadores del libro de otro compatriota. Antes de empezar su intervención prometió tratar de ser breve, pero advirtió que debe tenerse sumo cuidado cuando se le da un micrófono a un cubano, porque se corre el riesgo de que se pase cincuenta años hablando sin parar.
Tres gestos tuvo conmigo —entre tantísimos otros— que hablan de su enorme gentileza. El primero, haberme incluido en la lista de los artistas de la diáspora cubana que cita en su Informe contra mí mismo cuando era apenas una desconocida y recién llegada aprendiz de poeta; el segundo, reproducir en su columna semanal del Milenio algunos fragmentos de un artículo publicado en este Parque del Ajedrez a raíz de la aprobación en España del matrimonio entre personas del mismo sexo; el tercero, confiarme su soneto “Por el barrio chino” para mi Antología de la poesía cubana del exilio:
Huele a semen, de noche, el barrio chino.
Cuatro putas usadas se pasean
por la calle. Dos griegos las desean.
Lleva el chulo camisa azul, de lino.
Una señora grita a su vecino,
de balcón a balcón. Su voz se apaga.
¡Cómo sangra la noche por la llaga
del loco y la borracha y su asesino!
Espías, camajanes, atorrantes
se ofrecen a buen precio como amantes.
“Chinito tú, chinita yo, ¡mi chino!”
La noche es una vieja puta enferma.
La basura se mezcla con la esperma.
“Si no vino a templar, ¿para qué vino?”
A fines de 2003 fuimos parte de los convocados por
“Tú no me visitas, poeta”, me reclamó, con razón, una de las últimas veces que nos vimos, en la fonda
Y aquí nos hemos quedado, Lichi, comiéndonos a bocados —y regurgitándola— esa isla con cuerpo de lagarto que flota en un mar de tamal en cazuela. Hasta que regrese por nosotros
que hermoso, odette... gracias por regalarnos estos fragmentos... llevo dias llorando esta muerte... aunque no lo conoci personalmente, sus libros y videos me acompañan desde hace mucho... se van los mejores, reza una cancion de Pedro Guerra... y que razon tiene...
ResponderEliminarmabel
Gracias Odette!, creo, como tú, que la mejor manera de recordar a Lichi es evocando su enjundiosa vitalidad, su profunda cubanía. Él está ahí, vive en sus palabras, y quién sabe si algún día viene a sentarse con nosotros a la mesa y nos revela algunos de sus secretos para un buen congrí. Un abrazo!
ResponderEliminarSaludos Odette y gracias por este post, sentido y muy bueno para conocer el lado humano de Lichi. Gracias.
ResponderEliminarJC Recio
a él le debo entre muchas cosas, la publicación de mi poema delirio del quijote, que encontró en una gaveta del caimán barbudo, dejado allí por un amigo que dijo quería publicarlo, era muy generoso!
ResponderEliminarQue buena manera de recordar un amigo y de darnos la noticia de la muerte de Lichi con tanta amorosa nostalgia. Que descanse en paz, cuando lo conocí lo adoré, así como quise a su hermano Rapi, tan distinto, igualmente entrañable y recordado.
ResponderEliminarFrancesca
Odette, muy lindo y sentido tu relato, con un final de lujo, porque asi sera. Yo no lo conoci, pero algunos domingos chateabamos por FB, me preguntaba por Elena, y yo le mandaba deseos para que mejorara. Informe contra mi mismo lo lei cuando se publico por los 90, yo vivia en Los Angeles, donde me habia ido supuestamente para alejarme de todo que tuviera que ver con Cuba. Fue al reves, me hice mas cubano que nunca, perdido en esa ciudad. Gracias por esto tan bello que has escrito. Te mando un beso, Manny
ResponderEliminarQué triste y hermoso homenaje. Gracias por tu crónica, que nos trae un pedacito de su alma. Y tu soneto al barrio chino, ¡qué cool!
ResponderEliminarLa partida del poeta convoca poesía, esa que se suelta como un huracán sobre la isla bocado.
ResponderEliminarAbrazos desde Argentina
Mira que coincidencia entre poetas.
ResponderEliminarYo viví en una isla que se hundió para siempre.
Odette Alonso.
Mi patria no es mi patria, se acabo (...)
Eliseo Alberto.
http://halocubano.blogspot.com/
ResponderEliminarLinda despedida.....digna como el alma de Lichi, extrordinario amigo
ResponderEliminaral que nunca permitiremos se vaya de nuestras almas......
Ivan Canas
Genius is born, not paid" la belleza del alma expresada en prosa no muere de muerte natural, por el contrario, se hace inmortal cada vez que se menciona, se lee, se toca, en fin es un movimiento perpetuo, mi madre lo conocio y conpartio su inigualable sentido del humor; esa es la mejor manera de recordarlo, un beso grande mi niña y que la vida siempre te sea leve!!
ResponderEliminarSentido homenaje y muy bien contado. Gracias por ello.
ResponderEliminarSus escritores muertos son quizás lo más valioso que tiene cualquier nación, incluso la cubana, asediada por esa disputa de tumbas desasosegadas de la que ha escrito Rafael Rojas.
ResponderEliminarGracias Odette por compartir la parte de Eliseo Alberto que viviste.
Gracias Odette.
ResponderEliminarHoy me has hecho llorar desde temprano, primero con el articulo de Diario Cubano y luego con este post.
ResponderEliminarQue hermosa manera de despedir y recordar a un buen amigo..
Son los grandes los que se van, aquí nos quedamos los que nos falta mucho por aprender.
Muy seguramente tendrá entretenidisimos a los angeles del cielo.
Un abrazo
Edna
Lo siento mucho. Lo recuerdo con cariño. Un abrazo
ResponderEliminarhermosa imagen de la muerte "como una cascada de cristales rotos".
ResponderEliminarse nos fue uno de los grandes, el de CARACOL BEACH y el primer Premio Alfaguara.
gracias por tus palabras,
DT
Odette:
ResponderEliminarGracias por tu memoria de Lichi, que tanto nos lo recuerda en la niebla del amor fraterno.
Gracias ODette
ResponderEliminarMe alientas, me alimentas.
Un abrazo
Jennie
Odette, gracias por la evocación de nuestro querido Lichy... Yo aún no he podido escribir ni una palabra aunque me lo pidieron de varios periódicos... Cuando me ciega el dolor como ahora se me acaban las palabras y me quedo mudo. Besos. Alberto Lauro
ResponderEliminarLindo homenaje a Lichi. EPD.
ResponderEliminarAlexis Romay
http://belascoainyneptuno.com
HERMOSO, POETA. TIERNA CRÓNICA PA LICHITO.
ResponderEliminarODETTE!!! qué precioso!!
ResponderEliminarno lo conocí a Lichi, pero ya me hiciste extrañarlo.
un abrazo, poeta!
marian pessah
http://radicaldesdelaraiz.blogspot.com/
Despedir a un amigo siempre es muy triste y aunque no lo conocí,así como lo describes es de esas compañías entrañables que uno lamenta que se adelanten.
ResponderEliminarTu mejor homenaje esta frase que pusiste en tu blog para contar tu derrumbe: una cascada de cristales rotos.
Un fuerte abrazo.
Dina
se me apreto el corazon con tu relato sobre Eliseo.
ResponderEliminarOdette, me ha conmovido mucho la noticia, conocí a Lichi a través de Eliseo y vi en él al caballero que era su padre, la última vez lo vi en la Feria de Madrid y me dijo, hola Vigía, qué gusto saludarte y sonreía con la cara entera.
ResponderEliminarLo siento tanto.
Un abrazo.
Muy sentido tu texto sobre Lichi, querida Odette. Me conmovió. Todavía yo no tengo valor para escribir algo sobre él.
ResponderEliminarBesos,
Ale
Maravilla de regalo, estaba esperando pasar unos días para visitarte ...ya en la otra esquina compro el café.....leo y te agradezco...saludos
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