¿Qué pasaría si una de estas tibias mañanas primaverales sintonizara el telediario en lo que cuela la cafetera su tintura y escuchara, no la tantos años esperada, sino esta insólita noticia: “Se hundió en el mar la isla de Cuba”? ¿Qué haría después de caer, desencajada, incrédula, en el sillón de enfrente de la tele? ¿Cambiaría a CNN?, ¿correría al teléfono a marcar el 00 53 7?, ¿me conectaría a internet para tratar confirmarlo?, ¿llamaría a Orlando y a Minerva, a Efraín, a Marlenys, a Mabel?, ¿lo pondría en el Facebook?...
Retomé esa vieja “fantasía” a fines de la semana pasada, cuando Carlos Pascual, el excelentísimo embajador gringo en México, dijo en un foro que “el cambio climático se va a encargar de resolver el problema que Estados Unidos tiene con Cuba, porque en 50 años la isla va a desaparecer bajo el mar”. Agregó que cambiarán los mapas, especialmente de las zonas costeras, por lo que también desaparecerá, por ejemplo, la península de la Florida.
Bien dicen que Natura es sabia: nunca pensé que ese asunto se resolviera de tan perfecta y contundente manera. Ni una orilla ni la otra, ni pa’ ti ni pa’ mí. En dos segundos el señor Pascual vaticinó la solución del “problema cubano”. Ni comuñangas ni gusanos: todos de cabeza para el mismo foso, un acuático círculo infernal en el que tendrán que convivir por toda la eternidad lanzándose consignas e improperios.
Las islas son pedazos de corcho, buques sin ancla. Sólo las une al fondo marino un cordoncito imantado, del ancho de un hilo dental, del que posiblemente puedan zafarse un día y salir a navegar. O voltearse, como rimbaudiano barco ebrio entre las olas. ¿Qué pasaría, entonces, si a consecuencia de la nostradamusiana predicción del señor Pascual, del deshielo de los polos, del aumento del nivel de los océanos, de una serie de maremotos y tsunamis o del peso de la infamia, la isla de Cuba se hundiera en las verdosas aguas del mar Caribe?
¿Qué es Cuba?, me pregunto. ¿Acaso el amor ridículo a la tierra y a la hierba que pisan nuestras plantas, como dijera Martí? ¿Acaso, como cantara Heredia, las palmas, oh, las palmas deliciosas? ¿La bandera de Byrne deshecha en menudos pedazos o una luna tan brillante como aquella que se filtra en la dulzura de la caña? ¿Qué es Cuba: sólo el paisaje, las calles que pisamos, la línea del mar, los edificios que se desploman de abandono?
¿Qué sería de la vida de los sobrevivientes sin esa contraparte? Sin el Hijo de Puta, sin el amigo del alma, sin el pariente chantajista y pedigüeño. Sin nadie a quien recriminar o a quien proteger de las verdades, a quien no mandarle el mensaje o la noticia que “pueda comprometerlo”… ¿Podríamos entonces encontrar nuestro camino, aquel que supuestamente salimos a buscar cuando abandonamos el país? ¿Podríamos librarnos de la culpa de habernos “salvado” por segunda vez?
Si un día oyéramos esa noticia, ¿podríamos ser otra cosa que cubanos? Por ejemplo, gente normal, independiente, que tuviera existencia propia, intereses personales, aspiraciones, sin que pesara de manera tan monstruosa la “traición” a la tierra, sin que dejar la tierra fuera una traición y un anatema. Si supiéramos que no hay ningún lugar al que regresar, ¿entenderíamos, entonces, que la vida es hacia delante, daríamos el siguiente paso?
Recuerdo ahora a quienes me han echado en cara cuánto canso con mi manojo de historias del pasado, cuán absurdas y sin sentido se tornan mis reflexiones acerca de ese presente cubano que no me pertenece, al que no pertenezco, en el que no estoy inserta y que, posiblemente, no alcance a comprender aunque haya vivido allí alguna vez. Recuerdo el comentario reciente de alguien de la isla a quien, cuando le dije que allá la cosa está en candela, respondió: “¿Aquí?, ¿en candela?... No niña, quién te dijo eso, si acaban de dar pollo para menores de 14 años y picadillo ¡de res! al resto de la población…” Recuerdo el malecón desbordado de gente que bailaba con Calle 13 o celebraba apoteósicamente la victoria de Industriales en la serie nacional de béisbol mientras las turbas agredían a las Damas de Blanco en las calles de La Habana más profunda o los encarcelados morían en sus huelgas de hambre —más hambre que la cotidiana— sin que nadie escucharan sus demandas de ser reconocidos oficialmente como presos de conciencia. Recuerdo las sesiones de terapia en las que Celia me decía: “conserva tu centro” y yo hablaba de todo menos de mí. “El equilibrio en tu centro”, insistía ella, y yo me desesperaba sin encontrar un centro que me perteneciera, sin pertenecerme a mí misma.
¿Podríamos seguir adelante sin la esperanza de un tiempo mejor para los nuestros, de una supuesta democracia, de que algún día pudieran vivir como nosotros, sin muchos lujos pero comprando lo elemental en un supermercado donde alcanzara su salario, en vez de esperar y conformarse con lo que “llegue a la bodega”; sin tener que mendigar los tres dólares, los tres trapos y las medicinas que les mandamos “los de afuera”; leyendo u oyendo lo que quisieran y no lo permitido por un gobierno que permite poco o lo obtenido clandestinamente… en dos palabras: siendo personas, ciudadanos de primera?
¿Y si no se hundiera, si simplemente nos dijeran —como acaba de contarme un amigo recién llegado de la isla— que allá no están tan mal, que los sitios donde venden en CUC están llenos de cubanos tomando cerveza, que hay un metrobús con guaguas nuevas, grandes y cómodas, que los centros comerciales no tienen nada que envidiarle a los de acá, que ellos se han acomodado muy bien a robarle al Estado y sobrevivir con sus trampas y triquiñuelas?... Si nos dijeran eso, ¿podríamos acaso seguir adelante o el castigo, el autocastigo y la culpa no terminarán jamás?
Ya sé que peco de inocencia pero si, haciendo un ejercicio de ilusión —ilusionista tal vez—, algunos de nuestros compatriotas fueran honestos y nos dijeran, no en plan de batalla de ideas sino sentados tranquilamente en el patio familiar, que la isla se parece cada vez más a cualquier otro país, con sus miserias y sus riquezas; que ellos están tan bien o tan mal como nosotros en nuestros respectivos lugares y con nuestros respectivos gobernantes; que dejemos de subestimarlos y compadecerlos, de juzgarlos o de justificarlos, que los dejemos ser. Que entendamos de una vez que son felices allí y así, que ésa es la vida que desean y que no quieren ningún cambio; que si algún día estuvieran inconformes, lo resolverían ellos… ¿qué haríamos, entonces, “los de fuera”?
Si, ya sé que hace tiempo, asfixiada por la desesperanza y la impotencia que ese tema nos siembra, prometí no volver a hablar de Cuba. Pero los dolores tan viejos y tan hondos no pueden echarse en una bolsita y tirarlos al mar cual botella que se trague una ballena o mensaje que se pierda para siempre.
querida mia, no puedo evitar que me recorra un temblor cada vez que se habla del asunto... que ya sabes que yo vivo con nostradama. Yo espero no estar viva porque me mataría el dolor... así de simple... espero también que no se la sabiduría natural la que arregle nuestro conflicto. Como soy joven e ingenua, como me acaba de decir una amiga, mantengo viva la esperanza.
ResponderEliminarExcelente entrada, gracias.
Será mejor no hundirnos en el mar, ni "para salvar la gloria que se ha vivido". Y sería terrible por todo lo que humanamente nos provocaría, es como si nos mutilaran algo (amigos, familia, lugares, olores y recuerdos) cierto que el mar todo lo regresa, pero algunos regresos son devastadores.
ResponderEliminarHola Odette..me quito el sombrero
ResponderEliminaraunque no lo uso, ante tus palabras. Estas reflexiones
son muy poderosas. Hay algo en las probabilidades de futuro que marcaría algo así para la isla. Tú, mujer de
grandes intuiciones, has llegado al tema. Hace muchos años, en un sueño vívido, estando yo con mis ojos a una altura que veía la curvatura de la tierra, yo ví a la isla hundirse, como si fuera una persona que se zambuye, da la vuelta con su cuerpo, desaparece debajo de las aguas. Yo escuché el ruido que
produjo su cuerpo cuando se fue. Era algo inmenso, profundo,hueco, como el quejido de un animal. Se lo conté a muchas personas: "Vi a Cuba hundirse". Hace poco regresó el pensamiento y hace como dos semanas puse en mi blog el presentimiento.
El mensaje está velado y añadí otra información: la conmoción de Cuba bajo el mar será el impulso, el chorro del cohete para que Terra, nuestro planeta, se impulse hacia otro lugar en la galaxia. Tremenda
misión la de nuestra isla: como Cristo en cruz por el bien de todos. Tengo un poema donde la beso
y la veo en su visión de movimiento.
Leerte hoy ha sido revelador, impresionante. El otro día en Barnes and Noble, vi en venta el
libro de Isabel Allende: La isla bajo el mar. El título fue una luz de neon para mí y parpadeaba. Ella no escrib►1a sobre Cuba pero ese título
se me quedó como algo que decía: se acerca el momento, y como tú bien dices: "ni pa'ti ni pa mi"
a tus pies,
maya (notradama)
Sabes? creo que la respuesta a toda esa angustia está justamente en la pregunta final de tu comentario. ¿ Y si dejamos de juzgar y compadecer? ¿y si dejamos que ellos decidan qué quieren?Porque de lo que no me cabe la menor duda es de que la gran mayoría de la gente está tan metida en la tarea de sobrevivir día a día que no se cuestionan nada más allá de las molestias que les provocan las miserias cotidianas. Y con cualquier timbal que suene se olvidan de todo hasta nuevo aviso. A los únicos que nos preocupan las damas de blanco y los presos de conciencia es a nosotros.A veces pienso si no me habré estado amargando en balde ¿por qué si nos quitanos de encima a España y también a Batista no nos podemos quitar esto?¿qué lo impide?¿tú crees que cuando "Quien tú sabes" cuelgue los tenis la cosa se va a resolver?¿por qué los que están allá, TODOS, fíjate bien, y no un grupito, no acaban de agarrar el toro por los cuernos?¿qué necesitan?¿un líder carismático a quién seguir?Ahhh, pero es que ya hace muuuuchos años siguieron a uno que mira en qué paró! Sí, me parece que ellos deben resolver su problema y nosotros dejar de sentir culpa, porque de lo contrario el trasplante no habrá servido para maldita la cosa.
ResponderEliminarlo mejor , es que en tu escrito, esta la esperanza,o la respuesta .la isla,es de corcho (gaucho ) o como quieras llamarle al material, del que esta conformada la isla, siempre la hara flotar, a pesar de contenido que la sostenga
ResponderEliminarAy, amiga, Cuba... Poniendo por delante la calidad de tu texto, digo que el dilema ante el que te sitúas, y al que tú misma (¿afortunadamente?) no encuentras solución, no se puede atacar desde la razón pura. Sí, tal vez sea mejor hacerlo desde la imagen, esa razón convenida con nuestra esencia humana. Cuba sumergida en las aguas... En fin, ya están evacuando a los nativos de Tuvalu. Hace unos años escribí un poema a esa isla de pescadores deconstruida por un ajeno acontecer, destejida por unas Moiras extranjeras que no saben pescar... Cuba desaparecida (?) Bueno, siempre nos quedará Lezama, no el municipio vasco, sino aquél isleño y cubano que pesó, midió y bendijo la fuerza redentora de la imagen. "La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la sobrenaturaleza". Es sólo ahí, en la sobrenaturaleza lezamiana, donde puedo seguir habitando a Cuba, esté sobre o bajo la rasante que fije Poseidón para sus dominios. Te abrazo.
ResponderEliminarJorge
Odette: Si sucediera algo así, la Isla navegaría en el mar Caribe, tocaría con Miami y te apuesto, que los cubanos de la Florida le darían un fuerte abrazo y un beso a los de Cuba. Reírian, llorarían y luego todos emprenderían una hermosa fiesta- el pasado atrás- presente, amor, armonía.
ResponderEliminarOdette, ando todavia dandole vueltas y vueltas a tu post en mi cabeza. No estoy lista para comentar mucho mas. Excelente reflexion.
ResponderEliminarUn abrazo,
Vero
Tu post me llevó a recordar una anécdota que viví en la cafetería Kasalta, esa que quedaba a la salida del túnel de 5ta Avenida (¿o era el otro túnel que quedaba tan cerquita de ese? me puede fallar la memoria).
ResponderEliminarUna persona que estaba sentada en la barra pidió un pan con croqueta y la camarera a la que se lo pidió, justo terminaba su turno en la cafetería. Al ver que tanto se demoraba su merienda, el señor increpa a otra muchacha de uniforme que estaba del otro lado del mostrador que sin ningún remordimiento le contestó que él estaba sentado en un lugar que no le correspondía atender. El hombre se levanta, se sienta en otra banqueta y le vuelve a reclamar, a lo que la mujer responde que ella no tiene ninguna orden de pan con croqueta. La paciencia del tipo se agota y a los gritos le pide explicaciones, que por qué si él no tenía la culpa de los horarios de las empleadas, que él lo único que quería era su comida, que quería entender por qué razón no le servían lo que tenía derecho porque lo pagaría. "Ay chico esto es así y no pa'que tú lo entiendas", recibió como respuesta. Y remedando a Carver, así la cuestión quedó zanjada.
Hace un par de años escribí un largo poema -épico, claro que sí, con toda la pasión de mis años, casi los mismos que tú, Odette- en el que hablo de una isla, la nuestra, hundiéndose entre espinas y agua salobre (no salada). Esa imagen la tenemos todos los que pensamos a Cuba. Este post es uno de los más próximos a mis propios pensamientos sobre el tema Cuba hoy. Pero no creo que dejar a los de dentro en paz como están sea la solución (ilusión), más bien creo que ese "déjame en paz que así estoy bien" es no querer ver lo evidente. Mucha gente cuando es avisada del cáncer de un ser querido se enajena, mira para otra parte, se aferra a mil subterfugios para no aceptar un hecho evidente. Y porque sienten mucho miedo. Es lo que sucede: el miedo se ha apoderado de todos, de los que toman cerveza bucanero, de los que se han acomodado a robar A Quien Tú Sabes, de los que se alegran con el pollo (eso será en la capital) hasta 14 años, de los que niegan que no hay desodorante en las tiendas y de los otros, de los que padecen como nosotros, los "de afuera" y nos imaginan y nos reciben y nos miran con un brillo en la mirada que no sabemos muy bien si quiere decir "te envidio" o "sálvame, tú que ya estás a salvo de este miedo". Para mí compadecer es padecer con. Eso es lo que hago, aunque, como tú Odette, lleve por dentro la culpa de no estar, de haberme "salvado".
ResponderEliminarQuerida leyéndote me vino a la mente aquella frase inicial de “Antes que Anochezca” y que es de Martí: Dos Patrias tengo yo, Cuba y la noche. Y las dos me son imprescindibles.
ResponderEliminarTe quiero
CORAZÓN MÍO
ResponderEliminarSI CUBA SE HUNDIERA EN EL MAR, YA SABRÁ YEMAYÁ POQUE LA HUNDE....YA SABRÁ LA DUEÑA DE LOS MARES DE ESTE Y OTROS MUNDOS EL DESIGNIO DE SUS ENAGUAS .....
BESOS
TU SIEMPRE
ALINA
Seremos mil gaviotas más que vuelan sobre el mar (lo dijo Mike Porcel, pero no se me ocurrió nada mejor que su texto).
ResponderEliminarUn beso muy grandeeeee!!!!!
Brillante incursión de lo poético, y una reflexión esclarecedora para quienes miramos el asununto desde otra vida...
ResponderEliminarHace rato nos prometen cosas de ese estilo y, henos aqui, escuchandolos aun. Tanto da el cantaro a la funte hasta que se rompe y seguramente un dia llegaran esas catastrofes. Esperemos no estar, de todas maneras quién lo contara ? Besos.
ResponderEliminarla bromita estuvo pesada y desubicada para un "diplomático", de acuerdo, pero esa teoría cada día se acerca más a una posible catastorrealidad. y entretanto leía este estupendo ensayito de OA pensaba cómo me perturbaría tal chapoteo final del caimán y me espanté cuando sentí que me inclinaba más a lamentar la pérdida de la península que lo apunta desde el norte. ja, cosas de la vida, o de pasarse más tiempo de una vida arriba que abajo, quién sabe, pero al fin... lo que quería decir es que esta cajita de pandora cubiche que has echado al aire esta semana explica muy bien el enredo. nuestro enredo. ese el cual no aparenta tener desenlace tranquilito. por eso lo del chapoteo como que...
ResponderEliminarMe gustó mucho, lo leí con el mismo interés que siempre leo tu Parque y tus hermosas poesías. Pero ya no opino, al menos con vehemencia, llega un momento en el que el pecho es vaciado con una espátula, desilusión y agotamiento se conjuran para reclamar ese espacio de vida interior que por décadas ha sido ocupado por la fuerza de la agonía.
ResponderEliminarSi Cuba se hundiera geográficamente, surgirían otras islas donde alguien se atribuiría el derecho de priorizar la extracción de petróleo antes que descubrir, en sus profundidades marinas, los vestigios de otras civilizaciones que de algún modo aleccionarían al comportamiento irracional humano.
Nuestro Mundo... quizás sea la granja de George Orwell... aunque prefiero imaginar que el momento del que habla Maya será la pauta para un nuevo renacimiento.
Ay mija, en eso está hace tiempo.
ResponderEliminarno es que cuba se hundió en el mar, en algún mar hace ya tiempo? no?
ResponderEliminaray poeta, cuba no se puede hundir en el mar porque hay muchos, miles reflotándola, llevándola a cuestas. me lo llevo con tu permiso, un abrazo sonia
"La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la sobrenaturaleza". Gracias a Jorge por esa cita de Lezama que embelesa... Sola la poesía nos permite salvar el abismo... y realizar el milagro de la supervivencia en medio de tanta adversidad. El embajador gringo por supuesto que jamás ha sido cubano... la cubanía se define por la lengua, nuestra expresión, que es el resumen vivo de toda memoria histórica. Pero no te mortifiques mujer por esa lejanía que es más mental que real. Finalmente, vanitas vanitatis... todo pasa, incluso que la Isla de corcho se hunda en el golfo... algo mucho más remoto no obstante que inmediato, al menos no tanto como las aguas infectadas por los dinosaurios que brotan en forma líquida de las entrañas de Gaia, gracias al inegenio de los humanos atrapados en sus enredos telúricos y cósmicos. O cómicos... la raza cómica, acabó por dictaminar Vasconcelos... En medio de nuestra comicidad cósmica, y enfrentándonos resueltamente a los dinosaurios vivientes, oremus y actuemos. Yo siempre creeré en los milagros, es decir, en la POESÍA...
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