Dos vidas tengo —círculo dentro de círculo—; ambas iniciadas bajo la líquida catarata que brota del cántaro del Aguador. Una desde aquel 23 de enero en que rompió mis pupilas la deslumbrante luz de Santiago de Cuba; la otra a partir del 10 de febrero de 1992, cuando el avión se elevó sobre La Habana como una baratija y fue dejando la isla cada vez más atrás. Las palmas diminutas, los campos sin cultivo, el mar...
Eso pensaba el miércoles pasado mientras cumplía dieciocho años fuera de Cuba. La mayoría de edad como inmigrante, al decir de mi hermano y compañero de viaje Agustín Labrada. Él lo recordaba mejor —con esa memoria prodigiosa—, en una linda carta que me envió ese día —cual novio eterno— al buzón de la oficina:
“Salimos del aeropuerto de Cancún. Nos esperan Alexis Núñez Oliva, su novia Marisol, la hermana de Marisol, Darsi… en una camioneta que usa la charanga Van Van para esta temporada de actuaciones en la discoteca Azúcar. […] En el hotel Caribe, Tico ha preparado una deliciosa comida. […] Todo es alegría, aunque con un trasfondo de incertidumbre. Sueños y planes con La Habana aún en la respiración. […] Anochece, y vamos a la Zona Hotelera, a la pizzería de Armando, un cubano que “rumia su nostalgia” de exiliado desde que abandonó la isla en 1962. Tico y yo probamos por primera vez los camarones. Marisol pide que no lloremos. Nadie sabe qué pasará, pensamos que seremos eternamente jóvenes mientras cantamos y el mar estalla con furia contra los hoteles.”
Yo había pasado la noche anterior rompiendo papeles, regalando ropa, libros, el ventilador de aspas rusas sostenido ingeniosamente sobre una tapa de olla de presión, adornos, boberías. No se salvaron ni las cartas escritas de puño y letra, con tinta roja simulando el encausto —o la sangre—, en aquellas amarillentas hojas tamaño oficio, que yo, siempre transmutándome, firmé como Gabriel Puente.
Tal vez no lo sabía entonces claramente, pero una etapa de mi vida se cerraba, círculo dentro de círculo. Ya nada sería igual y eso era bueno. Porque además de ser un empeño imposible, ¿quién, en sus cinco sentidos, querría que las cosas permanecieran siempre en el mismo punto? Un universo de posibilidades se abría ante nosotros y era fascinante. Desde los siete colores y el calorcito de la laguna de Bacalar hasta el modo de ser, de bromear, de comer o de hablar de nuestros anfitriones, a veces inesperada e incomprensiblemente distintos. Era un renacimiento. Otra oportunidad de ser felices, con todo y los inconvenientes o readaptaciones que esa novedad acarreara. Incluida la nostalgia.
“Eres una cabrona enciclopedia de lo triste”, me ha dicho Valia hace unos días y me dejó pensando. ¿Por qué sentir que es triste el pasado si nos heredó tantas alegrías que cada vez podemos repasar? Esas evocaciones no necesariamente convocan al llanto: muchas veces volvemos a reír y a palpitar; muchas otras nos alumbran reflexiones que antes se escapaban o veíamos de distinto modo.
“Hay que recordar para no errar”, dijo Omar Mederos lleno de sabiduría —como buen viejo diablo— en los comentarios de la semana pasada. Y ésa ha sido una de las intenciones de este virtual Parque del Ajedrez, una de las tantas: registrar cómo vivimos los isleños ese período llamado Revolución Cubana en los hogares, en las andanzas domésticas cotidianas, más allá —o más acá— del heroísmo, el grito público y la propaganda gubernamental. Hacerlo como testimonio histórico, incluso como denuncia, más que como lamento o queja irresoluble. Aunque parezca —y resulte— labor bizantina tratar de explicarle esos detalles a quienes no lo vivieron.
Varias personas reafirmaron en estos días de celebraciones el dolor de las pérdidas a las que fuimos “forzados”: salir huyendo, desbocados, del país invivible del que en el fondo no queríamos irnos, recalar donde pudimos, donde nos dieron chance y no emigrar como una decisión pensada y deseada… Otros insistieron en que, por esas circunstancias, parte del alma, o el alma entera, se había quedado en Cuba. Y no; hay senderos que pueden confundirme, memorias que duelen, pero una cosa tengo clara: Cuba no me ha robado el alma —y pongo mi mano encima del corazón… qué costumbre—; mi alma está donde sólo puede estar: dentro de mí. Y la ocupan, la inquietan, la alegran o la afligen miles de asuntos de otro tono, banderas de todos los colores, olores de mil latitudes, anhelos y esperanzas… Cuba sólo algunas veces.
Con frecuencia los humanos —esencialmente inconformes— solemos preguntarnos qué cambiaríamos para modificar lo pasado. Nada, es mi respuesta. Ni lo más triste ni lo más duro. Ni los besos que no di, ni lo que di en demasía. Porque un mínimo desliz trocaría lo que aconteció después. Y porque no hay que corregir el rumbo: el rumbo es sólo uno y siempre es el correcto, por doloroso o injusto que pueda parecer a ratos. Nada podremos hacer para evitar lo que en él acontecerá ni para que suceda lo que no corresponde.
Eso iba pensando mientras bajaba la escalera del metro Universidad y, al levantar la vista, la acrtiz Bárbara Mori me miraba desde el autobús en el que anuncia toallas sanitarias. Tenía el índice levantado. No se imagina uno quién ni dónde le confirmará las certezas. “Uno, sí”, le dije cual si le hablara. Sólo hay que seguir andando, dejarse llevar. Como estas vidas mías en signo de aire, balanceándose al viento cual barquita en alta mar. Marcadas por la luz —y por las sombras— de Acuario.
porque al final, como bien explica el budismo, esta cosa de estar por aquí, no puede asemejarse a ninguna otra energía natural como lo hace a la corriente de un río. Es un río que nos lleva, dice Sampedro. Y nos hacemos los que timoneamos, los del libro albedrío, pero es todo mentira... es la corriente, mi dulce Odette, la corriente...
ResponderEliminarY allá el que no sepa vivir con sus tristezas. Me hablaba alguien hace poco de un ex monje, llamado Thomas Moore, quien ha fundamentado, que la tristeza es uno de los generadores de producción mas eficaces.
Abrazo fuerte, hermosa...
Me gusta eso de no hay que cambiar anda porque entonces alteraríamos el futuro…y quizás no saldríamos nunca de Cuba. ¡Qué cierto! Muakisses desde Taos y que disfruten la Feria…
ResponderEliminarVeo el exilio como un ejercicio diario de sobrevivencia y desprendimiento de la materialidad, pero que espiritualmente no he conseguido resolver dentro de lo que llamas pasado. Gracias por esos consejos.
ResponderEliminarAy, amiga, puede que resulte un poco aburrido estar de acuerdo en casi todo con alguien, sobre todo para los cubanos, que somos grandes "discutidores"; pero la realidad es que firmaría los últimos párrafos de tu escrito sin ninguna cautela. Nací un mes antes que tú, emigré unos meses después que tú, y comparto contigo un exilio genitor, aunque vivido en y desde los polos de la hispanidad, en este mundo que cada vez me parece más pequeño; y a ratos, sólo a ratos, más redondo. A ver si va a ser verdad aquello que apuntó Jorge Guillén acerca de la factura del mundo cuando dijo: "el mundo está bien hecho". Bueno, no sé si estoy hoy demasiado optimista, o si es que, por suerte o por desgracia, nos reconforta encontrar un ámbito de simetría para algunas ideas incómodas. Yo cada vez me siento menos identificado con el narcisismo nacionalista que tanto daño nos ha hecho. Gracias por tu texto, guapa. Te abrazo.
ResponderEliminarJorge
Uno es un poco el estado de animo con el que amanece y créeme, cuando el circulo se cierra y no ves que vayas a empezar otro, dentro de este, todo te pone triste. Por suerte los tenemos a ustedes, los que tiene el don del verbo (como una vez me dijo mi hijo Rodrigo). Y no porque este especialmente feliz, pero tu "juego de hoy" fue MUY estimulante para mi... Gracias!!! Entonces puedo inferir que sigo en el camino correcto????
ResponderEliminarSI, mucha razón tienes; en un final éramos felices y no lo sabíamos, no hay que recordarlo con dolor... Un abrazo.
Excelente y entranable texto, amiga Odette, y me agrada tanto, además verte en la foto con Minerva Salado, amiga mia de los anos setenta, imaginate. Espero por tu novela, aun no la he visto ni leido. Saludos, Josán.
ResponderEliminarPues si mi Odette. Asi mismitico es!Palante, que es palla', como dicen en Venezuela. Mis quieros de siempre, hoy humedecidos por esta lluvia invernal y loca que trae trastornada a Mexico,nuestra querida ciudad.
ResponderEliminarOmar Mederos
Muy emotivo, muy personal, muy sugerente, muy humano. Los epítetos aplican tanto a la nueva entrada del blog como al blog mismo. Precisamente esta tarde en la pausa de una reunión de trabajo, donde la planificación imperativamente debe combinarse con la reflexión sobre las particularidades del mundo en el que vivimos, comentábamos, a raíz del recién finalizado proceso electoral en mi país, sobre Cuba y la revolución. Fue muy interesante que un castrista trasnochado, que recién regresó de Cuba, reconociera que uno es el mundo de la propaganda externa y del eterno adoctrinamiento interno, y otra la realidad de los seres humanos que no forman parte de la élite "revolucionaria" y que cada día se las ingenian para sobrevivir en un mundo de economía paralela, donde todo es válido. Parte de esa realidad es la que he venido conociendo en el Parque del Ajedrez y en muchos de los comentarios del fb de Odette. En un plano más vivencial, qué mejor que apelar a nuestra historia personal cuando a veces nos falta combustible para continuar transitando por el sendero de la vida, porque esas "evocaciones no necesariamente convocan al llanto: muchas veces volvemos a reír y a palpitar; muchas otras nos alumbran reflexiones que antes se escapaban o veíamos de distinto modo." El pasado no lo podemos cambiar, pero sí sacar muchas enseñanzas que nos guíen en la añorada senda de la construcción de una sociedad más justa, solidaria y LIBRE.
ResponderEliminarahh, la inconformidad!! si no fuera por ella muy poco hubiera sucedido a travez de las historia; ser inconforme te obliga a forzar el horizonte y llegar mas lejos que los sueños, en fin llegar a ese siempre proximo paso que nos lleva a donde queremos o tal vez no queremos llegar.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este fragmento, por lo poetico y filosofico que me parece, si me permites usare esa cita (claro dandote los creditos). Saludos de un Santiaguero.
ResponderEliminarCon frecuencia los humanos —esencialmente inconformes— solemos preguntarnos qué cambiaríamos para modificar lo pasado. Nada, es mi respuesta. Ni lo más triste ni lo más duro. Ni los besos que no di, ni lo que di en demasía. Porque un mínimo desliz trocaría lo que aconteció después. Y porque no hay que corregir el rumbo: el rumbo es sólo uno y siempre es el correcto, por doloroso o injusto que pueda parecer a ratos. Nada podremos hacer para evitar lo que en él acontecerá ni para que suceda lo que no corresponde.