(tomada de Proyecto Siguapate)
A Patty y Amanda
Estoy sentada en la esquina del cuarto. Entre la mesa de noche y la pared; detrás del baúl de la ropa sucia. Con las piernas recogidas. Llevo ahí más de una semana. Aunque despierte y me bañe, aunque me unte cremas en la cara y me rocíe esa colonia, aunque me cuelgue al hombro la bolsa y camine hasta el metro, aunque me pase el día en la oficina, conteste mailes, envíe boletines y chatee. Aunque haga mi “vida normal”, realmente estoy ovillada en el último rincón de la casa como si me maniatara una camisa de fuerza. Con los dientes apretados. Muda. Impotente.
Pensando en cómo se despabila, de pronto, ese amor que dormimos, ocultamos, disimulamos o simplemente no conocemos por la patria, por la nación, por esa tierra en la que abrimos los ojos, caminamos, crecemos, hacemos… Un golpe a esa noción llamada país puede descalabrarnos de una manera imposible de explicar y a veces, de comprender. En estos días en que el pueblo de Honduras vive en la incertidumbre, mi dolor es tan profundo, el miedo tan grande, que a veces siento que han despertado, en éste, otros dolores y miedos que alguna vez no dejé aflorar, inmersa en los preparativos ante la inminencia del peligro propio.
Entonces me veo cavando trincheras en las lomas de Quintero; oteando al horizonte donde aparecerían los cañoneros yanquis; vigilando el espacio aéreo en el que irrumpirían los aviones “americanos”; formando parte de un batallón de zapadores o aprendiendo a tirar estrellas ninjas en el campo deportivo de la Normal de Santiago como parte de los absurdos entrenamientos dominicales de las MTT [Milicias de Tropas Territoriales]; armando y desarmando fusiles rusos en las clases militares de la universidad; creyendo que “cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”.
Siempre vivimos en guerra y siempre fueron falsas alarmas, jugueteos con los que entretenernos el hambre, estrategias de “unidad nacional” que venían requetebién cuando algunos “grupúsculos” empezaban a inquietarse y revolverse. Modos de aplastar la rebeldía nacional ante el deber de defender la patria del “enemigo externo” para que no viéramos el interno.
Hace un mes caminaba por las calles de Tegucigalpa confirmando, una vez más, cuánto se parecen a ratos a las de Centro Habana o algunos barrios santiagueros. Respirando en aquel aire una esencia común. Les presenté mi novela y mis poemas a un grupo de mujeres empeñadas y comprometidas en las luchas cotidianas: la violencia familiar, las carencias económicas, la inestabilidad laboral, la igualdad de derechos y oportunidades, el respaldo a la cultura y el arte, la formación de las nuevas generaciones en una sociedad menos violenta, más humana. Y nos reímos y nos confesamos dolores y compartimos planes y tomamos guífiti y cerveza Port Royal.
Nadie vislumbraba entonces lo que pasó un mes después; esta guerra que sí es de verdad. Porque ahí está el pueblo —aun dividido en los bandos que sea— abogando por su propio destino. Cosa que nunca hicimos los cubanos; al menos desde que tengo eso que llaman “uso de razón”. A nosotros nos convocaban a gritar obligatoriamente contra el imperialismo, pero nunca a alzar la voz contra las cosas que pasaban en nuestro país, aunque lo viéramos caerse a pedazos.
Sólo una vez, a principios de agosto de 1994, hartos de un período especial que los llevaba a extremos invivibles, población de Centro Habana salió a las calles a pedir, más que libertad, comida y luz, y se armó un mitin espontáneo en los alrededores del hotel Deauville. Los grupos de choque del Contingente Blas Roca reprimieron la protesta a golpe de cabillazos. Civiles contra civiles, para que pareciera una simple reyerta de barrio, “cosa de negros”. Dicen que el grito de “Abajo Fidel, abajo Fidel”, inmediatamente fue sustituido por “Fidel, Fidel, Fidel” y cuando el vitoreado llegó a la escena del crimen, ya todo estaba “bajo control”.
El habanazo le llamaron; lógicamente fuera de Cuba, porque en la isla los medios no difundieron la noticia. A diez cuadras no se sabía qué pasaba más que de boca en boca. Más allá de las diez cuadras, sólo un rumor. En el resto del país no se supo nunca.
Ahora, década y media después, las únicas que se atreven a desafiar el miedo son las Damas de Blanco, madres, esposas e hijas de presos políticos, que se manifiestan pacíficamente, con una flor en la mano, pidiendo que no se deje morir a sus familiares de hambre, insalubridad y desamparo en las cárceles. Ellas también tienen que aguantar las agresiones del “pueblo enardecido”, es decir, los grupos de choque, brigadas de respuesta rápida que el gobierno envía a patearlas y escupirles.
“Tenés que hacer las paces con Cuba”, me dijo Amanda hace un mes, mientra caminaba por Tegucigalpa creyendo poder alcanzar los cerros con las manos, de tan cerquita que están. “Dejá de verla como la madre que no te quiso y te regaló; la que te echó de su seno por ser quien sos y buscarte un discurso que no fuera el manoseado”.
Ahora que veo su patria rota, como la mía, me hago un ovillo en el rincón del cuarto. ¿Cómo haremos, Amanda, repúblicas distintas, comunidades realmente democráticas? ¿Será posible que ese sueño no termine en pesadilla una vez y otra vez y otra vez?
A Patty y Amanda
A mis amigas hondureñas
Estoy sentada en la esquina del cuarto. Entre la mesa de noche y la pared; detrás del baúl de la ropa sucia. Con las piernas recogidas. Llevo ahí más de una semana. Aunque despierte y me bañe, aunque me unte cremas en la cara y me rocíe esa colonia, aunque me cuelgue al hombro la bolsa y camine hasta el metro, aunque me pase el día en la oficina, conteste mailes, envíe boletines y chatee. Aunque haga mi “vida normal”, realmente estoy ovillada en el último rincón de la casa como si me maniatara una camisa de fuerza. Con los dientes apretados. Muda. Impotente.
Pensando en cómo se despabila, de pronto, ese amor que dormimos, ocultamos, disimulamos o simplemente no conocemos por la patria, por la nación, por esa tierra en la que abrimos los ojos, caminamos, crecemos, hacemos… Un golpe a esa noción llamada país puede descalabrarnos de una manera imposible de explicar y a veces, de comprender. En estos días en que el pueblo de Honduras vive en la incertidumbre, mi dolor es tan profundo, el miedo tan grande, que a veces siento que han despertado, en éste, otros dolores y miedos que alguna vez no dejé aflorar, inmersa en los preparativos ante la inminencia del peligro propio.
Entonces me veo cavando trincheras en las lomas de Quintero; oteando al horizonte donde aparecerían los cañoneros yanquis; vigilando el espacio aéreo en el que irrumpirían los aviones “americanos”; formando parte de un batallón de zapadores o aprendiendo a tirar estrellas ninjas en el campo deportivo de la Normal de Santiago como parte de los absurdos entrenamientos dominicales de las MTT [Milicias de Tropas Territoriales]; armando y desarmando fusiles rusos en las clases militares de la universidad; creyendo que “cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”.
Siempre vivimos en guerra y siempre fueron falsas alarmas, jugueteos con los que entretenernos el hambre, estrategias de “unidad nacional” que venían requetebién cuando algunos “grupúsculos” empezaban a inquietarse y revolverse. Modos de aplastar la rebeldía nacional ante el deber de defender la patria del “enemigo externo” para que no viéramos el interno.
Hace un mes caminaba por las calles de Tegucigalpa confirmando, una vez más, cuánto se parecen a ratos a las de Centro Habana o algunos barrios santiagueros. Respirando en aquel aire una esencia común. Les presenté mi novela y mis poemas a un grupo de mujeres empeñadas y comprometidas en las luchas cotidianas: la violencia familiar, las carencias económicas, la inestabilidad laboral, la igualdad de derechos y oportunidades, el respaldo a la cultura y el arte, la formación de las nuevas generaciones en una sociedad menos violenta, más humana. Y nos reímos y nos confesamos dolores y compartimos planes y tomamos guífiti y cerveza Port Royal.
Nadie vislumbraba entonces lo que pasó un mes después; esta guerra que sí es de verdad. Porque ahí está el pueblo —aun dividido en los bandos que sea— abogando por su propio destino. Cosa que nunca hicimos los cubanos; al menos desde que tengo eso que llaman “uso de razón”. A nosotros nos convocaban a gritar obligatoriamente contra el imperialismo, pero nunca a alzar la voz contra las cosas que pasaban en nuestro país, aunque lo viéramos caerse a pedazos.
Sólo una vez, a principios de agosto de 1994, hartos de un período especial que los llevaba a extremos invivibles, población de Centro Habana salió a las calles a pedir, más que libertad, comida y luz, y se armó un mitin espontáneo en los alrededores del hotel Deauville. Los grupos de choque del Contingente Blas Roca reprimieron la protesta a golpe de cabillazos. Civiles contra civiles, para que pareciera una simple reyerta de barrio, “cosa de negros”. Dicen que el grito de “Abajo Fidel, abajo Fidel”, inmediatamente fue sustituido por “Fidel, Fidel, Fidel” y cuando el vitoreado llegó a la escena del crimen, ya todo estaba “bajo control”.
El habanazo le llamaron; lógicamente fuera de Cuba, porque en la isla los medios no difundieron la noticia. A diez cuadras no se sabía qué pasaba más que de boca en boca. Más allá de las diez cuadras, sólo un rumor. En el resto del país no se supo nunca.
Ahora, década y media después, las únicas que se atreven a desafiar el miedo son las Damas de Blanco, madres, esposas e hijas de presos políticos, que se manifiestan pacíficamente, con una flor en la mano, pidiendo que no se deje morir a sus familiares de hambre, insalubridad y desamparo en las cárceles. Ellas también tienen que aguantar las agresiones del “pueblo enardecido”, es decir, los grupos de choque, brigadas de respuesta rápida que el gobierno envía a patearlas y escupirles.
“Tenés que hacer las paces con Cuba”, me dijo Amanda hace un mes, mientra caminaba por Tegucigalpa creyendo poder alcanzar los cerros con las manos, de tan cerquita que están. “Dejá de verla como la madre que no te quiso y te regaló; la que te echó de su seno por ser quien sos y buscarte un discurso que no fuera el manoseado”.
Ahora que veo su patria rota, como la mía, me hago un ovillo en el rincón del cuarto. ¿Cómo haremos, Amanda, repúblicas distintas, comunidades realmente democráticas? ¿Será posible que ese sueño no termine en pesadilla una vez y otra vez y otra vez?
Extraordinariamente doloroso tu artículo de hoy, cara Odette, por más de una razón...
ResponderEliminarSeguimos esperando los acontecimientos...
Un beso,
Alesso
Y todo lo tuyo tiene que ser misoginia a la inversa. ¿Por qué dedicas este trabajo sólo a las mujeres? ¿Es que en Honduras no hay hombres? Esa visión tuya, Odette, de que el mundo es sólo de mujeres es tan patológica como la homofobia. Tú, haces lo mismo. Me da asco esa visión fanática. Por eso, raramente entro aquí. Mi mundo es mixto, porque no nací de dos mujeres o de dos hombres, sino de un padre y de una madre. No podemos cambiar a la naturaleza. Y tu punto, solamente de mujeres, es tan chocante como fascista. El mundo, no tan sabia Odette, tiene también hombres.
ResponderEliminarMi querida odette, ni que decirte tengo que este comentario que antecede al mio, es fruto de un ignorante patologico (pa usar su vocabulario) pero no le demos vida, que eso es lo que quiere... a las amigas de Honduras, que eso es lo que tienes y si hubieran hombres en el grupo desde luego los mencionarias en tu dedicatoria, las saludo desde tu blog, pensando en ellas como estoy desde que ha pasado todo esto. En nuestro primer viaje a Honduras, el que hicimos por nuestras amigas y con nuestras amigas de tantos sitios, nunca pudimos siquiera intuir algo como esto. Recuerdo a Daniela, una antropologa amiga de Amanda, que nos decia que el pueblo vivia "en pausa" como si fuera una maquina de reproducir videos y que eso se debia a la mala alimentacion de los primeros años de edad... tanto he recordado a Daniela y su teoria de la pausa en estos dias, que de seguro se hya reformulado... Desde tu pagina despliego toda mi admiracion sin limites para este pueblo que ha soltado marras y a riesgo de muerte ha salido a defender lo poco que tiene y esta a punto de serle arrebatado.
ResponderEliminarGracias a ti, hermosa amiga, por ser la voz, desde tu esquina ovillada, de todos los que estamos siguiendo en silencio y con rubor estos acontencimientos... mucho amor para las amigas de Honduras y para esos hombres magnificos que no tuvimos oportunidad de conocer en nuestro viaje, pero que sin duda estan alli, dando todo lo que otras ratas nunca supieron darle a su pais y andan ahora haciendose los guapos y gritando en los blogs ajenos sin dar la cara...
gracias,
m
Odette, lo que sucede en nuestras "dolorosas repúblicas de América" creo que es un mal congénito, tiene que ver con la forma en que vinimos al mundo: estamos programados. Me gustaría poder decir otra cosa, pero en mi más de medio siglo de vida no he observado nada, en ninguno de nuestros países, que me haga suponer una mejoría. Terrible. En cuanto al pendejo del comentario, ya sabes...a palabras necias... Normy.
ResponderEliminarAy, amiga, no sé si abrir a tu texto todas las puertas que quiere atravesar. Te comprendo perfectamente, pero ahora no debo, no puedo, acompañarte en tu ovillo. Es muy cierto que la patria llega a veces por los caminos menos previsibles, y tu texto puede atravesarme, fulminarme, si me entretengo. Así que lo gozo desde una colina literaria y me cierro a sus dimensiones más peligrosas. Ay, nuestros jóvenes países de América... Cuánto incauto acné y cuánto venenoso pus faltará por padecer todavía.
ResponderEliminarUn besote, guapa.
Jorge
Amiguita, welcome back! ya estaba extrañando pasearme por el parque. Y desovíllate, cuatita. Yo casi siento envidia cuando veo la relación que muchas personas tienen con esa entidad distante y, (al menos para mí, casi metafísica) llamada "la patria", que hasta la comparan con una madre...
ResponderEliminarSólo puedo decirte gracias.
ResponderEliminarAunque es difícil hablar con una sombra, con alguien que (como la gatica de María Ramos) tira la piedra y esconde la mano, quiero decirle al Anónimo del segundo comentario que es evidente que no frecuenta este blog, porque si hubiera bajado el cursor un poquitito, se habría encontrado con el texto anterior, dedicado precisamente a los "hombres de mi vida".
ResponderEliminarY decirle que dediqué el texto a mis amigas hondureñas porque, en primer lugar, yo dedico mis textos a quien quiera; en segundo, porque si lo hubiera leído se habría dado cuenta del grupo de amigas de que hablo, con las que estuve el mes pasado en Tegucigalpa.
cuanta razon tienes querida, pero por lo menos tu has hecho bastante para combatir esa sociedad corrupta y prostituida, yo , solo pense como candido y espere paciante el momento de volar la valla, dicendome: dolor no eres un mal, ya pasaras" sin hacer un carajo por enfrentar a los arrivistas y oportunistas que anegaban la vida cotidiana en nuestro santiago y por mayaria en nuestra isla; tambien pense que los tiempos de los tiranuelos en america latina estaba en descenso, ya veo cuan equivocado estaba, en fin amiga ,que la sombra del recurso del metodo nos perseguira per secula, seculolum.
ResponderEliminarExcelente crónica de una de las mejores poetas que poco a poco se cree(con sobradas razones) cronista.
ResponderEliminarUn saludo para ti, mi Odette querida. También para todas tus amigas. Y para todos los mundos posibles: de sólo mujeres, de sólo hombres, de mujeres y hombres, menos de ignorancia. Un beso.
Odette querida después de tantos años de exilio, incluyendo el idioma (tuve que aprender portugués), me recordé de una conversación que tuve con Raúl Rivero en la bodeguita del Medio y escribí un artículo llamado "TRES MOJITOS Y UN BOLERO, POR FAVOR" que publiqué en www.escombroshablaneros.blogspot.com en abril de este año. Termino él diciendo que el idioma es la patria que nunca te abandona, es ahí donde tenemos que refugiarnos, guardar el tiempo necesario nuestros dolores para después arrojarlos en palabras, estoy y estaré siempre a tu lado. Abrazoooos Azuquita
ResponderEliminarQuerida Odette, muchas gracias por esas reflexiones. Nosotras que estamos acá en resistencia, así nos llamamos feministas en resistencia y en este proceso nos han acompañado activamente las compañeras de la red de escritoras feministas, te puedo decir que nuestra matria si está dividida, polarizada, pero nosotras estamos acá, sin miedo, resistiendo, actuando, cantando en las calles, haciendo rituales. Estamos acá y eso nos da fuerza, espero que esa fuerza te llegue a vos también. Un abrazo
ResponderEliminarJessica
Mi preciosa Odette, preciosa... tus palabras calan casi como las fotografías, como los rumores lejanos de justas quejas acalladas... me doliste y te lo agradezco; agradezco tus palabras, tu sencillez y solidaridad, tu sensibilidad e indignación, tu escritura desperezada, siempre.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, fuerte
Artemisa
Querida Odette, bien por el Parque, ya lo estaba extrañando, este vino bien sentido.
ResponderEliminarEn cuanto a Honduras, a mi me dió por lucubrar otras cosas, primero llamar a las cosas como son, esto es un Golpe, amén de que te guste el tipo o no, no confundir la paja con el trigo, no hay que dejarse confundir, con que si esto o aquello, hay que condenarlo ahora que está caliente y por supuesto no desmayar con lo otro, pero no ligar porque en el fondo el que no está claro, el que no conoce la historia de nuestras repiblicas se confunde. Las cosas en su sitio, mirarlas, decirlas por separado, porque eso es lo que buscan todos los que estan detras de cada golpe que se liguen y se justifiquen estas canalladas, que de esta manera ellos no son tan crueles, son menos pecadores, y el resto dirá: pero no les quedaba más remedio, y ya caemos en su juego de justificar lo injustificable. Que si Chavez o el Ortega, que si Cuba, no viene al caso, traerlo y convoyarlo, repito, es hacerle el juego de la confusión, nada justifica los golpes, darle una pequeña razón es darle comida y aceptar a todo aquel que no le guste algo y tenga poder o sea money para inventar su golpecito.
Es como lo veo, le noté las costuras desde el primer momento y ví como todo la derecha de estos paises que está al acecho -en el termino de dinosaurios- justificó, ojo en el anteojo, en peldaño y o en la escalera...
Querida Odette:
ResponderEliminarSiento que lo estés pasando mal, sobre todo por la cercanía sentimental y geográfica que tienes con ese pequeño y cercano país.
Permíteme una pregunta: por qué casi todos los latinoamericanos que llegan al poder, elegidos democráticamente, quieren perpetuarse en ese sillón? Quizás parezca inocente o boba la pregunta, sobre todo porque sabemos la respuesta, pero uno ya está harto de tanto oportunismo y abusos de poder, vengan de donde vengan. Que quede claro que estoy en contra de todo proceso que por la fuerza quiere imponerse en cualquier sociedad. Es terrible.
Besitos y ánimos desde Madrid.
Lázaro.
Gracias Odette por este comentario. Maravilloso retrato de un país "en pie de guerra" durante 50 años. Solo los que tuvimos (que alivio poder usar el verbo en pretérito!!!) la experiencia que narras podemos sentir las náuseas por un gobierno y un sistema tan dependiente de un "enemigo". Esa dependencia vital la explica Todorov con su genialidad en “El hombre desplazado”... Por otro lado, me encantaría que la respuesta al anónimo de abajo (OJO !!! Anónimo) sobre “¿Por qué dedicas este trabajo sólo a las mujeres?” fuera “porque me da realmente la gana”.
ResponderEliminarTe abrazo como siempre desde Missouri,
Lidice Aleman
Querida Odette, te abrazo. Te doy el abrazo que muchas veces negaron los amigos. La LIBERTAD se aprende. Se respira. Por eso se encargaron muy inteligentemente de fabricar los Peter Pan y sacarlos del pais. Serian peligrosos, ellos nacieron en hogares donde la mesa alcanzaba para todos aunque fuera pobre. Muchos se fueron al Escambray y los llamamos "bandidos". Todo es igual desde el principio. Nosotros, los de entonces, con ya casi 40 años, empezamos a firmar papeles e iniciar una inestable carrera en la disidencia, carrera que otros iniciaron al otro dia de la toma de poder de Fidel Asco. ¡Honor a los "plantados" de los que casi nadie habla! Tuve el privilegio de conocer algunos, completar mi identidad cubana al abrazar a muchos aca en el exilio de mayami.
ResponderEliminarEn el 91, firmamos la Carta de los 10. El Granma, que siempre miente, nos puso el titulo de grupusculo iletrado amparado por la CIA, traidores a la Patria y otros etceteras que para que repetir.. Yo, te confieso, dentro de mi inocente patriotismo, haber trabajado en el Estado Mayor, limpia trayectoria, 25 años en la Revista Mujeres, "ideologicamente clara", "ejemplo" avalado por mi "trayectoria rrrevolucionaria" ....JAMAS pense que en un solo dia mi "consecuencia" seria borrada junto con los otros compañeros que firmaron el documento. Reuniones con la cupula, mitines de repudio, asesinatos verbales, golpes a muchos de los firmantes, la hora del odio comenzaba para nosotros. Confieso que senti terror.
El cubano sufre una terrible epidemia, corazon: el miedo, que como bien sabes dice el proverbio arabe, corroe el alma.
Pobre pueblo nuestro, Odette! sin alas, carente no digamos de pan sino de esa esencia necesaria que es la risa, la de verdad, no la impuesta. No recuerdo quien dijo que Cuba nacio un dia en que Dios descansaba...
Si, honor al pueblo hondureño y que Dios los acompañe!
Voy a cumplir 66 agostos y a veces creo que como muchos otros, morire sin el amanecer en la noticias de que el pueblo cubano salio a las calles.
Dale, sal del rincon, recuerda siempre que la unica verdad es que estamos vivas.
Nancy Estrada
"Existen dos cosas inmensas en la vida, el Universo y la estupidez humana". Eso dijo Albertico Einstein. Le dedico la frase al fantasma de la ópera.
ResponderEliminarGran articulo, Odette.
Karin
No visitaba el parque hace mucho tiempo Odette...Esa pseudovida que a veces llevamos nos deja fuera de la vida en mayósculas. El domingo fatal de Honduras, me ató a la pantalla de la TV, a las huellas del terror recogidas en algún rincón de este cuerpo que late al compás del hielo repentino. Mujeres ovilladas como las de la foto, niños fusilados, el retrógrado discurso fanático que solo justifica el intento señorial, el estigma de voluntad monárquica que atraviesa América. Y al final, en las noches hondureñas queda el silencio interrumpido por el bruto ejercicio de las armas y la fuerza y desde cada rinconcito de América la impotencia transforma la injusticia en rutina, en aceptacón resignada acerca de la historia que no podemos reformar. Sin embargo imaginemos que esto es solo el último estertor del monstruo dormido en los profundos mares de nuestra memoria. Te dejo Odette, desata el ovillo, que la vida está donde amaneces.
ResponderEliminarRealmente, miren que uno se encuentra cosas raras en este mundo, hasta un "ANÓNIMO" abogando/protestando por su hombría y los derechos del macho/varón/masculino, en sociedades fundamentalmente machistas (ver para creer).
ResponderEliminarSeñor: ¿y usted no puede aceptar una reunión de mujeres? ¿sabe usted qué cosas se hablan entre mujeres? ¿cuáles son sus temas de conversación y preocupaciones?
Este muy sentido relato nada tiene que ver con géneros, sexos, ni preferencias sexuales, es una visión de una realidad toda a partir de ese particular tan común como es el grupo de amistades o colegas; por demás, en este particular, personas que promueven cultura.
¿A qué viene su gran disgusto?
Bueno, a título muy personal, entiendo que lo expresado por "QUEVEDO" es el quid fundamental: condenar el GOLPE DE ESTADO Y MILITAR perpretado en Honduras, ante todo.
Odettsita, 1994 me parece que tiene algunas impresiciones: sí fue divulgado por TV, porque el final fué Fidel por las calle con la gente del Blas Roca...
Tuyo siempre, JB
La Piri meconto que en el parque Maceo estaban los tanques por si la cosa se ponia mala, eran los tiempso que ella andaban sobre el lomo de "Angustias" recirriendo la ciudad y vivía por allí cerca.
ResponderEliminarEsto lo saben muy poca gente. ¿Por qué será?
K
Lo del malecón lo vi...
ResponderEliminar