Una ola enorme, de tsunami, rompe en Enramadas y Santo Tomás, donde está el Parque del Ajedrez. Viene del Ayuntamiento, como si el mar estuviera de ese lado. Estoy justo en esa esquina y la primera ola cae a mis pies y se escurre hacia la tierra cual si allí hubiera un tragante largo de alcantarillado, como los respiradores del metro o esas piezas de ranuras metálicas que hay en las entradas de El Corte Inglés.
La segunda es aun más grande. Una mole de agua crecida que se va a despeñar sobre nuestras cabezas de un segundo al otro. Se la señalo a la persona que me acompaña —no sé quién es, no la veo en ningún momento— y me echo a correr como quien va hacia La Placita. A mediados de cuadra se deshace en cascada y creo que ahí termina el sueño. Pero ya despierta, mi cabeza le da continuidad y doblo en la esquina de la iglesia pensando que en las calles transversales no va a meterse el agua, que seguramente se encauzará por Santo Tomás y las paralelas. Pero aun más consciente, ya despierta tal vez, reparo en que si es tan monstruosa, el caudal inundará por igual toda la zona y difícilmente tengamos salvación. Y todavía más consciente, pienso qué maneras son éstas de martirizarme, si la ola era sólo un sueño y allí, en él, se escurría mansamente por la coladera, desaparecía, no ahogaba a nadie.
No se equivocan quienes dicen que los artistas —no los de la tele… ¿por qué les dirán artistas, casi como apelativo absoluto, a quienes trabajan en televisión a veces con tan poco arte?—, los artistas creativos —digámoslo de este modo—, suelen confundir ilusión con realidad y viven inmersos en sus sueños y pesadillas con una intensidad a veces inexplicable para el resto de los mortales.
Pero tampoco hay que ser tan artista, pienso, para embobarse con esas películas que se arman detrás de nuestros ojos cada noche. Como pan caliente se venden los libritos piratas que enlistan las posibles interpretaciones de los símbolos oníricos y se cuentan por miles, por millones, los visitantes de las páginas de internet que dan “servicios adivinatorios”. Tampoco falta el amigo o el pariente que te dice, inquieto: “coño, vieja, soñé con…” y te cuenta una caterva de locuras iladas —de ilación— con imposibles, que te dejan inquieta también, tratando de descifrar qué mensaje críptico esconderá realmente.
Y tal vez no hay ningún recado oculto, nada quieren decir. Tal vez son sólo eso: películas. O sucesos de vidas o dimensiones paralelas que únicamente pueden ocurrir así, en mundos alternos y adormecidos que quizás no se tocan ni en sueños. Pero en ese afán humano de hallarle explicación a todo, la ola es una pasión incontrolada; las arañas son la madre; el perro, el padre; una barba, la desgracia de un pueblo; una boina con estrella, el viaje en motocicleta a la inmortalidad y el mito fatuo.
Y en esos parajes de ensueño, juego con Maite Perroni —la morena de RBD— a escondernos tras las columnas grises del pasillo que lleva a la explanada de la Facultad de Medicina de la UNAM. Y veo cadáveres enfrente de mi puerta, que se lleva el camión de la basura después de una noche terrorífica en la que siento pender sobre mi cuello la acusación de un asesinato no cometido. Y persigo ladrones en mi casa de Santiago, armada de una escoba con la que recorro los cuartos sin poder proferir el grito para que alguien me ayude. Y voy a hacer el amor con un negro espléndido, que no es otro que el doctor Greg Pratt de ER. Y trato de cerrar puertas que no embonan y de controlar fugas de gas que silban como trenes emprendiendo viaje. Y vivo ya no en el caserón de Aguilera, lleno de fantasmas cuya presencia erizaba todos los pelos del cuerpo, sino en una vivienda sencilla con un patio arbolado, flores y pequeños colibríes que hacen equilibrio sostenidos de la nada. Y camino bajo un aguacero por las calles de La Habana con Nicole Kidman vestida de pirata, que de pronto es Radhis y de pronto Laura Ruiz. Y observo números y billetes de colores que saltan de mi bolsillo y flotan lejos de mi alcance.
Números y colores sigo imaginando ya despierta… y es que esta persona, amiga y servidora de ustedes, se echará mañana sobre los hombros, finalmente —que no hay plazo que no se cumpla, dicen los mexicanos—, una cifra repetida, capicúa; dos dígitos que, sumados, dan el mismo número del año que corre… ¡Cuánta interpretación propiciatoria, pretenciosa y oscurantista puede derivarse de ese hecho!
De joven, al ver la corta línea de la vida en la palma de mi mano, Vicky Longoria —entonces mi suegra y redoblada su maldad por el parentesco— reía divertida augurándome 40, cuando más 42 y una brusca interrupción, como el tajazo de la guillotina en las testas de María Antonieta o Ana Bolena. La veinteañera de entonces, para quien cuatro décadas eran un horror de ancianidad, poeta para más INRI, se alegraba de imaginarse muriendo joven y de cuajo. Pero aquí sigo, llena de sueños y pesadillas, con la palma extendida, viendo cómo la línea de la vida ha trazado un caminito tenue, fino como cabello de ángel, que tiende un puente apenas perceptible —de los colgantes tal vez— hacia el otro trazo, fuerte, que atraviesa la mano desde la base del índice hasta la muñeca.
Lo veo como en borroso celuloide mientras rememoro, murmullante, a Calderón: “…que la vida sólo es sueño/ y los sueños, sueños son”.
La segunda es aun más grande. Una mole de agua crecida que se va a despeñar sobre nuestras cabezas de un segundo al otro. Se la señalo a la persona que me acompaña —no sé quién es, no la veo en ningún momento— y me echo a correr como quien va hacia La Placita. A mediados de cuadra se deshace en cascada y creo que ahí termina el sueño. Pero ya despierta, mi cabeza le da continuidad y doblo en la esquina de la iglesia pensando que en las calles transversales no va a meterse el agua, que seguramente se encauzará por Santo Tomás y las paralelas. Pero aun más consciente, ya despierta tal vez, reparo en que si es tan monstruosa, el caudal inundará por igual toda la zona y difícilmente tengamos salvación. Y todavía más consciente, pienso qué maneras son éstas de martirizarme, si la ola era sólo un sueño y allí, en él, se escurría mansamente por la coladera, desaparecía, no ahogaba a nadie.
No se equivocan quienes dicen que los artistas —no los de la tele… ¿por qué les dirán artistas, casi como apelativo absoluto, a quienes trabajan en televisión a veces con tan poco arte?—, los artistas creativos —digámoslo de este modo—, suelen confundir ilusión con realidad y viven inmersos en sus sueños y pesadillas con una intensidad a veces inexplicable para el resto de los mortales.
Pero tampoco hay que ser tan artista, pienso, para embobarse con esas películas que se arman detrás de nuestros ojos cada noche. Como pan caliente se venden los libritos piratas que enlistan las posibles interpretaciones de los símbolos oníricos y se cuentan por miles, por millones, los visitantes de las páginas de internet que dan “servicios adivinatorios”. Tampoco falta el amigo o el pariente que te dice, inquieto: “coño, vieja, soñé con…” y te cuenta una caterva de locuras iladas —de ilación— con imposibles, que te dejan inquieta también, tratando de descifrar qué mensaje críptico esconderá realmente.
Y tal vez no hay ningún recado oculto, nada quieren decir. Tal vez son sólo eso: películas. O sucesos de vidas o dimensiones paralelas que únicamente pueden ocurrir así, en mundos alternos y adormecidos que quizás no se tocan ni en sueños. Pero en ese afán humano de hallarle explicación a todo, la ola es una pasión incontrolada; las arañas son la madre; el perro, el padre; una barba, la desgracia de un pueblo; una boina con estrella, el viaje en motocicleta a la inmortalidad y el mito fatuo.
Y en esos parajes de ensueño, juego con Maite Perroni —la morena de RBD— a escondernos tras las columnas grises del pasillo que lleva a la explanada de la Facultad de Medicina de la UNAM. Y veo cadáveres enfrente de mi puerta, que se lleva el camión de la basura después de una noche terrorífica en la que siento pender sobre mi cuello la acusación de un asesinato no cometido. Y persigo ladrones en mi casa de Santiago, armada de una escoba con la que recorro los cuartos sin poder proferir el grito para que alguien me ayude. Y voy a hacer el amor con un negro espléndido, que no es otro que el doctor Greg Pratt de ER. Y trato de cerrar puertas que no embonan y de controlar fugas de gas que silban como trenes emprendiendo viaje. Y vivo ya no en el caserón de Aguilera, lleno de fantasmas cuya presencia erizaba todos los pelos del cuerpo, sino en una vivienda sencilla con un patio arbolado, flores y pequeños colibríes que hacen equilibrio sostenidos de la nada. Y camino bajo un aguacero por las calles de La Habana con Nicole Kidman vestida de pirata, que de pronto es Radhis y de pronto Laura Ruiz. Y observo números y billetes de colores que saltan de mi bolsillo y flotan lejos de mi alcance.
Números y colores sigo imaginando ya despierta… y es que esta persona, amiga y servidora de ustedes, se echará mañana sobre los hombros, finalmente —que no hay plazo que no se cumpla, dicen los mexicanos—, una cifra repetida, capicúa; dos dígitos que, sumados, dan el mismo número del año que corre… ¡Cuánta interpretación propiciatoria, pretenciosa y oscurantista puede derivarse de ese hecho!
De joven, al ver la corta línea de la vida en la palma de mi mano, Vicky Longoria —entonces mi suegra y redoblada su maldad por el parentesco— reía divertida augurándome 40, cuando más 42 y una brusca interrupción, como el tajazo de la guillotina en las testas de María Antonieta o Ana Bolena. La veinteañera de entonces, para quien cuatro décadas eran un horror de ancianidad, poeta para más INRI, se alegraba de imaginarse muriendo joven y de cuajo. Pero aquí sigo, llena de sueños y pesadillas, con la palma extendida, viendo cómo la línea de la vida ha trazado un caminito tenue, fino como cabello de ángel, que tiende un puente apenas perceptible —de los colgantes tal vez— hacia el otro trazo, fuerte, que atraviesa la mano desde la base del índice hasta la muñeca.
Lo veo como en borroso celuloide mientras rememoro, murmullante, a Calderón: “…que la vida sólo es sueño/ y los sueños, sueños son”.
Pues adelante, se equivocó la suegra y la otra y la otra, hoy y mañana sigue dándole duro. Felicitaciones. Félix Luis
ResponderEliminarNo se me iba a olvidar por nada del mundo que mañana es tu cumple, pero ahora ya es obligatorio felicitarte adelantado y doble... por esa edad que ya se va y la otra que está viniendo y por ese texto tan elegante y extremadamente bien escrito...casi podemos tocar tu corazón...
ResponderEliminarQue Nicole Kidman fue Radhis y otras veces Laura, es algo que las dos poetas recibirán con júbilo... tú, recibe ahora mismo mi abrazo largo que se extiende desde el Hudson hasta Enramada y luego hace un lazo, como el de la invasión a Occidente y te toca allí, en mi esquina preferida del D.F., que es sin dudas la de tu casita naranja, donde tú estás parada en la ventana dándome la bienvenida más necesitada del mundo y yo te quiero para siempre...
tu mabel
La bruja cambió sus atavíos por los de vírgen, y ahora proclama la vida eterna, esa que ya te ganaste entre nosotros y para el mundo.
ResponderEliminarFelicita a Istria por tu alumbramiento, ella merece todo el crédito.
Gracias por los sueños y las tempestades.
Te abrazo, Tu hermana
LaPitu
Qué decirte que no sepas; qué desearte de nuevo. Pero, como redundar a veces vale la pena, eh aquí mi deseo: que se te haga justicia crítica y que encuentres, finalmente, el reverso menos cruel de la moneda.
ResponderEliminarEn cuanto al comentario: Nicole Kidman convertida en Laura... No. No tengo comentario.
Feliz año, hermana.
Felicidades Acuario, entrastes en la edad que en alguna ocasion le oi decir a Luis Carbonel (guacara con guacara); segun el horoscopo tu tienes un instinto natural que si sabes utilizarlo puedes llegar muy lejos; y dice Gabriel Garcia Marquez: "A los hombres les probaria cuan equivocados estan al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejencen cuando dejan de enamorarse". !Arriba Acuario disfruta a todo tren: LOS GUACARA CON GUACARA. Felicidade mil,
ResponderEliminarMaria Elena
¡Felicidades Odette en tu día, que lo pases con mucha alegría, muchos años de paz y armonía, felicidad, felicidad, felicidad, ehhhhhhh! Y oyes aplausos y gritos desde este lado del mundo.
ResponderEliminarBesitos y a Istria también, por la parte que le toca.
Carino:
ResponderEliminarMenos mal que los suenos son solo eso y nada mas. Pero lo tuyo fue una pesadilla, no te enredes cambiando nombres. Te imaginas el tamano que debe tener una ola para llegar a Enramadas y Santo Tomas? Cuantas cosas no tiene que borrar del mapa para poder alcanzar esas calles. Pero, hello!!!, espero que estes despierta y solo te quede la resaca del dia de ayer para que no se te olvide lo que te voy a decir. Te sigues creyendo la misma Odette? Corazon, aunque uno trate de disimularlo, los anos hacen sus estragos y no solamente en la parte estetica. Me vas a decir que con los guacara con guacara (como dice mi mama o Luis Carbonell) en las costillas puedes andar haciendo mucha maroma? Mira, si te coge la ola, te jodes ahi mismo. Salta de felicidad -si puedes- porque solo fue un sueno, que atleta tu, corriendo y todo. Estas igual que Elsita mi prima que es 17 dias menor que yo, pero dice que para vieja achacosa, adolorida, pastillenta y con nietos, conmigo basta y hace tres dias el hijo le dijo que en Agosto sera abuela. No van lejos los primeros, verdad.
Pero ya hablando serio, quizas con los anos los humanos desarrollamos un septimo sentido conservador, o sera que aprendemos a conocernos. Te acuerda el culillo que me entraba antes de que temblara? De ese estado no salia hasta que sentia que la tierra se distanciaba de mis pies. Ahora presiento que algo va a pasar cuando me llega olor a madera quemada y, a los pocos dias, aparece la tragedia. Pero una vez tuve un sueno terrible, que se me repetia con mucha frecuencia. Se lo conte primero a Felix y Nelson que se partian de la risa cuando yo les explicaba que me veia como en dos tiros diferentes de camara: desde mi posicion y hacia arriba para ver en toda su dimension una enorme masa de humo que me perseguia y la otra, desde la masa de humo hacia abajo que me permitia ver lo pequena e indefensa que estaba ante aquello de lo que huia por una ciudad donde todos corrian aterrados entre edificios muy altos. Se lo conte a Rafelito y por la cara que me puso deduje que me mandaba a buscarme un macho que me dejara sin aliento antes de dormir. Muchos anos despues, para ser precisa, el 11 de Septiembre de 2001, cuando aparecieron las imagenes del colapso de las Torres Gemelas, y entre polvo y humo se envolvia la parte sur o baja de la Big Apple, en ese justo momento comprendi que mi sueno estaba pasando ante los ojos del mundo, que la pesadilla se habia colectivizado. Me preguntaba si Felix, Nelson o Rafelito recordarian que bebimos muchas tazas de cafe tratando de digerir aquello que me atormentaba. En la actualidad, cada vez que sueno, se lo comento a los que me rodean, que ya me atajan diciendo que no suene con ellos. El jueves pasado sone con un ortopedico amigo de toda la vida, le decia que dejara la boberia y acabara de entrar a la casa (en Carretera del Morro). Al otro dia mi mama llamo y encontro que a Tete la habian llevado de emergencia al hospital por un fuerte dolor en la rodilla. La recibio y la atendio mi amigo, con el mismo que habia sonado la noche anterior. Coincidencias o que se yo, pero asi andan las cosas.
Pero por sospecha, ubica el tsunami en otro sitio, porque Santiago solo necesita tres goticas de agua para caerse a pedazos y yo quiero contarle a los que no te pueden leer por aquellos parajes la ultima cosa mental que te hiciste vispera de los 44.
Hasta el martes, preciosa.
Ines
ohhhhh ya lo anooto en mi agenda, la fecha de tu cumpleaños para el año que viene anticiparme.
ResponderEliminareste año me tocó tres días después
(más me tocó)
la ola inmensa que amenaza siempre con la transpiración del globo entero siempre está
la línea de tu mano extendida llegue hasta el envés de tu codo
Feliz cumpleaños Odette
poeta amiga
Feliz Feliz se te desea ultramarinamente
¡GENIAL! Eso es el más auténtico surrrealismo... que es finalmente el reconocimiento de la vida onírica como superior a la diurna tan estrechamente ligada a las intenciones y miedos que nos mueven. El tsunami que describes es el de la vida actual... Me encantó la fluidez poética de tu ágil, arrastrante narración cuyo efecto es la de un tsunami santiaguero... Soy hija de santiagueros ...concebida en Ote. y venida al universo mundo en La Habana. Tengo tres ciudadanías y muchas, muchas ganas de visitar de nuevo el Santuario de la Virgen de La Caridad. No sé si me dejen entrar o si, al revés (lo cual es igual) no me vayan a querer guardar más tiempo de la cuenta.
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