…ay de lo indescriptible.
Silvio
La semana pasada inició con la terrible noticia del asesinato del hijo del poeta mexicano Javier Sicilia a manos de uno de los tantos comandos que siembran la muerte con lujo de violencia y de impunidad, día tras día, por todas las ciudades, caminos y veredas de este país. En el atroz acto fueron privadas de la vida otras seis personas ―civiles, gente como tú y yo― y los pandilleros dejaron un mensaje de advertencia para algunos oficiales, según dijera la prensa local, aunque otra versión afirma que el cartel decía: “esto les pasó por hacer llamadas anónimas al ejército…”
El crimen desató de inmediato una ola de protestas públicas de la intelectualidad mexicana. Centenares de artistas firmamos una carta abierta condenando el hecho y pidiendo su esclarecimiento; el padre escribió otra misiva dirigida a los políticos y a los criminales; el miércoles a las cinco de la tarde se realizarán marchas simultáneas en las ciudades de México, Cuernavaca, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Saltillo, Guanajuato, Xalapa, Mérida, Manzanillo, Aguascalientes, Cancún, Chihuahua, San Luis Potosí, Reynosa, Toluca, Torreón, Tlaxcala, Tuxtla Gutiérrez, Oaxaca, Ciudad Juárez, Pátzcuaro, Querétaro, Ensenada, Culiacán, Puerto Vallarta, La Paz, Pachuca, Hermosillo, Villahermosa, San Cristóbal de las Casas y el Puerto de Veracruz. También en los consulados generales de México en Nueva York, Los Ángeles, San Antonio Texas, Toronto, Montreal, Vancouver y Calgary, en las embajadas de México en Londres, Madrid, Buenos Aires, Ottawa y los Países Bajos, en la Plaza Sant Jaume de Barcelona, la Plaza Trocadero de París, el Instituto Cultural de México en Copenhague y el Ayuntamiento de Donostia en España, más las que se vayan sumando hoy miércoles.
Ojalá esto sea el inicio de algo más, de un movimiento ciudadano, de una cadena de acciones que altere el inmovilismo en un país de protestas diarias a las que nadie atiende, de cartas y cartas que nadie lee, de gritos sin fin pidiendo justicia; en un país cuya población ya no sabe cómo decirle a las autoridades que está harta ―“hasta la madre” dijo más atinadamente el poeta; “hasta el padre” propone Francesca― de esta carnicería que ya ha cobrado casi 40 mil vidas en lo que va de sexenio.
Yo, que tengo el alma a ratos aprensiva, hace años dejé de sintonizar los noticieros de televisión y de leer periódicos, desde que todos los titulares eran de secuestrados, ejecutados, decapitados, encobijados, encajuelados, entambados, masacrados, acribillados, torturados, mutilados, narcofosas, narcotúneles, narcoartistas, decomisos, balaceras, granadazos, levantones, bloqueos, capos, gatilleros y cárteles… Pero ni metiéndose en el fondo de una cueva se puede evitar un tema que está en boca de todos: del amigo, del pariente, del taxista, del vecino, de los contactos de Facebook, del locutor de radio, de la señora de la tiendita. “¿Quién puede soñar, quién puede crecer, quién puede vivir en medio de las balas, de la sangre, de la muerte?”, me preguntaba y la respuesta era simple y clara como la luz del día: Así vivimos…
O, más bien, creemos vivir. Porque en medio de esta guerra, lo personal pierde su dimensión, las pequeñas tragedias se vuelven tonterías. ¿Qué importancia pueden tener una gripe o un disgusto laboral si las calles están llenas de sangre? Así se aplasta, se dinamita, la esfera de lo íntimo, se minimiza la individualidad y uno siente que no sólo han destruido la vida de los muertos y de sus familiares, sino las de todos los que sobrevivimos en medio de este horror. ¿Y qué país puede sostenerse sobre la desesperanza y el miedo de cada uno de sus ciudadanos? ¿Qué país vive si su gente no puede vivir?
Leí hace unos días que nunca, desde la Conquista, habíamos padecido una desmoralización tan extrema. “Los asesinos son tan jóvenes, desamparados y a la intemperie como los asesinados”, decía el autor. Mientras, la ONU pide al gobierno mexicano la salida del Ejército de las calles y cada vez mayores sectores de la población insisten en la legalización del comercio de drogas ―si, total, el resto de las drogas son legales: alcohol, tabaco, café…―, alternativa que acabaría con el tráfico que es, supuestamente, la madre de toda esta desgracia. Pero está clarísimo como el día, también, que el gobierno ―ni el de aquí ni el del vecino del norte― no tiene interés alguno en poner fin a esta guerra porque es la clase política una de las involucradas y beneficiadas con el contrabando.
A media semana, el mismo día en que me avisaron del fallecimiento en Cuba del padre de unos amigos de quienes somos como familia, me enteré de que el primo de otra amiga, ésta mexicana, que había sido secuestrado dos semanas atrás y por quien sus captores seguían exigiendo un rescate, fue ejecutado desde el primer día de su detención. Por si fuera poco, en la noche llegó la perturbadora noticia de que el pintor cubano Agustín Bejarano, aquel viejo amigo de los años ochenta, está preso en Miami acusado de cometer actos de lascivia contra un niño de cinco años.
Y uno va haciéndose pendejo ―porque hay que tratar de seguir viviendo―, silbando una cancioncita, inventando el chiste, gritando el gol, echándole el piropo a una muchacha… hasta que la sangre te salpica en pleno rostro. Entonces, desencaja el golpe de realidad, lo trastoca todo. De pronto no sabes cómo volver al estado anterior porque lo cierto es que ya no puedes volver y aunque finjas lograrlo, nada será lo mismo. Ya los muertos están muertos; los presos, presos; los abusados, marcados de por vida y todo un país —todo un mundo— chillando, buscando culpables a diestra y a siniestra, sin hallar alivio ni salida ni milagro que nos salve.
En estos días terribles, mientras pienso, además, en las batallas personales, en las aparentes minucias de la cotidianidad, en los amigos y parientes asaeteados por esa maldita enfermedad llamada cáncer, en otros ejércitos, otras bombas y otras niñas descuartizadas en las calles o el desierto, sólo me quedan fuerzas para esperar el poema, para aguardar al amor, que acaso son lo mismo. Mientras lo hago, tarareo una vieja tonada de aquel trovador, una de nuestras más dolorosas decepciones, que acabó siendo justamente lo que criticaba: un testaferro del traidor de los aplausos. Rebotan en mi alma aquellos versos: “En estos días/ no hay absolución posible para el hombre,/ para el feroz, la fiera que ruge y canta ciega,/ ese animal remoto que devora y devora/ primaveras”…
Muy lamentable lo que acontece en nuestro país, una tragedia.
ResponderEliminarSin embargo, no se dice que cada pueblo tiene lo que merece?
El asesinato de el hijo de Sicilia, ha sido suficiente para despertar a un sector, los intelectuales, el mismo Sicilia, hasta ahora grita a los cuatro vientos, "estamos en estado de guerra y nadie hace nada?"
Bien dices, hasta que la sangre no nos salpica en la cara, no despertamos.
Cuantos artículos contra la violencia y esta situación en México, ha escrito Odette Alonso?
Tenemos que esperar que a cada familia les maten un ser querido para como ciudadanía, hacer lo necesario para que esta situación mejore?
Nuestra apatía es pasmosa...
O es verdad, que no hay nada que hacer?
Por que los intelectuales guardan silencio? no han sido siempre los pensadores los que inician las revoluciones?
Ahora Sicilia esta MUY interesado en nuestra realidad.
Por que los escritores, pensadores, intelectuales, no levantan sus plumas cual fusiles y empiezan a tratar de despertarnos
Algo creo yo, se podrá hacer.
Necesitamos valor, fe y sobre todo solidaridad en el dolor del prójimo.
...y que lo seguirá haciendo por los siglos de los siglos.
ResponderEliminarExcelente texto, Odette, excelente...
ResponderEliminarMaravilloso que levantes la pluma de esta manera! Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente texto querida Odette. Lo terrible es que -como dices- asi vivimos. Y es que para supervivir seguimos adelante con esos dolores.
ResponderEliminarErnesto Carro
Yo me niego a aceptar que no haya una solución posible más allá de la violencia y que todos los políticos sean iguales pues si fuese así mi querida Odette, esa poesía que sirve cómo bien dices entre otras cosas para conquistar corazones femenino no tendría más razón de ser.
ResponderEliminarQué triste, amiguita, qué cosas más feas pasan en el mundo. Montón de vibras buenas desde Taos...
ResponderEliminarun abrazo
Terrible, sí... Sencillamente, no creo que pudiera vivir allí. Una cosa es leer "2666", y otra imaginarse la vida en medio de una guerra tan brutal. Y sintiendo que todo va a peor... (Casualmente, ayer vi un capítulo de "The Wire", y en una escena un policía (Bunk) increpa a un delincuente (Omar): "Antes había víctimas... ahora sólo hay cuerpos". (Bodies). Me da la impresión de que por ahí van los tiros en los EE.UU.... mejicanos. :-( Un abrazo, Pablo
ResponderEliminar"...las pequeñas tragedias se vuelven tonterías."
ResponderEliminarGracias Odette.
Un beso.
Excelente reflexión Odette. Minerva
ResponderEliminarlo que está sucediendo en ese Mexico, Odette, es lamentable, triste, y lo peor: sin solución aparente.
ResponderEliminarPolicia corrupta, gobierno flojo...
Ojalá un buen día toda esa pesadilla acabe, ojalá, ojalá tanto para el gran país central (como para el insular)....
Acabo de leer este Ajedrez...nadie como tú para narrar la senda de esta vida y sus escenarios incluyendo el efecto que hace en nosotros. Un artículo para reflexionar sin soluciones. Así lo veo.
ResponderEliminarBendiciones.
Hola Odette,gracias por tan luminosa reflexión que expresa lo que muchas personas sentimos pero no sabemos externar; tu estilo impecable como siempre, el tema es una honda pena.
ResponderEliminarRecibe un saludo cordial.
Adhiero al coment de Muerdecabras sobre este Parque. ¡Tremendo! lo que les està sucediendo, solo parara si el grito movilizante, el repudio se adueña de las calles.
ResponderEliminarBrillante transcripciòn del hoy mexicano, Parque del Ajedrez 136¡¡¡
Gracias
querida odette
ResponderEliminarmuy bueno, muy muy bueno
un abrazo
mt
Odet muy buena reflexión,
ResponderEliminarbesos
Orando
Querida Odette:
ResponderEliminarNos vemos a las 17 horas en la explanada del Palacio de Bellas Artes. Tenemos que exigir a los poderes que tomen cartas en el asunto, no para seguir militarizando una "guerra" que nadie puede ganar sino para despenalizar, legalizar y, por fin, controlar abiertamente el paso y el uso de aquellas sustancias que están creando este infierno que vivimos. Un gran abrazo, Sandro
Buena reflexión sobre el tema que acá nos conmueve y sale de explicaciones,
ResponderEliminartratados y diplomacia...si hasta un día que..hasta que la sangre nos salpica en la cara...ay de estos días terribles ....
Excelente comentario para estos dias terribles en que dispuestos estamos a devorar otra Primavera.
ResponderEliminarQue nos sea leve como el aire de abril! Va mi abrazo