Moderatto
Estaba muy formadita en la fila de TACA, cuando vi a mi lado una cara conocida. “Pero de toda la vida”, me dije un segundo antes de reconocerlo: era Benny Ibarra. El hijo de Julisa, sí, ese mismo… Pero eso no es nada: cuando miré a los que estaban documentando, eran Pedro Damián y Dana Paola; él se veía mucho menos mugroso que en las fotos de las revistas y ella, mucho más crecidita. ¿Y creen que eso fue todo?... ¡pues no! En el otro mostrador estaba uno de los de Moderatto, el baterista creo, ridiculísimo ―no está de más redundar lo ya sabido―, bien treintón largo y vestido de chavo de doce. De pronto me dije: “Ay güey, ¿estaré en Siempre en domingo o éste es realmente el aeropuerto?... ¿me habré despertado esta mañana o seguiré soñando al influjo de esas gotas de valeriana y pasiflora que me echo debajo la lengua?”
Sospecho que media Cuba se estará preguntando quiénes son esos personajes… ¡Son artistas, chico! Artistas de Televisa que, según se rumoreaba entre el resto de los pasajeros, iban a un teletón en San Salvador. Y ya se imaginarán… los empleados de la línea, fascinados, con la baba escurriéndoles de las comisuras. Un gordo de camisa anaranjada casi se echa a los pies de Benny ―que, a propósito, iba con una rubia de lo más sin chiste… con lo guapa que es la mamá de sus hijos, caballero…― para ofrecerle pasar por delante de todos, mientras una muchacha ―parecidísima a la Tere Dovalpage― reclamaba que quién atendía allí a la “gente normal”.
A la gente normal no nos pelaron hasta que pasó el último artista. Estuve a punto de decirle al de la camisa anaranjada: “Oiga, fíjese que yo soy Odette Alonso, la de la antología de la poesía cubana del exilio, también soy artista…”, pero como si un diablito me la soplara previamente al oído, escuché su respuesta: “¿Ah sí?... ¡chido!”… Y como bastantes humillaciones recibe uno en la vida, preferí ahorrarme una más y permanecí en silencio.
Siempre me ha intrigado por qué la gente le llama artista a todo el que salga en televisión, sin importar el poco arte que tenga. Y cómo resulta tan encantadora ―de encanto, de encantamiento― ese tipo de interacción que, cuando los ve tan cerquita, uno tiene verdaderas ganas de decirles: “Qué pex, mi Benny, adónde pues…” y darle un abrazo, como se lo dio el de la camisa anaranjada… “Por qué él sí y yo no”, me preguntaba mientras la que se parecía a Tere le explicaba a su madre: “Es Benny Ibarra…” “Ah, el hijo de Julisa”, decía la señora, “salió más guapo que su padre…”
Como esas emociones y “conocimientos” hay que compartirlos, de inmediato le mandé un mensaje a Orlandito quien, conocedor de mis debilidades, me advirtió enseguida: “Fíjate no vaya a estar por ahí la Perroni… Debieras irle escribiendo una cartica por si llega”. Hasta nerviosa me puse imaginando que la encontraba y le decía: “Hola Maite, soy Odette Alonso, la de la antología de la poesía cubana”… Tampoco funcionaría, ¿verdad?... De cualquier modo, no separé la vista del pasillo del avión con la esperanza de verla, pero al que vi fue al gordo calvo de Moderatto. Sin maquillar, me pareció persona decente… hasta que me fijé en los tennis rojos brillantes con lentejuelas y el escote hasta el ombligo. Y es que, claro, hay que ser coherentes con el personaje aunque tengas dos mil años y estés fuera del plató.
Ratón de aeropuerto como soy ―más que de biblioteca―, no es primera vez que encuentro artistas en mis aéreos trayectos. Recuerdo a Juanes, solo y apocado como huerfanito en el pasillo del área internacional de la Terminal 1 y a Salma Hayek justo detrás de mí en la fila de Migración, parapetada detrás de unas enormes gafas y custodiada por una cancerbera de mirada tan dura que parecía fulminar a quien pusiera un ojo encima de la chaparrita tratando de comprender cómo ese pedacitito de mujer da la sensación de ser un tronco de hembra en las películas.
Recuerdo a Lalo Santamarina y Mayrín Villanueva en el Ihop de Miami Beach y a mi paisana Niurrrrrka Marrrrcos en el aeropuerto de San Salvador, con una blusa tejida con gorro, que no sé cómo no le daba el tabardillo en aquellos calores impíos de Centroamérica. Y siempre así, escurridizos como animalitos asustados, tratando de pasar inadvertidos, y no glamorosos ni prepotentes como pretenden hacernos creer los programas de chismes de la TV.
Así fueron los del avión, pasmaítos como cualquier hijo de vecino. Más alharaca llevaban seis sobrecargos y azafatas que viajaban atrincherados en las dos últimas filas. Y ni qué decir del capitán Michel Ramírez, que después de un "Bueeenas, les habla el piloto", rindió el reporte de la trayectoria en tono de broma, lleno de giros locales, y con el acento más catracho que pueda imaginarse, en español y en ínglich, nos sugirió, en medio de las irreprimibles carcajadas generales: “Sigan disfrutando el teleque y cualquier cosa, aquí estamos”. Minutos después avisaba: “Los que van del lado izquierdo podrán ver el volcán Boquerón; los que van del lado derecho, pregúntenle a los del lado izquierdo qué ven”… Vaya, lo que se dice un piloto muy sui géneris y un vuelo especialmente divertido.
Pues nada, que ojalá a los artistas les haya quedado bien el teletón de El Salvador, porque lo que es mi/nuestra Antología de la poesía cubana del exilio, quedó preciosa y está a la venta con atractivos y convenientes descuentos en Publiberia Libros.
Estaba muy formadita en la fila de TACA, cuando vi a mi lado una cara conocida. “Pero de toda la vida”, me dije un segundo antes de reconocerlo: era Benny Ibarra. El hijo de Julisa, sí, ese mismo… Pero eso no es nada: cuando miré a los que estaban documentando, eran Pedro Damián y Dana Paola; él se veía mucho menos mugroso que en las fotos de las revistas y ella, mucho más crecidita. ¿Y creen que eso fue todo?... ¡pues no! En el otro mostrador estaba uno de los de Moderatto, el baterista creo, ridiculísimo ―no está de más redundar lo ya sabido―, bien treintón largo y vestido de chavo de doce. De pronto me dije: “Ay güey, ¿estaré en Siempre en domingo o éste es realmente el aeropuerto?... ¿me habré despertado esta mañana o seguiré soñando al influjo de esas gotas de valeriana y pasiflora que me echo debajo la lengua?”
Sospecho que media Cuba se estará preguntando quiénes son esos personajes… ¡Son artistas, chico! Artistas de Televisa que, según se rumoreaba entre el resto de los pasajeros, iban a un teletón en San Salvador. Y ya se imaginarán… los empleados de la línea, fascinados, con la baba escurriéndoles de las comisuras. Un gordo de camisa anaranjada casi se echa a los pies de Benny ―que, a propósito, iba con una rubia de lo más sin chiste… con lo guapa que es la mamá de sus hijos, caballero…― para ofrecerle pasar por delante de todos, mientras una muchacha ―parecidísima a la Tere Dovalpage― reclamaba que quién atendía allí a la “gente normal”.
A la gente normal no nos pelaron hasta que pasó el último artista. Estuve a punto de decirle al de la camisa anaranjada: “Oiga, fíjese que yo soy Odette Alonso, la de la antología de la poesía cubana del exilio, también soy artista…”, pero como si un diablito me la soplara previamente al oído, escuché su respuesta: “¿Ah sí?... ¡chido!”… Y como bastantes humillaciones recibe uno en la vida, preferí ahorrarme una más y permanecí en silencio.
Siempre me ha intrigado por qué la gente le llama artista a todo el que salga en televisión, sin importar el poco arte que tenga. Y cómo resulta tan encantadora ―de encanto, de encantamiento― ese tipo de interacción que, cuando los ve tan cerquita, uno tiene verdaderas ganas de decirles: “Qué pex, mi Benny, adónde pues…” y darle un abrazo, como se lo dio el de la camisa anaranjada… “Por qué él sí y yo no”, me preguntaba mientras la que se parecía a Tere le explicaba a su madre: “Es Benny Ibarra…” “Ah, el hijo de Julisa”, decía la señora, “salió más guapo que su padre…”
Como esas emociones y “conocimientos” hay que compartirlos, de inmediato le mandé un mensaje a Orlandito quien, conocedor de mis debilidades, me advirtió enseguida: “Fíjate no vaya a estar por ahí la Perroni… Debieras irle escribiendo una cartica por si llega”. Hasta nerviosa me puse imaginando que la encontraba y le decía: “Hola Maite, soy Odette Alonso, la de la antología de la poesía cubana”… Tampoco funcionaría, ¿verdad?... De cualquier modo, no separé la vista del pasillo del avión con la esperanza de verla, pero al que vi fue al gordo calvo de Moderatto. Sin maquillar, me pareció persona decente… hasta que me fijé en los tennis rojos brillantes con lentejuelas y el escote hasta el ombligo. Y es que, claro, hay que ser coherentes con el personaje aunque tengas dos mil años y estés fuera del plató.
Ratón de aeropuerto como soy ―más que de biblioteca―, no es primera vez que encuentro artistas en mis aéreos trayectos. Recuerdo a Juanes, solo y apocado como huerfanito en el pasillo del área internacional de la Terminal 1 y a Salma Hayek justo detrás de mí en la fila de Migración, parapetada detrás de unas enormes gafas y custodiada por una cancerbera de mirada tan dura que parecía fulminar a quien pusiera un ojo encima de la chaparrita tratando de comprender cómo ese pedacitito de mujer da la sensación de ser un tronco de hembra en las películas.
Recuerdo a Lalo Santamarina y Mayrín Villanueva en el Ihop de Miami Beach y a mi paisana Niurrrrrka Marrrrcos en el aeropuerto de San Salvador, con una blusa tejida con gorro, que no sé cómo no le daba el tabardillo en aquellos calores impíos de Centroamérica. Y siempre así, escurridizos como animalitos asustados, tratando de pasar inadvertidos, y no glamorosos ni prepotentes como pretenden hacernos creer los programas de chismes de la TV.
Así fueron los del avión, pasmaítos como cualquier hijo de vecino. Más alharaca llevaban seis sobrecargos y azafatas que viajaban atrincherados en las dos últimas filas. Y ni qué decir del capitán Michel Ramírez, que después de un "Bueeenas, les habla el piloto", rindió el reporte de la trayectoria en tono de broma, lleno de giros locales, y con el acento más catracho que pueda imaginarse, en español y en ínglich, nos sugirió, en medio de las irreprimibles carcajadas generales: “Sigan disfrutando el teleque y cualquier cosa, aquí estamos”. Minutos después avisaba: “Los que van del lado izquierdo podrán ver el volcán Boquerón; los que van del lado derecho, pregúntenle a los del lado izquierdo qué ven”… Vaya, lo que se dice un piloto muy sui géneris y un vuelo especialmente divertido.
Pues nada, que ojalá a los artistas les haya quedado bien el teletón de El Salvador, porque lo que es mi/nuestra Antología de la poesía cubana del exilio, quedó preciosa y está a la venta con atractivos y convenientes descuentos en Publiberia Libros.
12 comentarios:
Hoy me hiciste reir, que me hacia falta, luego de que me levanté sin noticiero que oir en la mañana. De una vez: Felicidades por la antologia.
JAJAJAJAJAJAA!!!!Eres una cabrona maestra del marketing, te quedó genial la introducción a la venta de la antología.
Un abrazote.
Tu hermana, Ena
Delicioso, como toda tu prosa. Yo, que me desenvuelvo en ese negocio,por no salir en cámara, soy en todas las fotos de sociales "un amigo": Fulanita de tal y un amigo. Por lo general doy dos pasos atrás cuando veo aparecer a los fotógrafos, que ahora, gracias a la tecnología, al tiempo que te toman la foto, le pueden colocar el nombre de "el amigo". Pero ni así: el día del estreno de Mi telenovela, de la cual yo era el autor y había tenido que presentarla a la prensa, en un periódico salió una foto mía con dos actrices, una de ella de muy medio pelo, etiquetada como "fulanita y Zutana muy bien acompañadas". Lo que nos queda en la vida, querida Odette, es ascender de simple amigo a buena compañía.
Ja, ja, ja. Mira que personajes son estos!. Mi hija de 25 quizá hubiera enloquecido con ellos, tomándose fotos, etc. Felicitaciones por la antología de poesía de mujeres cubanas en el exilio, es un gran aporte al movimiento literario del continente. Tal vez te animas a venir y la presentas acá. Un beso. Silvia Matus
¡Ay, cuata estoy muerta de la risa con este paseo por el parque! Y por cierto que yo soy del tipo de ir a preguntar quién coño atiende a la gente normal, pos ni modo… No conozco a ninguno de los artistas (aquí a Taos no llega Televisa, claro). Los googlearé ipso facto. Por cierto, ¿qué es un acento catracho?
¡Y mil felicidades por la Antología, chica!
Abrazongo,
Muy bueno, Odette...
Refrescante tu texto, amiga, de antóloga "oronda"... No conozco a los "personajes" pero agradezco que los conozcas tú y nos dejes saber lo aguda que puede ser la sonrisa. Que viva la frivolidad... cuando activa a la socarrona inteligencia. Gracias. Te abrazo. Jorge
Qué bien que el trayecto del viaje fue divertido y qué mejor el logro de la Antología de la poesía cubana del exilio. Felicidades.
Un abrazo
Malena
Muy relajante y sabrosa la crónica de tu última andanza por estas hermosas tierras centroamericanas. Mis más sinceras felicitaciones por tu Antología, que eso sí es arte de verdad.
Felicidades Odette. Genial y certera. Un abrazo.
jajajaja... yo vi a Tom Hank igual, solito, en la estación central de buses de Barcelona y daba la impresión de que quería que se lo tragara la tierra...sin embargo a Al Pacino, en Cannes, parqueado en una esquina en un super carrón, todo orondo... quizá porque él creía que en Cannes todoe l mundo era famoso y nadie le iba a quemar la vida pidiéndole autógrafos...jajaja, y mientras, en tal ciudad de famosos, yo dormía en la misma habitación de un hotel de malamuerte con Adolfo Costales, para ahorra dinero ambos... besito, Ode, y felicidades por la salida (finalmente) de la Antología
Què buena cosecha en venta, y la probadita... ¡Excelente! para no dudar y disponerse al banquete
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