Con Efraín en Miami, noviembre de 2008
Para Efraín y Aristico, en sus respectivos cumpleaños
Hilos
Mis amigos habitan en el aire
un hilo los sostiene de la nada
e inventa entre la hondura aquel piélago gris
un murmullo de hijos en forma de poema.
Mis amigos escapan de la muerte
y saltan sobre el fuego y los despojos.
Hermosos como dioses
me escuchan desde lejos
se acomodan al pie de la ventana
brindan a mi salud.
Yo los convoco en la luz
y en las tormentas
les enciendo una antorcha junto a mi corazón.
Son la razón de esta brisa vespertina
mi propia voz que regresa en un eco.
A todos ustedes, a quienes también dedico este poema, feliz año nuevo y que vengan tiempos mejores.
Para Efraín y Aristico, en sus respectivos cumpleaños
Esta mañana, mientras me ponía una camiseta de mangas largas color carmesí, me vino a la mente aquella vieja canción de la orquesta Ritmo Oriental que decía: “Es una chica mamey, una chica mamey…” La seguí cantado al ponerme encima un suéter, al preparar el desayuno, al lavarme los dientes, mientras me acababa de ataviar con una chamarra negra cerrada hasta el gaznate. Como salió el sol, me puse los lentes oscuros y me calcé el gorro de rapero en la cabeza porque este frío, aun de 11 grados, atraviesa el cráneo y cala hasta la pituitaria.
Lo que salió para la calle era Nicolas Cage en una película de bandidos. Eso me pareció cuando miré de reojo mi porte y estilo —genio y figura— en el vidrio de la ventana vecina. Caminé con paso firme hacia la esquina. Lista para sacar la metralleta o tirar cuatro patadas de karate, a la usanza joligudense, si fuera necesario. Entonces, entre mi ojo y el lente se coló uno de los hilos blancos del tejido del gorro. Enfrente de mi pupila, el pelito tiritaba con el aire helado y dividía en dos mi campo de visión, difuminando la nitidez.
Me eché a reír, como loca, en medio de la acera, acordándome de Efraín, mi viejo y querido amigo. Ya sé, lo de viejo no va a gustarle; pero no hablo de tu edad, chico, sino del tiempo que ha pasado desde aquel año 92. Lo volví a ver en el sofá del apartamento que compartíamos en Santa Mónica (Estado de México), volteando hacia el infinito cielo su iris azul e instándome: “Chica, ve a ver qué tengo… creo que me está dando glaucoma”.
Por más que busqué, su ojo estaba limpiecito. Le pregunté qué sentía. “Una nube blanca, no me deja ver”. Volví a inspeccionarlo… y nada. Así pasaron días y días. Hasta que una tarde, casi accidentalmente, descubrí la causa: una cana de la ceja se interponía delante de su globo ocular. “¿Será esto?”, le pregunté, levantando el cabello hacia su sitio. “Coño, vieja, me has salvado”, decía aquél echando ojo para todos lados.
Me reía en la acera con ese sentimiento que mezcla la añoranza y la emoción. Efraín, ese hombre al que tanto le debo, al que tanto le quiero. Porque no es fácil llegar sola a un país extraño, a una ciudad enorme, a una ausencia tan dura como la que marcan la lejanía de la patria y de los que allá quedaron. No es fácil ir dando paso a paso, traspié más traspié sin una mano y un brazo en el que sostenerse y recobrar aliento, sin un corazón que nos acoja. Y todo eso fue Efraín en los tiempos primeros de mi llegada a México.
Pero soy una mujer afortunada. Cuando me fui a La Habana en 1989, tuve la suerte de encontrar otro ser similar. Arístides fue mi hermano durante los dos años que compartimos en el apartamento de la calle Concordia. Y lo seguimos siendo aunque un océano y un mar se empeñen en poner sus olas en medio de los dos. Cuántas cosas compartimos en aquella Habana mísera y gloriosa del pre período especial, los apagones, el hambre y sus inventos, las brigadas de respuesta rápida y el contingente Blas Roca… pero también del BarTolo y la Casa del Joven Creador, los carteles de Chaplin, mis poemas y sus cuadros, las inquietudes de todos.
Esos dos hombres de mi alma han cumplido años: Efraín ayer 5; Aristico hoy 6. Como modesto regalo de aniversario, este poema que fue escrito precisamente para ellos, para todos los amigos.
Lo que salió para la calle era Nicolas Cage en una película de bandidos. Eso me pareció cuando miré de reojo mi porte y estilo —genio y figura— en el vidrio de la ventana vecina. Caminé con paso firme hacia la esquina. Lista para sacar la metralleta o tirar cuatro patadas de karate, a la usanza joligudense, si fuera necesario. Entonces, entre mi ojo y el lente se coló uno de los hilos blancos del tejido del gorro. Enfrente de mi pupila, el pelito tiritaba con el aire helado y dividía en dos mi campo de visión, difuminando la nitidez.
Me eché a reír, como loca, en medio de la acera, acordándome de Efraín, mi viejo y querido amigo. Ya sé, lo de viejo no va a gustarle; pero no hablo de tu edad, chico, sino del tiempo que ha pasado desde aquel año 92. Lo volví a ver en el sofá del apartamento que compartíamos en Santa Mónica (Estado de México), volteando hacia el infinito cielo su iris azul e instándome: “Chica, ve a ver qué tengo… creo que me está dando glaucoma”.
Por más que busqué, su ojo estaba limpiecito. Le pregunté qué sentía. “Una nube blanca, no me deja ver”. Volví a inspeccionarlo… y nada. Así pasaron días y días. Hasta que una tarde, casi accidentalmente, descubrí la causa: una cana de la ceja se interponía delante de su globo ocular. “¿Será esto?”, le pregunté, levantando el cabello hacia su sitio. “Coño, vieja, me has salvado”, decía aquél echando ojo para todos lados.
Me reía en la acera con ese sentimiento que mezcla la añoranza y la emoción. Efraín, ese hombre al que tanto le debo, al que tanto le quiero. Porque no es fácil llegar sola a un país extraño, a una ciudad enorme, a una ausencia tan dura como la que marcan la lejanía de la patria y de los que allá quedaron. No es fácil ir dando paso a paso, traspié más traspié sin una mano y un brazo en el que sostenerse y recobrar aliento, sin un corazón que nos acoja. Y todo eso fue Efraín en los tiempos primeros de mi llegada a México.
Pero soy una mujer afortunada. Cuando me fui a La Habana en 1989, tuve la suerte de encontrar otro ser similar. Arístides fue mi hermano durante los dos años que compartimos en el apartamento de la calle Concordia. Y lo seguimos siendo aunque un océano y un mar se empeñen en poner sus olas en medio de los dos. Cuántas cosas compartimos en aquella Habana mísera y gloriosa del pre período especial, los apagones, el hambre y sus inventos, las brigadas de respuesta rápida y el contingente Blas Roca… pero también del BarTolo y la Casa del Joven Creador, los carteles de Chaplin, mis poemas y sus cuadros, las inquietudes de todos.
Esos dos hombres de mi alma han cumplido años: Efraín ayer 5; Aristico hoy 6. Como modesto regalo de aniversario, este poema que fue escrito precisamente para ellos, para todos los amigos.
Hilos
Mis amigos habitan en el aire
un hilo los sostiene de la nada
e inventa entre la hondura aquel piélago gris
un murmullo de hijos en forma de poema.
Mis amigos escapan de la muerte
y saltan sobre el fuego y los despojos.
Hermosos como dioses
me escuchan desde lejos
se acomodan al pie de la ventana
brindan a mi salud.
Yo los convoco en la luz
y en las tormentas
les enciendo una antorcha junto a mi corazón.
Son la razón de esta brisa vespertina
mi propia voz que regresa en un eco.
A todos ustedes, a quienes también dedico este poema, feliz año nuevo y que vengan tiempos mejores.
Arístides y yo con Pedrito, Sonia y María en el Mediterráneo, 2004
13 comentarios:
Odette, aunque tenemos amigos comunes no nos conocemos. Uno de nuestros amigos, Ernesto Carrodeguas, me acercó este poema tuyo, hace un tiempo y yo lo publiqué en un espacio que tengo, a propósito de una celebración que en Argentina es muy popular; el Día del Amigo. Fue un atrevimiento que me tomé, en primer lugar, por la belleza de los versos.
Te dejo el link aquí, por si quieres verlo tú misma.
Antes no te agradecí y aprovecho esta oportunidad para hacerlo.
Feliz año también para ti.
DOCTORA QUERIDA: MIL GRACIAS POR ESTE PARQUE DEL AJEDREZ DE INICIO DE AÑO. LO QUE LE PUEDO DECIR COMO USTED SABE QUE ESTOY MUY ORULLOSA Y SOY MUY AFORTUNADA DE SER SU AMIGA.
CON TODO MI CARIÑO. LA DOCTORA
Queridisima Ode:
Antes hube de escribirte, y te confesé unas lagrimillas cuando hablamos el 31 de diciembre 09, acabo de leer el parque, numero 104 entre concordia y calle amigos, y no solo fueron lagrimillas, te confieso algo mas que lagrimas, no hagas eso coño, eso se dice antes, entre la edad, la crisis de los cuarenta y lo blandito de corazón, me has llenado absolutamente, me has dado en el centro, donde mas a gusto nos duele, querida hermana, te agradezco tanto esas palabras llenas de cariño que no se como escribirte o dibujarte un poema. En cualquier caso me lo reservo para un diálogo a dos manos, en un reencuentro muy esperado.
Te quiero
Aristides Rosell
6 de enero 2010
Pues FELICIDADES también a esos dos entrañables amigos de Odette. No existía entonces el Parque del Ajedrez en mi Santiago, pero me da gusto que SEA REALIDAD,no sólo allá, sino también en el mundo virtual, tan humano como áquel.
Gracias y qué tengas (tengan) un feliz 2010.
Bendiciones,
Belkis
www.belkiscuzamale.blogspot.com
Oye, chica, has hecho que se me piante un lagrimon. Muy lindo pensar en los amisgos en el ano que comienza, porque son calumna y almohada, cojin. Y me llevaste en andas (como los obispos y embajadores) a las noches del BarTolo (el ultimo que abre) y a esa Habana querida.
Un beso grande, y deseos gigantes para un 2010 mejor!
Ernesto Carro
Odette, primero mi beso, mi abrazo de año nuevo y como tu dices: que este sea mejor que el anterior, ya siento sus vibraciones positivas, lo sé por conocimiento de causa.
Hermosa manera de empezar el año esta oda a la Amistad que es este Parque, iba agregar con cierre poético, pero aquí todo trae ese sello, viene de ti.
Gracias,
tuyo Queve
Hermoso poema hermana. Conmueve siempre leerte y ...no deja de impresionarme tu memoria electiva y afectiva, "la chica mamey "increíble, eres como Proust tropicalizado, en vez de la magdalena, la camiseta.
un abrazote
damaris
Qué lindo post para empezar el año. Es un canto a la amistad, la de verdad, la que no se pierde. Y hasta me he puesto a tararear la chica mamey, jajajá. Tu nuevo look está muy bien, nada de Calígula.
Gracias, Odette, por tu poesía siempre a tiempo.
Y Feliz 2010 para ti también... por lo que todos anhelamos.
La nostalgia es el combustible que nos mantiene vivo, gracias por ese lindo texto corazón de mamey.
mucha salud porque sin ella nada se logra y que este año la tierra te sea mas leve amiga mia. un abrazo.
Ode querida.
Se muy bien que nunca es tarde para decir gracias y tampoco para felicitar a mi estimado Aristides que se me quedo en el alma para siempre aunque el no lo sepa.
Mi abrazo a los amigos desde este bendito espacio que cada semana nos regalas!
Un beso
Omar Mederos
Para Odette de Ana Cabrera Vivanco.
Amiga: La verdad que llevamos una vida que camina más aprisa que nosotros. Hoy, hice un alto en el trabajo y visité tu Parque de Ajedrez. Ha sido un lujo y encima me he puesto lacrimosa y sentimental como una colegiala. Esto no estaba en el programa, pero lo que escribe sobre esa foto en que no te reconoces lo dices de una manera que... bueno j... aquí no se admiten supongo palabrotas, pero sólo con una palabrota sería capaz de definir acertadamente lo que me has hecho recordar y sentir en carne propia. Sabes que yo tenía en mi casa de La Habana un reloj idéntico al que aparece en la foto??? Nada que marcamos las mismas Horas del Alma y nos vemos en el mismo Espejo, tu Espejo. "Canta y no llores cielito lindo". Pero canta, canta siempre... Un abrazote. Ana
Publicar un comentario